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LAS VOCES DE LOS DESAPARECIDOS (2)

Informe de la Defensoría del Pueblo

Lima, mayo del 2001



REFLEXIONES

Si las estadísticas dan cuenta de la magnitud de la tragedia, ninguna cifra, ninguna descripción por más conmovedora que sea de las secuelas de las desapariciones forzadas nos permitirá jamás penetrar en la noche de los dramas individuales. Cada uno frente a su propia muerte, se encuentra solitario. El reclamar justicia es lo mínimo que se puede hacer pero la justicia siempre interviene después de los hechos consumados y ninguna compensación monetaria es adecuada. En el mundo en que vivimos nos imaginamos con demasiada facilidad que el dinero lo puede arreglar todo, es un concepto que me parece vagamente insultante. Claro que es más confortable sollozar en un Volvo del año. El mutismo al cual me refería en el principio de esta alocución empieza donde expira el poder expresivo de la palabra; mas allá de un cierto horror los vocablos se convierten en meros sonidos. Las víctimas de la violencia hablan de sus experiencias como si fueran asuntos comunes y corrientes pero, de repente, las pupilas se vitrifican, la mirada patina, rebota contra el muro de la incomunicación y regresa al infierno interior de la memoria.

Existen acontecimientos que provocan la necrosis repentina de los tejidos, consumen el corazón y lo convierten en ceniza. Nace entonces el síndrome de Katyn.

En 1943, en un bosque de la localidad de Katyn, cercano a Smolensk, los soldados de Wermacht descubrieron los cadáveres de 4,500 oficiales polacos asesinados con una bala en la nuca. Los alemanes acusaron a los rusos y los rusos a los nazis. Los familiares de las víctimas no podían hablar de la tragedia ni durante la ocupación nazi ni durante el "protectorado" soviético; aquellos que trataban de indagar acerca de la suerte de los suyos, o de resucitar el recuerdo, desaparecían o morían en curiosos accidentes.

Sepultados en el secreto de su pena, se volvieron, poco a poco, distraídos, depresivos, apáticos y mudos.

La democracia inventa la autodecapitación cuando los ciudadanos, fatalistas, dejan de interesarse por lo que directamente les atañe y, en primer lugar, por el derecho a vivir, el suyo y el de los demás.

En los campos de concentración que manchan de sangre el mapa de Europa no existe ningún recordatorio ninguna placa, es el lugar del silencio de Dios, es el monumento impalpable a lo indecible, o a lo que ya fue dicho lo que aquí no se dio.

Las palabras son frágiles, se parecen a los dibujos de arena en las playas del océano, viene una ola y lo borra todo. Lo que necesitamos en este país crucificado es una inmensa catarsis nacional, subrayando la palabra nacional porque no nos hagamos ilusiones, todos los aquí reunidos, somos de un modo u otro especialistas en tragedias engendradas por la violencia pero afuera viven aquellos que no quieren saber y enarbolan su ignorancia o su indiferencia como si fuera la bandera del país, estamos nosotros tejiendo suntuosos tapices con hilos de neblina.

"Catarsis", suelto la palabra, sin precaución alguna, quizás sea un sueño, quizás sea una visión, poco importa el análisis del calificativo pero la justicia, la conciliación o la reconciliación, serán engendrados por un organismo viviente como una madre que da a luz, no surgirá del poder milagroso de una mesa o de una subcomisión por elegante que sea la primera y respetable la segunda. La vida crea el orden y no el orden la vida.

Sueño o visión quedarían sepultados en la más amable insignificancia si el primer poder del Estado, es decir los medios de comunicación masiva no asumen el deber que tienen de educar a su audiencia, por una información veraz acerca de la enfermedad que nos corroe. Cuando sale un buen artículo sobre derechos humanos lo celebramos, como festejamos el triunfo de la selección nacional en el 69, mientras tanto podemos gozar cada día que Dios hace de un encarte de varias páginas sobre noticias deportivas inexistentes o bellezas que brillan y se desvanecen como meteoritos. La desproporción es tan colosal como la pensión de un obrero versus la fortuna de Montesinos.

En una oportunidad, en la prisión de Yanamayo, la segunda ciudad santa de Sendero, les dije a los acuerdistas: la tan buscada reconciliación nacional necesariamente tendría que pasar por una autocrítica, por un gesto de nobleza y por un pedido de perdón y si otros no lo quieren hacer tomen Uds. la iniciativa. Asintieron con la cabeza.

Chejov escribía: todo hombre, al nacer se encuentra frente a tres caminos, si toma el de la derecha los lobos lo comerán, si va por la izquierda se comerá a los lobos y si camina de frente se comerá a sí mismo. ¡Brillante perspectiva!. A menos que construyamos otra pista, hacia lo alto.

En el 68 después de la ofensiva del Têt, frente a las ruinas de Ben-Tre, en el Vietnam, un mayor del Ejército norteamericano me dijo, muy serio: "Fue necesario destruir la ciudad para salvarla". Arrasaron la ciudad y no supieron qué hacer con las ruinas. Existe aquí, señoras, señoritas y señores un mensaje oculto.

Hubert Lanssiers

Fuente: Defensoría del Pueblo del Perú
http://www.ombudsman.gob.pe



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