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Artículo del Padre UBALDO RAMOS CISNEROS, S.J., publicado el 28 de agosto en el diario Correo de Tacna.
Hoy 28 de Agosto es una fecha histórica no sólo para Tacna, evocando 74 años de reincorporación a la patria después de una cruenta guerra y largo cautiverio, sino también para todo el Perú con la entrega del Informe del trabajo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Todos recibiremos el fruto de una misión legítimamente encomendada y recibida desde hace dos años, cuando iniciabamos, con esperanza, una transición democrática.
No han faltado voces que han querido cuestionar y desprestigiar el riguroso trabajo de la Comisión. Es evidente el interés de que no salga a la luz la verdad de los hechos, bajo pretexto de una inoportuna necesidad de escarbar en el pasado los acontecimientos de violencia y crueldad, resucitando el odio y el resentimiento de la población y, entonces, alentando un clima de mayor división entre los peruanos. La Dra. Lourdes Flores, de UN, declaraba recientemente que "si de reconciliación se trata, poco o nada tiene que hacer la CVR, pues con SL y el MRTA no hay pacto, solución política o reconciliación alguna" (La República, 10/08/03), distorsionando peligrosamente el sentido del trabajo de la Comisión.
Seamos honestos, son los intereses políticos de quienes estuvieron en el poder en las dos décadas de lucha fraticida. No sólo con voces desde el APRA sino también del Fujimorismo. Las apreciaciones han sido variadas, según el P. Hubert Lanssiers, unas provocadas por la ignorancia y otras por torcidos motivos (Idem).
Atrevámonos a recibir nuestra verdad, ella viene dada con la legitimidad del testimonio que ni siquiera la persona más terca e insensible debería negar. Legitimidad política, ética, personal y profesional de la Comisión. Desgraciadamente, esas voces adversas al trabajo de la Comisión, nos mueven a sospechar que aún por encima de la invocación de la realidad misma, pre-fieren encerrarse en sus prejuicios, en su dogmatismo intolerante, pues también los hay quienes, en nombre de Dios, prefieren refugiarse en su autosuficiencia, como el congresista Rafael Rey, quien afirmaba que la CVR "reabre heridas y se interpone en un trabajo que corresponde a Dios"(Idem).
La Conferencia Episcopal Peruana, ha tenido también una palabra oportuna y positiva, invoca una actitud de acogida en "un clima de serenidad, de paz y de respeto (...). El Perú quiere conocer la verdad, busca la justicia y anhela la reconciliación". Los obispos expresan el deseo que "este Informe contribuya a establecer la verdad de los hechos dolorosos (...). La hondura de estos dolores debe ser conocida a fin de purificar la memoria colectiva de nuestra historia pasada; y esto requiere nuestro arrepentimiento y perdón. La reconciliación sólo es posible conociendo la verdad. Reconciliación no es sinónimo de impunidad ni de ignorar las injusticias cometidas". Ellos nos animan a la esperanza, nos exhortan a mirar este tiempo como la "hora de vivir como hermanos donde no haya ni vencedores ni vencidos sino actores y prota-gonistas de nuestro propio destino en paz y en justicia". (Pronunciamiento CEP, 21/08/03).
Comprometernos con la verdad es reconocer el sufrimiento y la muerte de tantos inocentes, reconocer nuestros miedos en la vía pública por la amenaza de un coche bomba, reconocer que miles de personas fueron desaparecidas, muchos extrajudicialmente torturados y asesinados. Ideologías que no respetaron la vida, sea de SL, el MRTA o del grupo Colina, las FF.AA. y Policiales. Todos fuimos responsables, por acción u omisión. La violencia y el miedo nos movía o paralizaba en decisiones y conductas. Recuerdo una experiencia personal, un 24 de diciembre de 1992 a las 10 de la noche, en un pequeño caserío en las alturas de Jaén, La Pal-ma, celebrando la misa de Navidad con el miedo agarrotado en la garganta por la amenazadora presencia de 8 terroristas armados asistiendo a la celebración. Todos tenemos memoria de horas de miedo y dolor, de impotencia y frustración. No es posible echarle tierra al pasado, hemos de asumirlo desde su verdad. La reconciliación no es gesto simple. Es preciso nombrar el miedo y la pasividad, la indiferencia o complicidad. Las legítimas autoridades deberán procesar y sancionar con justicia y sin privilegios a todos los victimarios. Sólo la verdad nos libera. Aunque nos duela y nos juzgue, sobre todo para que no vuelva a repetirse.
El Informe de la CVR nos debe mover a decidirnos por una profunda transformación personal y colectiva. Para que no vuelva a repetirse. Es una invitación a soñar el mañana en paz y justicia. Por eso es urgente reconocer nuestra realidad de ayer y hoy. Es sentarnos en una misma mesa para concertar y trabajar juntos, es opción ética, es participación democrática, es laboriosidad y responsabilidad en la gestión pública atendiendo las reales necesidades de los más pobres, es la subordinación de las Fuerzas Armadas y Policiales al poder civil en un estado de derecho, es el respeto a la diversidad cultural de nuestra identidad, es desarticular la acción y presencia de grupos subversivos, es pues, reconocer verdaderamente la vigencia de todos los derechos humanos, derechos económicos y sociales.
Debemos enfrentar las causas de la violencia, la pobreza y la exclusión; en nuestra convivencia hay racismo y desprecio del otro, conflictos latentes, intereses en pugna, desigualdades extremas que nos caracterizan. Debemos reconocer, en palabras de los Obispos, que "la deuda ética y moral contraída con la sociedad peruana debe ser compensada con un proyecto de justicia y solidaridad. ¡Los pobres no pueden esperar más!". Jorge Basadre nos hablaría en tono de "posiblidad", que este Informe sea posibilidad de una verdad que nos reconcilie y nos libere.
Ubaldo Ramos Cisneros, SJ
Publicado en la Página Oficial de los Jesuítas del Perú (http://www.jesuitasperu.org/) 31-08-2003