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Raul Wiener
Una eclosión de baja política se ha producido en el país en camino al informe final de la Comisión de la Verdad. Súbitos y oportunos descubrimientos de reuniones de subversivos presos y de conversaciones entre delegados del gobierno provisional y los líderes de Sendero y el MRTA están sirviendo para mostrar supuestas proximidades y deferencias hacia Guzmán, Polay y otros. En medio de toda la agitación sobre el "rebrote" que comenzó con el extraño secuestro de trabajadores de la empresa Techint, el destape ha equivalido a decir que en esas circunstancias fue que se prepararon las acciones que hoy se denuncian por todas partes. La mayoría de las cuales sólo existen, además, en las noticias y en las páginas Web de algunos "senderólogos". También se ha dicho, sin pestañeo, que la Comisión de la Verdad fue conversada con los subversivos y que lo que se va a informar dentro de unos días ya está viciado de parcialidad.
Es casi inútil decir que nada de lo que se interpreta de los hechos producidos cuando García Sayán era ministro de Justicia y Ciurlizza su asesor, tiene pies o cabeza. Pero el clima político en que se hacen estas imputaciones permite que avancen algunos puntos. Así son pocos los que se atreven a decir que aquello que desde la prisión se dirige la guerra es una mentira consagrada que sirvió para conducir a varias masacres en los penales y a imponer condiciones carcelarias que eran una vergüenza en el mundo. Y tampoco hay quien sostenga, ante la acusación de cordialidad con el enemigo porque se usan palabras como doctor, señor, acuerdo o política, a lo largo de los diálogos, que éstas son perfectamente normales entre seres humanos, y se prefiere decir que fue por "táctica", supuestamente para recuperar el control de las cárceles, lo que sólo puede verse como una incapacidad para hablar francamente.
Al ex ministro le ha faltado también energía para asumir su responsabilidad por la flexibilización de algunos de los mecanismos más duros de carcelería inventados por Fujimori-Montesinos (aislamiento, horas de luz, visitas, lecturas, etc.), aunque no llegó ni de lejos a cerrar la prisión de la base naval o los penales de Yanamayo y Challapalca en Puno, y arguye en su defensa que mayores fueron las gollerías de Guzmán-Iparraguirre en los días de la discusión del llamado acuerdo de paz (la torta de cumpleaños) y el descontrol de las cárceles en el período de la re-reelección. Parecida actitud se percibe en los comisionados que tras meses de meses de guardar bajo siete llaves el avance de sus conclusiones seguramente para evitarse controversias anticipadas, sacrificando así la expectativa que había sobre ellos para que ayudaran a entender la guerra de otra manera, han querido responder a sus críticos soltando "datos" de sus investigaciones, que pudiesen cambiar la óptica que se está formando contra ellos.
Como si fuera un certificado de lealtad con el sistema, antes que con la verdad, se ha informado que la mayoría absoluta de los muertos del conflicto interno los habría causado Sendero Luminoso, lo que desafía todas las cifras que existían previamente de organismos de derechos humanos y del propio Estado, que reconocían que las Fuerzas Armadas, por la política de ocupación de territorios y su mayor poder de fuego produjeron las mayores bajas civiles en el campo. Pero si alguien pensaba que este anuncio y el deliberado esfuerzo por no mencionar a los institutos militares sino a individuos determinados en relación a responsabilidades de guerra sucia, mejoraría la relación de la Comisión con los hasta hace muy poco considerados "vencedores de la guerra", que ya no se verían tan amenazados por lo que pudiera decirse de ellos, se equivocó de medio a medio.
En la ofensiva de la mentira que se vive en estos día van incluidas las municiones proveídas por los carceleros uniformados y engalonados de los jefes subversivos, que no han tenido temor de filtrar las grabaciones que sólo ellos podían tener a los voceros del fujimorismo que pueden armar el silogismo sobre el chinito duro que sí se enfrentaba a los subversivos mientras que los de la Comisión planean amnistiarlos. Si no, para qué estarían reviendo lo que ya parecía definitivamente consagrado. Este ya es un problema del esquema de poder de estos días. Toledo apoya a la Comisión sin dar detalles; los marinos pasan grabaciones al diario "La Razón", con toda impunidad; todos tratan de limpiarse de la salpicada de infundios; y el gobierno termina enviando un proyecto para volver a endurecer las condiciones de las cárceles, haciendo el juego a la histeria autoritaria. Típico estilo toledista.
Ahora la Comisión de la Verdad y todo el principio de lucha contra la guerra sucia y demás procedimientos que degradan la responsabilidad pública, que en el Perú condujeron a un golpe de Estado y a la manipulación del sistema político en nombre de la "prioridad de la guerra"; a una legislación antiterrorista aberrante en cualquier estándar internacional; a la creación de organizaciones paramilitares que asesinaron no sólo subversivos sino sindicalistas y dirigentes de la izquierda legal; a la corrupción de generales y oficiales intermedios involucrados en el narcotráfico; etc.; se encuentran en la picota. De un lado una densa reacción se ha agrupado con la noción de no tocar más el tema que no se atrevieron a esgrimir en el momento de las decisiones iniciales y que hoy se empata con la perspectiva de restituir un poder autoritario. Por otro lado, una Comisión y un entorno semioficial que aún la sostiene, pero que da la impresión de demasiadas vacilaciones y carencia de filo para la tarea encomendada. Que entiende la política como acomodo a las condiciones políticas y no como instrumento para producir realidades nuevas. Esta debilidad evidente entusiasma a sus adversarios para seguir al ataque y quita fe a todos los demócratas sinceros que esperaban otra cosa de las credenciales de sus miembros.
Publicado en Clajadep (http://clajadep.lahaine.org)- 15-08-2003