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Las cárceles durante los años de violencia política
no sólo fueron espacios de detención de procesados o condenados
por delitos de terrorismo sino escenarios en los que el Partido Comunista
del Perú, el PCP-SL y en menor medida el Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru, extendieron el conflicto armado. La guerra desatada,
principalmente por el PCP-SL, tuvo una dimensión nacional evidenciada
en el desarrollo de sus planes militares y su capacidad de organizar atentados;
y, ciertamente, en la respuesta del Estado a través de la policía,
las fuerzas armadas y los comandos políticos-militares. Esta situación
tuvo sus réplicas en espacios regionales en los que el conflicto se
desenvolvió con sus propias particularidades geográficas, étnicas
o socioeconómicas. Al lado de lo nacional y de lo regional se ubica
como una dimensión de características especiales, las cárceles.
A medida que las capturas y detenciones aumentaban, aumentaba también
la importancia de lo que ocurría en ellas. De modo que las cárceles
no fueron ni en los ochenta ni en los noventa, pequeños islotes ajenos
al curso de la guerra sino que influían y eran influenciados por ella.
Se calcula que por las cárceles han pasado a lo largo de veinte años,
aproximadamente 20,000 personas, cuya situación jurídica tardaba
en definirse. Los traslados de internos se volvieron frecuentes en la medida
que se iban construyendo nuevos penales. A fines de los noventa habían
internos por terrorismo en más de veinte penales del país.
A lo largo de todo el conflicto armado el PCP-SL actuó en las cárceles
bajo las directivas de sus líderes, reproduciendo su organización
partidaria y guiados por su ideología. De ahí la sincronización
de sus acciones propagandísticas o la simultaneidad de sus protestas
que les servían para proyectar una imagen de disciplina y de fuerza
militante. Las cárceles fueron una especie de altavoz orientado hacia
la prensa nacional y extranjera, pero también hacia sus propios cuadros
de combate de cuyo éxito revolucionario dependía su futura
libertad.
El Estado demoró en comprender que en las cárceles también
se jugaba el curso de la guerra, es decir, que el sistema penitenciario era
un componente clave en la estrategia contrasubversiva. Durante los primeros
años, el desconcierto no sólo era de los políticos en
la reestrenada democracia sino que alcanzó también a los jueces
y al personal penitenciario. Era notorio que la administración de
justicia y el sistema penitenciario no estaban en capacidad de enfrentar
a un fenómeno que iba en aumento y cuyos actos, de una criminalidad
cada vez más decidida, infundían temor e inseguridad entre
sus miembros. En los veinte años de violencia política los
penales fueron el reflejo de la debilidad institucional del Estado en la
que incluimos aunque parezca paradójico el uso desproporcionado de
la fuerza en circunstancias críticas, y, desde luego, el aprovechamiento
de los movimientos subversivos de esa debilidad; pero, también, en
los noventa, reflejó la severidad de un régimen que propició
numerosas violaciones a los derechos humanos. El Estado demoró también
en comprender que la población penitenciaria no era homogénea
y que cabían percepciones diferenciadas de su situación y sus
expectativas. En las cárceles se encuentran los llamados "acuerdistas",
que son un grupo de internos que mantiene su pertenencia al Partido Comunista
del Perú, el PCP-SL y que se adhirieron en su momento al acuerdo de
paz propuesto por Abimael Guzmán; los miembros de "Proseguir", que
es un grupo pequeño que expresa su voluntad de continuar la guerra
popular; están, igualmente, los "emerretistas", que son miembros del
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru; los llamados "desvinculados"
que son internos que han abandonado la militancia en el PCP-SL o el MRTA;
los llamados "independientes", que son aquellos que afirman no haber pertenecido
nunca a el PCP-SL o el MRTA; y, los "arrepentidos", que son los internos
que se acogieron a la ley de arrepentimiento.
Siendo los internos actores centrales del conflicto, la Comisión de
la Verdad y Reconciliación organizó, en coordinación
con las autoridades penitenciarias, visitas a los penales para recibir de
ellos sus testimonios. Del mismo modo, se les dio a conocer los avances del
trabajo de las diversas áreas de la Comisión y, especialmente,
se inició una reflexión conjunta sobre el sentido y las posibilidades
que la reconciliación tiene para ellos y para el país. Las
actividades desplegadas permitieron comprobar que el Partido Comunista del
Perú el PCP-SL es una organización existente y actuante dentro
de las cárceles, que nos recuerda la vigencia de problemas no completamente
superados y la necesidad de diseñar una estrategia que en el marco
de la democracia y los derechos humanos contribuya a asegurar la paz en el
Perú.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación recibió 1158
testimonios en veintiún penales del país, de los cuales 60.2
% corresponden a el PCP-SL, 10.4 % al MRTA, 27.5 % a internos que no tienen
filiación política y, 2 % a otros. La presencia de hombres
(82.1 %) es largamente mayor que la de mujeres (17.8 %) y si consideramos
el tiempo de condena diríamos que alrededor del 80% eran jóvenes
en los años de la violencia. Los hispano hablantes son mayoría:
71.1 % en el caso de el PCP-SL, subiendo a 85.8 % en el caso del MRTA. En
general, hablan quechua el 24.7 % y otras lenguas nativas el 1.9 %. Un importante
dato que arroja la base de la Comisión es que el nivel educativo de
los internos de el PCP-SL es -entre educación superior y secundaria
completa- de 65.1 %, siendo los de primaria o secundaria incompleta 32.4
% y los analfabetos sólo el 2.5 %. Estas cifras no difieren substancialmente
en el caso del MRTA. Además, las actividades de donde provenían
eran principalmente, los estudios universitarios (el PCP-SL: 24.9 %; MRTA:
15.3 %) luego se ubican los vendedores y comerciantes con un 16.3 % y 31.4
%, respectivamente, otras actividades, 38.3 % y 34.7 %, siendo campesinos
sólo un 20.5 % en el caso de el PCP-SL y 26.5 % en el MRTA. Llama
la atención igualmente que en ambas organizaciones subversivas de
raíz marxista, el 76.16% sean católicos, el 10.7 % evangélicos
y el 4.6 % profesen otras religiones, mientras que los que no profesan ninguna
sean sólo 8.5 %, bajando a 0.98 en el caso del MRTA. Finalmente, destaca
el dato del lugar de nacimiento, sobre todo en el caso de el PCP-SL, cuyos
internos son en un 28.2 % limeños, quedando los ayacuchanos a cierta
distancia con el 11 % y los demás, de otros departamentos, con porcentajes
menores. Si hubiera que trazar un perfil general de ambos alzamientos armados
por el tipo de interno, diríamos que fueron alzamientos llevados adelante
principalmente por varones, jóvenes, citadinos, hispanohablantes,
con buen nivel educativo, estudiantes, comerciantes o trabajadores independientes
en su mayoría y que, desde entonces o en reclusión, abrazaron
el catolicismo como fe religiosa.
La opinión pública, en general, no muestra un interés
positivo por la suerte de los internos en las cárceles. Hay una idea
muy extendida de la pena como castigo, que suele exacerbarse cuando se trata
de delitos muy graves. A menudo se oyen expresiones extremadamente duras
que revelan poca disposición para comprender un fenómeno complejo
como éste. En el caso de los internos por terrorismo, los crímenes
en los que han participado y la zozobra sembrada en el país, están
presentes en la memoria de la gente al punto de mirar con complacencia las
severas restricciones a los derechos a las que fueron sometidos. Pese a esto,
es obligación del Estado de derecho restituir derechos fundamentales
compatibles con la reclusión y transmitir a la ciudadanía una
idea más exacta de la vida en las cárceles, especialmente de
la que vivieron y aún viven alrededor de dos mil presos por terrorismo.
2.22.1. Cárceles: la guerra que no cesa
2.22.1.1. Tierra de nadie
Cuando la violencia estalló en las alturas de Chuschi en mayo de 1980,
sorprendió al país y a la democracia, que se aprestaban a elegir
a un gobierno constitucional luego de doce años de dictadura militar.
El sistema carcelario, tras las primeras detenciones de miembros del Partido
Comunista del Perú, el PCP-SL, mostró serias limitaciones para
garantizar la reclusión de internos que traían un componente
nuevo y substancial: su fuerte ideologización. Venían de cometer
delitos horrendos pero a la vez mostraban rasgos de disciplina partidaria
que resultaban ajenos a la historia habitual de los presidios en el Perú.
Al poco tiempo hicieron de las cárceles una extensión de la
guerra a la que llamaron "luminosas trincheras de combate". Abimael Guzmán,
lo dice claramente, "Nosotros los comunistas del Perú siempre hemos
demostrado ante el mundo que los comunistas siguen luchando en cualquier
condición, por eso, convertimos las prisiones en luminosas trincheras
de combate sirviendo a nuestra causa, no importa lo que nos pase como individuos,
"[...] Así te encuentres en la soledad más fría hallarás
el calor de la luz del marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo
y contarás con un plan de trabajo resultado de una política,
de una ideología y combatirás aplastando negros objetivos de
capitulación, de aislamiento o de arrepentimiento".[1]
El episodio del CRAS de Huamanga grafica exactamente esta situación.
Era marzo de 1982 y decenas de subversivos del comité regional principal
del PCP-SL, habían caído presos. Desde fuera se organizaba
un operativo de rescate. Un contingente de senderistas atacó la cárcel
consiguiendo la fuga de 78 miembros del PCP-SL y 169 internos por delitos
comunes. Los guardias republicanos resistieron la embestida varias horas
pero fueron abatidos. En represalia, algunos de sus compañeros, se
dirigieron al Hospital de Ayacucho en busca de tres subversivos internados,
los llevaron a una calle aledaña y les dieron muerte.
La verdad es que antes de Huamanga, ya habían ocurrido dos casos de
fuga, uno de catorce internos del PCP-SL del CRAS de Pasco que dejó
varios policías republicanos heridos y, otro, del CRAS de Arequipa
del que lograron evadirse con ayuda externa, dos reclusas, resultando muerto
un cabo de la Guardia Republicana. El PCP-SL consideró estas operaciones
como parte de su estrategia de recuperación de cuadros y las elevó
al rango de hito histórico.
Luego de estos hechos, el gobierno tomó la decisión de centralizar
la reclusión de subversivos en los penales de máxima seguridad
de Lima: El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara. Tres años
después se construyó el penal de régimen cerrado especial
Miguel Castro Castro, y dos penales más durante los ochenta, en Chiclayo
y Trujillo. Es en los noventa que se construyen nueve penales más
entre los que se cuentan los cuestionados Yanamayo en Puno y Challapalca
en la sierra de Tacna así como el penal de la base naval del Callao.
No obstante estas precauciones, a medida que avanzaba el conflicto y el PCP-SL
mostraba la entraña brutal de su proyecto, era fácilmente observable
la debilidad de la autoridad policial y penitenciaria en las cárceles.
Los subversivos habían llegado demasiado lejos y el control de los
penales se le escapaba de las manos a la autoridad. En la cárcel de
El Callao las mujeres desfilaban vestidas de rojo y negro conmemorando el
día del socorro popular, y en la rotonda de Castro Castro internos,
hombres y mujeres, en una ocasión marcharon durante una hora portando
una gigantesca pancarta con el rostro de Abimael Guzmán, ante la mirada
atónita y distante de la policía. Para entonces, Guzmán
había ganado terreno en la mente de sus militantes exigiendo en nombre
de la revolución, sacrificios mayores. La muerte era un costo de la
guerra que había que asumir pero, además, una contribución
al fortalecimiento de la causa. Guzmán había tasado el valor
político de la muerte y en adelante sus planes incluirían este
componente. Las acciones de el PCPSL ganaban, pues, en temeridad y en frenesí.
La debilidad del Estado en los penales no tardaría en traer consecuencias
peores. El 4 de octubre de 1985, los internos del penal de Lurigancho se
amotinaron para evitar una requisa. La guardia republicana develó
el motín con un saldo de 30 internos muertos. El ministro de justicia
de entonces, Luis González Posada, sustentó ante la cámara
de diputados que los internos fueron quemados por sus propios compañeros,
comprometiéndose a una exhaustiva investigación. Esa investigación
nunca llegó a conclusiones. Testimonios [2] ofrecidos a la comisión
de la verdad dan cuenta del uso de dinamita y bombas incendiarias con fósforo
líquido y de disparos al cuerpo de los reclusos por parte de la guardia
republicana. Veintitrés días después el alcaide de ese
penal, Miguel Castro Castro, fue emboscado y asesinado. Guzmán declaró
el 4 de octubre como "día del prisionero de guerra".
En ese caldeado escenario, el PCP-SL asesinó al contralmirante Ponce
Canessa, oficial del estado mayor de la marina. Es de conocimiento público
que en su sepelio se oyó decir al comandante general de la marina,
Víctor Nicolini del Castillo, "sepan los subversivos que han despertado
al león".
Ocho meses después del primer motín, ocurriría la más
grande masacre en la historia penitenciaria del Perú. Luego de resistirse
a ser trasladados al penal de Castro Castro, los internos tomaron rehenes
en El Frontón, Santa Bárbara y Lurigancho iniciando en simultáneo
un violento motín. El presidente Alan García fungía
en esos días de anfitrión del XVII Congreso de la Internacional
Socialista sobre el que la prensa internacional había volteado los
ojos. A las ocho de la mañana, hora del "descierro", se inició
el develamiento. Luego de dos días terminaría con cifras horrorosas
de muertos. En el Frontón mueren 118, en Lurigancho 124 y en Santa
Bárbara, dos. Como toda explicación, García dijo al
país que el gobierno había cumplido con restituir el principio
de autoridad y que los excesos serían investigados. La comisión
parlamentaria que indagó en los hechos, dio detalles sobre el tipo
de armamento usado por los efectivos del ejército y del momento en
que los internos del pabellón industrial de Lurigancho se rindieron
y fueron forzados a echarse en el piso y eliminados uno a uno. Varios testimonios
coinciden con esta versión. (Ver caso ilustrativo)
El fuero militar encontró responsabilidad penal por homicidio calificado
en el coronel Rolando Cabezas y en ocho republicanos, de un total de 177
efectivos de la guardia republicana y 19 del ejército, procesados
por lo ocurrido en Lurigancho. En noviembre del 2002 la Corte Interamericana
de Derechos Humanos ordenó al Estado peruano que proceda a investigar,
procesar y sancionar a los responsables. De este modo la justicia peruana
tuvo que volver una vez más por sus pasos para cumplir con juicios
ajustados a ley. El proceso penal a los responsables de los hechos de El
Frontón y Santa Bárbara, fue sobreseído en la justicia
militar.
El uso ilegal y desproporcionado de la fuerza debilitó al Estado peruano
en su capacidad moral de enfrentar a la subversión, haciéndolo
blanco de la condena internacional por las graves violaciones a los derechos
humanos y provocando en las organizaciones alzadas en armas un reforzamiento
de sus convicciones y de su organización. Guzmán había
conseguido darle al concepto de "prisionero de guerra" una connotación
actuante y a los trágicos sucesos de los penales un barniz de heroicidad
que le abría el camino para seguir exigiendo de sus militantes una
mayor "cuota de sangre". La revolución se alimentaba de muertes con
una indisimulable voracidad. En su lógica, el "baño de sangre"
convertía en genocida al gobierno y en heroico al PCP-SL. No tardó
Guzmán en declarar al 18 de junio como "día de la heroicidad".
Luego de estas masacres, el orden no sobrevino a los penales. El PCP-SL mantuvo
el control territorial y cada cierto tiempo transmitía a los medios
de comunicación sus acciones de adoctrinamiento político. En
Castro Castro el control policial era mínimo. A los pabellones del
PCP-SL, ubicados en la zona de la rotonda, no entraba nadie, ni siquiera
la policía que, además, había suspendido las requisas.
Por su parte, el MRTA construyó un enorme túnel por el que
el 9 de julio de 1990, 48 internos de esa organización se fugaron
del penal Castro Castro en lo que fue considerado el colmo de la negligencia
policial o de la complicidad.
2.22.1.2. Cambio de régimen
Luego del golpe de Estado del 5 de abril de 1992, el "Gobierno de reconstrucción
nacional", mediante decreto ley, Nro. 25421, le encarga a la Policía
Nacional la seguridad interna y externa de los establecimientos penitenciarios.
De esta manera limitó las funciones del INPE y satisfizo la campaña
iniciada por algunos medios de comunicación que denunciaban que los
penales y en especial el penal de Castro Castro era una zona liberada por
los terroristas. Estas medidas tuvieron aceptación popular, entre
otras razones, por el desorden y la debilidad preexistentes y el desprestigio
de la clase política cuyos intentos de oposición ya no tenían
eco entre la población. El Presidente Alberto Fujimori había
logrado encaramarse en el poder a partir de una alianza con las fuerzas armadas
y policiales e iniciado un proceso de copamiento de los poderes públicos.
La mano dura era bien vista y más aún si era aplicada contra
los subversivos, causantes de tantas muertes. En esa circunstancia de ascenso
de un poder autoritario, ocurrió la masacre de mayo de 1992. Los internos
del Partido Comunista del Perú, el PCP-SL, ante la orden de trasladar
a las mujeres desde Castro Castro a la cárcel de máxima seguridad
de mujeres en Chorrillos -todavía no totalmente acondicionada- se
amotinaron. Aprovechando la gran tolerancia del régimen penitenciario
de aquel entonces, los presos del PCP-SL habían habilitado una comunicación
subterránea entre los pabellones 4-B y 1-A a través de los
ductos. La madrugada del 6 de mayo, la policía al observar que se
negaban a salir, intenta abrir un boquete, tras descartar cualquier negociación.
Numerosos efectivos se posicionaron en los techos del pabellón A y
del venusterio. Al cabo de unas horas el penal estaba sitiado por policías.
Los internos pidieron garantías así como la presencia de la
Cruz Roja Internacional, del Ministerio Público, de sus abogados y
sus familiares. Su pedido no fue atendido. Entonces se atrincheraron y hubo
un enfrentamiento que dejó varios muertos y heridos. Un estudiante
de medicina que brindó apoyo a los heridos relata en su testimonio:
"A eso de las 10 del mañana del día 6 comenzaron los disparos
contra el pabellón 4-B. Posteriormente comenzaron a llegar más
heridos pero era sobre el pabellón 1-A donde agentes de la policía
disparaban mayor cantidad de fuego mediante instalazas y fusilería"[3].
El mismo testimoniante narra que atendió, con los escasos medios con
los que contaba, entre disparos y bombas lacrimógenas, a los siguientes
heridos: Elio Quispe, con herida de bala en el cráneo; Jorge Muñoz,
con un impacto de bala en el abdomen; Marco Camargo Callocunto, quien murió
al no poder brindarle la atención adecuada ese mismo día 6;
Richard Cahuana, con una bala en los glúteos; un tal Rolando cuyo
apellido no recuerda y Víctor Olivos Peña, con una herida en
el abdomen y el pie sangrante.
Había francotiradores que apuntaban sobre los que intentaban pasar
de un pabellón a otro. En el pabellón 4-B de varones se encontraban
unos 400 internos y en el 1-A, 135 mujeres. Otro testimoniante relata:
El 7 u 8 de mayo salieron de los pabellones los supervivientes y varios de ellos fueron asesinados con ráfagas de metralletas y morteros: "Tuvimos que caminar por encima de los muertos. Muertos por acá, muertos por allá, pedazos de cabezas por allá, pedazos de brazos por acá... te detenías un poco y un balazo, te detenías, por ejemplo, a recoger un amigo que habías vivido juntos, tu amigo estaba allí mal herido diciendo "llévame, llévame, estoy herido, llévame", te detenías y pum, otro balazo...". Dice que allí murieron Tito Valle Travesaño y su esposa.[4]
El día 7 de mayo hubo un relevo de las fuerzas de la policía
y de efectivos de la DINOES. Lanzaron bombas lacrimógenas. Hubo un
llamado a las autoridades para solicitar que los heridos fueran evacuados
pero fue desoído. En la noche hicieron salir a los heridos y a las
mujeres embarazadas a la rotonda pero no los evacuaron porque se exigió
que antes salieran todas las mujeres para el traslado. Fue el día
8, a las 6 de la tarde, cuando les dijeron que los heridos iban a ser evacuados.
Uno de ellos afirma en su testimonio que alrededor de 30 heridos, incluido
él, fueron evacuados por la ventana del mirador y que había
mujeres en estado, gestantes, y el resto, la mayoría, eran heridos
de bala.
El mismo testimonio revela que la evacuación fue nuevamente denegada
y que los heridos pasaron toda la noche a la intemperie. El 9 de mayo salió
un sol abrasador, los policías les prohibieron moverse. Los heridos
no recibieron ninguna atención porque no permitían que nadie
se acercase. El día 9 se realizó un operativo policial-militar
denominado "Mudanza Uno". A las 3 p.m. se intensificó el ataque mediante
instalazas y ráfagas de fusil. El ataque atronador duró hasta
las 5 p.m. en que se escuchó que se abría la puerta frontal
del Pabellón 4-B. Se oyó por un momento el canto de la Internacional
y en seguida ráfagas de fusil y explosiones de granadas. Los heridos
que iban llegando decían entre quejidos: "han asesinado a prisioneros".
Cuando salían rendidos -relata un testimoniante- varios internos fueron
ejecutados, entre ellos los miembros del comité central del PCP-SL
Deodato Juárez Cruzat, Yovanka Pardavé Trujillo, Elvia Sanabria
Pacheco y Tito Valle Travesaño [5]. En esto coinciden los testimonios
de cuatro internas mujeres que estuvieron en el pabellón 1-A. Coinciden
también en que los heridos no fueron atendidos a pesar de los insistentes
requerimientos.
En algunos testimonios se afirma que varios cadáveres fueron enterrados
en el propio penal.
Algunos compañeros cuando nos van a ayudar a pasar del 1-A al 4-B mueren en el trayecto y algunos llegan agonizando y no sabíamos qué íbamos a hacer con los cadáveres [...] se propone que mejor enterrarlos y los enterramos en lo que ellos llamaban "tierra de nadie", eran cinco: Vilma Aguilar, Rosa Ponte, Carlos Aguilar, eran dos mujeres y tres hombres. [6] Había muertos que tuvimos que enterrarlos, sus cuerpos se empezaban a descomponer... en el jardín del pabellón. Después dijeron que entre nosotros mismos nos habíamos matado, a los que querían rendirse. Falso, totalmente falso. [7]
De acuerdo a la versión oficial fueron 35 los reclusos que
resultaron muertos pero en los registros de la Morgue Central de Lima la
cifra es de 42 cadáveres de internos ingresados en esos días.
Los sobrevivientes hablan hasta de 80 muertos.
No se permitió la mediación de un alto funcionario de la Comisión
Interamericana de DD.HH. presente en Lima por esas fechas, ni de la Cruz
Roja Internacional, tampoco de la Iglesia, ni de la Coordinadora Nacional
de Derechos Humanos. La ausencia de un reporte oficial del operativo despertó
sospechas fundadas de que se hubieran cometido ejecuciones extrajudiciales.
El Presidente Fujimori, lejos de ocultar los hechos, los exhibió como
una muestra de la eficacia de la nueva estrategia que estaba decidido a llevar
adelante. En una conferencia de prensa, cuestionó la democracia pusilánime
que dejó sin protección a 22 millones de peruanos para favorecer
a los terroristas, y, a renglón seguido, advirtió que "vamos
a restablecer el orden, el respeto y el principio de autoridad en los penales.
El Estado no puede permitir que funcionen como escuela de formación
política o lugares de descanso de los delincuentes terroristas" [8].
Era, evidentemente, el inicio de una nueva estrategia contra el terrorismo
que, legislativamente, se materializaría en la dación de los
decretos ley Nros. 25475 y 25744, que establecieron el régimen de
máxima seguridad, el aislamiento celular, la reducción de las
visitas y de los beneficios penitenciarios, entre otras medidas. El 12 de
septiembre de ese mismo año, Abimael Guzmán, líder del
PCP-SL fue capturado.
Con el resultado del motín de mayo de 1992 en Castro Castro, el presidente
Alberto Fujimori, había lanzado un claro mensaje respecto de su idea
de la autoridad. El motín no sólo fue debelado tan sangrientamente
como los anteriores (murieron 52 internos) sino que marcaría el inicio
de un sistema penitenciario destinado a poner contra la pared al interno,
minar su moral y hacerle sentir a cada momento que estaba derrotado. El aislamiento
celular fue la mayor expresión de la dureza del régimen. Los
internos pasaban 23 horas y media al día dentro de una celda, generalmente
de dos por tres metros, que albergaba a tres personas, dos dormían
en camas y una en el suelo. Las comidas eran pasadas por debajo de la puerta
y a la menor protesta por su mala calidad les limitaban la salida al patio
a sólo unos minutos, cada quince días o un mes.
Las prisiones de máxima seguridad fueron construidas dando prioridad
al factor seguridad y no al tratamiento penitenciario al que todo interno
tiene derecho. Muchas de las celdas carecían de servicios higiénicos
y las pequeñas ventanas, en forma de persianas, impedían la
iluminación natural y la ventilación. Un interno recuerda que
en esos años del fenómeno del niño, la celda era un
horno: "Por intervención de la Cruz Roja logramos que al menos la
ventanita de 15 centímetros se quede abierta para que ventile" [9].
Se bloqueó toda comunicación con el exterior en procura de
desconectarlos con la vida del país y de ese modo cancelar cualquier
posibilidad de influir sobre los acontecimientos o enviar mensajes a los
miembros de sus organizaciones. Sólo los familiares directos, previa
carnetización, podían verlos. Para hacerlo, pasaban por registros
corporales claramente vejatorios que incluían, en el caso de las mujeres,
revisiones vaginales.
La visita discurría por locutorio, una vez al mes y por media hora:
"Ocho años por el locutorio, no poder tocar a nuestros familiares,
el sufrimiento era también castigo para ellos. La malla era de un
centímetro cuadrado y era doble, ni nuestros dedos entraban" [10].
Así como para el trabajo se les negó todo material, para la
escritura igual. No podían contar con lápiz y papel, y menos
luz eléctrica para la lectura. Dos internas lo cuentan de este modo,
"no querían que trabajemos, estaba prohibido hasta el punto que si
nos encontraban algo, una aguja, algo que sirva para trabajar, nos castigaban
quitándonos el patio 15 días [11]"; "estuvimos aisladas y prohibidas
de todo y nos fue negado el derecho a trabajar, pensar, escribir, leer y
comunicarse"[12].
La alimentación era muy deficiente. Varios testimoniantes coinciden
en señalar que venía con heces de ratones, virutas de metal,
vidrios molidos y que incluso escupían y orinaban sobre ella. A estas
agraviantes prácticas se sumaba la limitación de acceso a comidas
complementarias que los familiares sí podían traer a otros
internos en los días de visita. Esta deficiencia se extendía
a las atenciones legales, sociales y de salud. Casi no había medicinas
para el tratamiento y se incrementaron enfermedades como la tuberculosis.
Estas condiciones de total incomunicación le dieron a la autoridad
penitenciaria facultades ilimitadas. Su poder dentro del penal no era fiscalizado
por nadie lo que facilitó la multiplicación de los maltratos.
Las requisas eran sinónimo de golpes. Si encontraban los alimentos
del día, los arrojan al baño o los dejaban regados por el piso.
Las pocas cosas que tenían eran destruidas, quemadas. En algunos casos
las lesiones eran graves como este interno que en su testimonio cuenta que
un día:
[...] un señor me pasa una nota que decía, amigo, estamos aquí presos y cualquier cosa que necesites estamos aquí para ayudarte. Sabía que no tenía visita. Esa nota la encuentra el policía, me pregunta quién te la ha dado, me saca de la celda, me lleva al frente y me comienza a pegar. Cada uno debe vivir por su cuenta así se mueran, me dijo. Me pegaba con una manguera envuelta con alambre. Yo estaba allí tirado en el piso y él apretando mi rodilla me daba con las dos manos en la planta de los pies. Me dejó bien enfermo. Recuerdo que no podía andar. Quince días estuve echado, no podía moverme. No me llevaron al tópico.[13]
Era frecuente también que en los traslados externos, conocidos como
"lanchadas", los internos pasaran por un callejón oscuro donde recibían
una golpiza y, enmarrocados, los arrojaban al carro sin saber cual era el
penal de destino. El trato dispensado no tenía, obviamente, ningún
objetivo rehabilitador. Según los mentores del régimen, no
bastaba con la supresión de la libertad sino que además había
que castigarlos hasta el límite de su resistencia. Este sistema, violó
las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos dadas por la Organización
de las Naciones Unidas.
2.22.2. Detenidos y torturados
Los maltratos y violaciones a los derechos humanos en contra de personas
detenidas ocurrieron a lo largo de los veinte años de violencia subversiva.
La dureza de la cárcel sólo es comparable por su gravedad con
los hechos ocurridos en otras dependencias del Estado en los días
que seguían a las detenciones. Estamos hablando de inadecuadas condiciones
en las que se cumplió la detención, así como de los
métodos de "investigación" a los que fueron sometidos los detenidos,
que en buen romance implicaban torturas, y otros tratos crueles, inhumanos
y degradantes. Estos hechos se produjeron en ambientes de la DIVICOTE, JECOTE,
DIRCOTE, DINCOTE, bases y cuarteles militares, comisarías, jefaturas
policiales y centros de detención provisional. Casi la totalidad de
los testimoniantes revela haber sido objeto de alguna forma de tortura, lo
que convierte a esta violación del derecho a la integridad física
y psicológica en sistemático y generalizado, rasgos propios
de los delitos de lesa humanidad. Se incluye en esta parte los hechos ocurridos
en dependencias policiales y militares por ser lugares de detención
referidos constantemente en los testimonios de los internos.
2.22.2.1. Graves violaciones a derechos humanos en dependencias
policiales (DINCOTE, DIRCOTE, comisarías y jefaturas)
Los detenidos cuentan a la Comisión de la Verdad y Reconciliación
que fueron ubicados en celdas pequeñas sin cama ni colchón.
Se les privó de sus alimentos y en muchos casos no se les permitía
utilizar los servicios higiénicos. Los mantenían durante varias
horas con las manos hacia arriba o de cuclillas, o de pie vendados contra
la pared, con la finalidad de causarles una extenuación física.
A esto se le llamaba "el ablandamiento", paso previo a la tortura. Una declarante
señala que al ser detenida y trasladada a la DINCOTE de Lima, fue
ubicada en la celda número 8: "Yo estaba aislada, sólo
había una rendija de 10 por 10 para que entrara el aire. Por varios
días no me dejaron ir al baño, dormía con un periódico
y una frazada que me llevó mi familia después"[14].
Otro declarante refiere que durante su detención en la DINCOTE de
la ciudad de Abancay, fue ubicado en una celda de un metro cuadrado,
"Yo estaba solo en la celda, era de un metro cuadrado, no puedes estirar
ni el pie; (era) chico y era oscuro, no tenía colchón, en el
rinconcito era su baño." [15]
Otros testimonios dan cuenta que sumergían a los detenidos en una
tina de agua o los llevaban al mar e intentaban ahogarlos. Luego los devolvían
a sus celdas completamente mojados, sin posibilidad de mudar de ropas y sin
que se les proporcione frazadas u otro tipo de abrigo. En la DINCOTE de Lima
un declarante recuerda que,
Al tercer día me metían a un cilindro con Ace, luego me golpeaban en las yemas de las manos, luego me dijeron que me iban a hacer "el peluquero", me arrodillaban y con el zapato me golpeaban en el cuerpo cabelludo [...] sentía un dolor horrible [...] en dos momentos perdí el conocimiento [...] me ponían una frazada mojada y hacía frío.[16] El fenómeno de la tortura se fue intensificando a medida que avanzaba el conflicto armado. Examinadas las modalidades empleadas, se advierte la forma rudimentaria de esta práctica en la década del 80, sofisticándose en los 90, al punto de casi no dejar huellas gracias a los envoltorios de jebes, sogas o frazadas que amortiguaban el impacto de los golpes, me llegaron a romper la costilla del lado izquierdo [...] colgaduras, fue después de dos días, primero eran golpes y después nos decían que todo lo que habían oído eran tonterías y que querían cosas más fuertes [...] no les satisfacía con lo que le decía [...] nos comenzaron a atar de las manos y a levantarnos, (las manos) hacia atrás, nos pusieron una especia de un material un plástico, como jebe y nos comenzaron a amarrar y nos levantaron, pensé que me habían roto los brazos, nos tenían en eso y jugaban con corriente, nos pasaban corriente en el cuerpo (..) nos tenían un rato ahí en el piso después de golpearnos y nos despertaban con corriente.[17]
Numerosos testimonios contienen los detalles de la aplicación de estas
modalidades:
2.22.2.1.1. La "tineada"
Esta forma de tortura consistía en sumergir a la persona detenida
en una tina llena de agua. Se la ataba de los pies con una cuerda sujetada
en el techo. Luego la persona era bajada a la tina de agua y subida, sucesivamente.
Una variante de esta modalidad agregaba el uso de una tabla a la que se ataba
al detenido, desnudo y vendado, y se le echaba enseguida a la tina para sumergirlo
una y otra vez en el agua.
En abril de 1993, cuenta un testimoniante detenido en Puerto Maldonado, que
al tercer día, cuando llegaron efectivos policiales del Cuzco, empezaron
a torturarlo,
ellos nos hicieron todo…de lo peor…primero la colgada con las manos atrás amarradas, con la finalidad que aceptaras lo que te estaban diciendo…muchos tenían que reconocer por la tortura…detergente disuelto…lo que le llaman la tiniada…y cargas eléctricas en los genitales…también quemaduras de cigarrillo que aún tengo las marcas…y golpes …las secuelas ahora se van sintiendo…ellos nos dijeron que nos íbamos a pudrir en la cárcel y por eso no temían que sepamos sus nombres, hasta se sacaron la capucha, y nos decían conózcanme…nos pegaban con libros, con varas…unos se hacían los buenos, y otros los malos. [18]
En la estación de la policía de investigaciones de Chincha,
relata una declarante que fue desnudada,
[...] luego que me sacan, escucho que le dice uno al otro, sácale la ropa [...] me sacaron la ropa, me enmarrocaron los pies, pensé que me iban a matar [...] me han levantado y me hundieron al agua ahogándome, me metieron totalmente en algo lleno como colgándome de manos atrás, he sentido que me han metido todo al agua sentí ahogarme no aguantaba más luego me sacaban y me decían que sí, que tú has hablado en la radio[19]. Y agrega,
[...] yo sentía, (que) me sumergían toda la cabeza dentro para que me ahogara, y como se daban cuenta de que yo no respiraba, me sacaron y me decían que me pasaba de viva y otra vez hasta que me atoraba.[20]
Al agua de la tina le solían agregar detergente, ají
y hasta excrementos, lo que provocaba fuerte ardor en los ojos y la garganta
cuando este líquido era tragado. Efectivos policiales de la PIP de
Huaraz, en una ocasión, narra el declarante, lo condujeron a dicha
dependencia en donde fue torturado de varias maneras. En una de ellas fue
echado sobre una tabla de tal forma que su espalda tocaba la madera y su
cabeza sobrepasaba el borde de la tabla, luego lo vendaron, envolvieron con
jebes y atado con una soga: "se supone me pusieron al borde de la tina, y
levantaban la tabla y mi cabeza entraba al agua y al sentir el agua uno siente,
tenía sabor a podredumbre, heces, con ace".[21]
2.22.2.1.2. "Palanqueada" o "pollo broster"
El detenido era colocado en posición decúbito ventral sobre
el piso. Uno de los torturadores se sentaba sobre su cintura y le empujaba
ambas manos hacia adelante; el otro, colocaba la cabeza del detenido entre
sus piernas, tomaba sus manos y terminaba de jalarlas hacia adelante a modo
de palanca. Un testimoniante, detenido en 1990 y llevado a las instalaciones
de la Policía Técnica de Caraz describe la forma en que fue
golpeado y torturado,
me tiraron al piso y me quitaron toda la ropa [...] con los brazos hacia atrás comenzaron a torcérmelos para adelante y en la planta de los pies uno con una vara comenzó a golpear [...] en el suelo, lo que le llaman la palanqueda o pollo broster, porque te ponen los brazos para atrás, uno se arrodilla pone sus piernas entre tu cabeza y agarra los brazos y otro se sienta en tu espalda y empuja los brazos entre dos [...] uno jala y el otro empuja y otro me golpeaba en la planta de los pies.[22]
2.22.2.1.3. "La colgada" o "la pita"
Fue la forma de tortura más generalizada. Una de sus variantes consistía
en colocar a la persona detenida, generalmente desnuda o envuelta en jebe,
sogas o frazadas, con las manos atadas hacia arriba. La soga pasaba por una
especie de polea ubicada en el techo que servía para levantar y bajar
constantemente al detenido. Esta tortura se complementaba con golpes, manoseos,
varazos e intentos de violación en el caso tanto de mujeres como de
varones. Al respecto, un declarante cuenta que en la PIP de Huaraz, una de
las noches en que lo torturaban, fue trasladado a un ambiente en donde los
desnudaron, le ataron las manos hacia atrás y le envolvieron el cuerpo
al parecer con un jebe: "tenían, creo, algo en el techo porque
yo no veía, me amarraron con hilo y estuve colgado con las manos hacía
atrás [...] me preguntaban una y otra cosa que ni siquiera recuerdo,
cada vez que venían y no hablaba simplemente daban un pequeño
jalón al pie y te hacían gritar"[23].
Otro testimoniante le contó a la Comisión de la Verdad, este
escalofriante relato,
[...] me llevaron a otro ambiente donde había una cuerda amarrada al techo, me pusieron los brazos atrás, me vendaron, parecía cuero o jebe, los brazos cruzados hacia atrás, tenía enmarrocados los pies, los cuales con la culata del fusil chancaron las marrocas para que se ajuste lo máximo, yo sentía como si las marrocas me estuviera rompiendo los tobillos.[24]
2.22.2.1.4. Descargas eléctricas sobre el cuerpo
Las descargas eléctricas eran aplicadas en diferentes partes del cuerpo,
especialmente en los genitales, los senos, dedos de manos o plantas de los
pies. Otros detenidos eran previamente desnudados y mojados. Y en ocasiones
se envolvía a la persona en jebes, plásticos o frazadas y luego
se pasaban las descargas eléctricas.
En la JECOTE de Huaraz, un declarante relata que en, "una oportunidad
me han pasado como electricidad, con cable, me echaban agua, me parecía
que era una toalla una frazada, algo así yo estaba desnudo ellos me
sacaban la ropa después me han golpeado con esos cables que estaba
con electricidad"[25].
Otra declarante refiere que fue detenida en julio de 1986 en la ciudad de
Tarma por efectivos del Ejército Peruano del Cuartel de la Oroya y
trasladada a la DINCOTE en Lima. En esta dependencia fue maltratada, la introdujeron
en una tina con agua sucia y le pasaron corriente eléctrica,
"te meten en el agua y después descargas eléctricas, en la
vagina, en las manos y en la espalda"[26].
Y otra recuerda que, "el dolor es terrible y la descarga no es nada
en comparación de las secuelas; se abren rojas las zonas afectadas,
los pezones se te abren y sangran, uno no puede ponerse el brasier por el
dolor, ni caminar bien" [27].
2.22.2.1.5. Intentos de ahogamiento en el mar
En la DINCOTE de Lima, en 1993, un declarante fue torturado en repetidas
ocasiones. Lo llevaban a la playa para interrogarlo e intentaban ahogarlo,
"nos ataron los pies con las manos y nos pusieron la
frazada y nos soltaron al agua [...] ellos agarraban las frazada y nos soltaban
y cuando ya estábamos casi ahogados nos sacaban y nos decían:
"bueno van a hablar o no", teníamos que auto inculparnos, [...] tenía
miedo de morir"[28].
2.22.2.1.6. Violación como forma de tortura
La violación sexual y la violencia sexual, han sido utilizadas como
formas de tortura, tanto contra varones como contra mujeres. Un testimoniante
detenido en la DINCOTE de Lima, contó este pasaje particularmente
dramático,
[...] después de eso, (de tomar una taza de café que le dieron los efectivos policiales) no podía contenerme, se me caían las lágrimas y luego me dijeron "te crees machito", ellos me sacaron la ropa y por el ano me metieron un palo, no sé que más. Mientras eso sucedía me decían que era terrorista, yo acepté todo, firmé papeles, me dijeron que iban a traer a mi madre y hermanos.[29]
Y una mujer narró que cuando se encontraba detenida
en la DINCOTE, fue trasladada a la playa en un vehículo junto con
otros detenidos, la colocaron en el asiento delantero del vehículo
y la desvistieron a la fuerza. Luego la bajaron y en la arena fue violada,
"me violaron ellos y con sus armas. Estaba desesperada
pensando que iba a morir, me senté en la arena con las piernas abiertas
y los brazos doblados. Me insultaban todo el tiempo, y sentía en todo
momento el contacto de cuerpos. Estaban arrodillados sobre mí"
[30].
Luego la arrojaron al mar amenazándola con ahogarla sino confesaba,
hasta que perdió el conocimiento. En otras ocasiones las amenazaban
con violarlas, como lo ocurrido en la DINCOTE en julio de 1989,
[...] me amenazaban con violarme, me metían la mano en mis partes genitales y no uno, varios, no podía defenderme y como no podían violarme me vejaban y puso su pene por la cara, querían que abra la boca, es humillante y eso era cada vez que me interrogaban, yo tenia 18 años [...] me decían terruca; no abres, con cuántos te habrás acostado [...] me decían que me iban a probar y que iba a probar lo que era rico y me cacheteaban, puñetes en el estomago y en la espalda, golpes contra la pared y enmarrocada, tanto eran los golpes que arroje sangre por la boca y la nariz.[31]
Otras formas de tortura practicadas fueron la del
"teléfono" y "el potro". Muchas veces estas torturas se llevaron a
cabo en ambientes especialmente preparados para ello, lo que demuestra que
respondía a un patrón de comportamiento. Otras se cometieron
también en jefaturas policiales y comisarías como la de San
Martín de Porres.
2.22.2.2. Violaciones a derechos humanos en dependencias
militares (bases, cuarteles)
2.22.2.2.1. Inadecuadas condiciones de detención
Los detenidos en la Base Militar de Chorrillos (DIFE) declararon haber sido
ubicados en ambientes que anteriormente habían sido usados como establo
para los caballos. En Juanjui, los detenidos en el cuartel del ejército
fueron metidos en una especie de reservorio pequeño, "me pusieron
en un hueco de cemento, era como un reservorio pequeño, estaba solo;
en la noche me echaban agua, era puro cemento y como tenía mi cuerpo
pegado a la pared me agarraban del cabello y me golpeaban contra el muro.
Era un cuadrado, una especie de depósito donde se guardaba agua o
algo. Estaba sentado no podía estar parado"[32].
Y en el cuartel de Huánuco ocurría lo siguiente: "me
depositan en el calabozo que se llama el bote, es un hueco con tapa tipo
buzón [...] era pequeño, cuando estás sentado no podías
estirarte tus pies, no lo puedes estirar en cuclillas nomás puedes
estar" [33].
Con relación a los alimentos, a diferencia de la DINCOTE y/o dependencias
policiales, las bases militares tenían asignadas raciones para los
detenidos, sin embargo, los alimentos eran de mala calidad, "la comida
(era) de la tropa, una comida de porquería que uno tenía que
comer, pero en fin horrible, [...] venía cuatro cinco pescaditos,
cabecita con espinas, como los que los traían eran los perros [...]
ellos se lo comían todo"[34].
En las bases y cuarteles militares, al igual que en las dependencias policiales,
no hubo una fiscalización de parte de alguna autoridad sobre las condiciones
en las que permanecían los detenidos.
2.22.2.2.2. Torturas y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes
Varios de los declarantes que permanecieron detenidos en alguna dependencia
del Ministerio de Defensa, señalaron que eran trasladados de una base
o cuartel a otro, generalmente en helicópteros. En el trayecto fueron
objeto de intentos de lanzamiento de la nave. Otros aseguran haber sido lanzados
atados de una cuerda. Al respecto una declarante refiere que cuando fue detenida
junto con varias personas en mayo de 1982, fue trasladada a un cuartel acantonado
en la localidad de Vizchongo, Cangallo, Ayacucho. Durante el traslado en
el helicóptero hacia la base la empujaban y la jalaban preguntándole
dónde estaba la guerrilla y las armas.
Un declarante, detenido a los 19 años de edad, en junio de 1992, cuenta
que en el cuartel del ejército de Juanjui, fue torturado y arrojado
a un río. Lo metieron a un costal de polietileno, atado con las manos
hacia atrás y luego lo tiraron al agua,
[...] yo sentía que flotaba, como el costal era de polietileno que demora en meterse al agua; claro que había oxigeno dentro, habrá demorado unos diez o quince minutos adentro del agua y sentía que flotaba, cada vez entraba el agua y se hacía pequeñito el ambiente del oxigeno [...] no tenía las fuerzas para mover los brazos y comencé a agitarme cada vez más y era momento de votar pura agua, habré demorado en el agua no sé porque pierdo el conocimiento.[35]
Las secuelas de las detenciones y del encierro se
manifiestan en la salud física de los internos. Padecen con frecuencia
dolores a la columna, a los músculos, adormecimientos de las extremidades,
tuberculosis, úlceras. Otros muestran los tabiques rotos, la visión
debilitada y severos problemas bronquiales. Hay, igualmente, problemas de
salud mental y otros de tipo familiar y social.
2.22.2.2.3. Tortura psicológica
Además de las torturas físicas, los detenidos también
fueron sometidos a torturas psicológicas.
2.22.2.2.3.1. Detención de familiares (esposa,
hijos, padres, hermanos)
El testimoniante dio la dirección donde vivía, pero al llegar
la policía encontraron el cuarto sin sus cosas, porque la dueña
de casa lo había retirado al enterarse que estaba detenido, por lo
que la policía detuvo al dueño de la casa a su esposa y a su
hija de 15 años, llevándoles a la comisaría de Jaén,
donde le amenazaron con violar a su hija, si acaso no declaraban como ellos
querían.[36]
"Me amenazaban con que mi hijo iba a ir a parar al grupo Rodrigo Franco, y que si llegaba allí ya no lo iban a encontrar e inclusive yo iba a ir a parar a manos de ellos, y si llegaba a allí, ya nadie me iba a encontrar".[37]
El año de 1990, detienen a mi hermana Haydee Gómez Paquiyauri, 11 días en la DINCOTE, esto para presionar a su hermano para que se auto inculpe".[38]
Ante mi rehusamiento, los policías pasaron
a usar otro método del chantaje y la tortura psicológica amenazando
detener a toda mi familia y meter en prisión a mi esposa y a mi hijo
a un albergue infantil, lo cual también rechacé, nos reunieron
en un local acondicionado donde había en todos los alrededores micrófonos
escondidos, a mi esposa y mi hijo de apenas 3 años para que conversáramos
sobre nuestra situación, y para que recapacitemos sobre nuestros hijos
y familiares. Pero su treta tampoco les dio resultados porque lo que oían
eran los reproches y las imputaciones e infamias que estaban cometiendo con
nosotros, sin embargo, mi esposa y mi hijo seguían detenidos 10 días
en la misma celda.[39]
2.22.2.2.3.2. Amenazas de tortura contra familiares
la policía me detiene cuando vivía en Comas en el Km. 18 y medio, primero han detenido a mi esposa "R. I. T. C.", a mis dos hermanos "A. L. R." de 22 años y "F. L. R." de 24 años, a mi padre "H. L. R." para chantajearme, el pretexto era que me auto inculpara"[40].
Allí los maltratos y torturas combinaron
golpes físicos, desde patadas en todo el cuerpo, ser colgados de los
brazos, y algunos sometidos a electricidad, así como maltratos psicológicos,
chantajes como afectarlos y detenerlos a sus padres. El declarante manifiesta
"muchos declararon y afirmaron lo que la
policía quería escuchar".[41]
Ingresaron a mi domicilio con armas de
largo alcance y lo detuvieron junto con su hermano menor, los golpearon,
no les permitían hablar, ni explicaban el motivo de detención.
Asimismo le golpearon a su madre por interceder en la detención de
sus hijos". Un efectivo dijo, refiriéndose a su esposa:
"A esa chola también hay que llevarla. Son terroristas. Si hablan
hay que matarlos. Si nos siguen hay que desaparecerlos".[42]
2.22.2.2.3.3. Mostrar a familiares desnudos
o en momentos en que eran torturados
Fue conducido junto a su esposa al mar, donde fue desnudado y duramente torturado,
al igual que su esposa con los ojos vendados y las manos amarradas a la espalda.
Le hicieron escuchar cuando interrogaban a su esposa y le decían,
"Habla terruca de mierda, porque tu esposo ya nos dijo la verdad,
Alcanzo a oír que le respondía, "yo no sé nada, no sé nada, si mi esposo ha hablado, el problema háganlo con él, yo quiero ver a mis hijos", y después le quitaron la venda de los ojos y vio que su esposa y él estaban completamente desnudos, boca abajo y con las manos atadas hacia atrás, sobre la arena. Uno de los policías le dijo, "mira compadre no queremos hacerte daño, solamente quiero que nos digas dos cosas... y te vamos a dar libertad a ti a tu señora"[43], y al ver que no tenía nada que decir violaron sexualmente a su esposa y a él lo golpearon duramente hasta que perdió el conocimiento.
A su esposa la ponen en libertad, luego
de 11 días, después de haber sido ultrajada en presencia del
declarante.
Otro testimoniante narra que, "un día en mi presencia violaron
sexualmente a tres chicas, a cada una la violaron más de 30 soldados,
luego las mataron cortándoles con una motosierra sus miembros y desaparecieron
sus cuerpos"[44].
El declarante fue enseguida amenazado con ser asesinado de la misma forma.
2.22.2.2.3.4. Escuchar los gritos de otros
torturados
[...] en la JECOTE le torturaron, le torcieron los brazos por encima de la cabeza, le colgaron, le trataron de ahogar y le aplicaron descargas eléctricas en los genitales. Escuchaba ruidos y gritos, por lo que cree que a otros detenidos también se les torturaba.[45]
2.22.2.2.3.5. Escuchar el llanto de sus
hijos menores
Un declarante precisa que, además de la tortura física, le
aplicaron tortura psicológica, haciéndole escuchar grabaciones
en las que sus hijos lloraban y le pedían que diga la verdad: Han
sido 5 días de tortura física, después viene la presión
psicológica, "me decían 'si tú no
reconoces, se va a joder tu padre y tus hermanos y el carro se lo vamos a
quitar', es allí cuando me auto inculpo, y acepto que apoyaba"
[46].
Otra detenida, declara,
[...] (En DINCOTE), le dijeron que le habían hecho seguimiento, le mostraban fotos entrando a la clínica con su papá, otra foto en Zárate en una capilla, pero igual la detuvieron, durante un mes, no tuvo maltrato físico, pero sí maltrato psicológico, la amenazaban con llevar detenido a su padre quien se encontraba internado en la clínica Internacional, y su padre murió cuando estaba aun en la DINCOTE.
El maltrato psicológico consistía en hacerme escuchar el llanto de mi hijo a quien todavía estaba lactando y cuando solicitaba que me llevaran donde mi hijo me decían que no estaba allí, insistiendo siempre para que diga dónde estaba.[47]
2.22.2.2.3. Condiciones de salubridad
en los penales
El hacinamiento, la estrechez de las celdas y la poca atención que
la autoridad penitenciaria ponía en los servicios, hizo que las condiciones
de salubridad de las cárceles fueran las peores. Una detenida en la
base militar de La Joya manifiesta con rabia que "hubo condiciones siniestras",
y señala que en su celda de detención debía llamar a
un custodio para que jalara la palanca del inodoro luego de hacer sus necesidades
fisiológicas, pues ésta no se encontraba al alcance de sus
manos; igualmente tuvo que depender de él hasta para que le alcanzaran
su toalla higiénica. En algunos casos la cohabitación de dos
personas se tornó problemática, por decir lo menos. En Chorrillos,
una testimoniante relata que ella y su compañera de celda se vieron
en apuros cuando les privaron del agua teniendo a un bebé en la celda.
Situaciones como éstas se presentaban tanto en penales acondicionados
como en los que fueron construidos para internos por terrorismo. Las celdas
no consideraban la necesidad de servicios higiénicos.
A continuación algunos testimonios que revelan esta situación:
o Establecimiento Penitenciario de Régimen
Cerrado Miguel Castro Castro (Canto Grande)
La colocaron en una celda con dos personas en un primer momento y después
de algunos días con cinco. Además de la incomodidad de la que
sufrían, no les permitieron tener agua en la celda.[48]
Estaban en celdas bipersonales pero era compartida por tres personas en un
espacio de un metro y medio por tres. El baño estaba en la misma celda.
[49] Estuve reducido, a tres internos por celda, en una celda pequeñísima
que habían hecho de 2 metros cuadrados. Allí dormías,
allí comías, allí te bañabas, allí defecabas,
hacías todas tus necesidades allí, allí trabajabas.[50]
o Establecimiento Penitenciario de Régimen
Cerrado Especial de Mujeres de Chorrillos
Había habido una interna que había dado a luz, tenía una bebita y la ponen a vivir conmigo. ¡Imagínese! si ya era difícil acostumbrarnos a vivir en un espacio tan reducido, encerradas 23 horas y media. Mucho más difícil se nos hizo vivir con una criatura, con una recién nacida. A veces, a la bebita le daba cólico de gases. No teníamos nada, absolutamente nada que darle, porque la chica no tenía ni termo, porque no nos permitían ni termo. En la jarra recibíamos agua hervida, porque venía la jarra del medio día, nos daban una jarra de agua. [51]
Cuenta una interna que en una celda diseñada para dos personas vivían
seis. Eran celdas oscuras y húmedas y tenían incorporado el
baño. "También son muy frías porque las ventanas que
se encuentran enfrente de cada una, han sido diseñadas de tal forma
que el aire ingresa por el suelo, sólo le daban dos frazadas a cada
interna en el invierno."[52]
Totalmente oprobioso… Comienza a funcionar el año celular… Metida en un cuartito chiquitito para dos personas… Después me van hacinado con tres personas más, una dormía en el suelo, así rotábamos. No había ningún tipo de aseo… totalmente represivo, terrible, no podíamos dar un paso más acá o más allá… La cárcel de Chorrillos era la más represiva y retrógrada en el trato. Dice que era como una especie de venganza.[53]
o Establecimiento Penitenciario
de Sentenciados de Ica (Cachiche)
Durante 15 días no les fue dada agua ni ropa; las presas que se encontraban
en dicho penal, compadeciéndose, ayudaron a las recién llegadas
brindándoles comida, agua y sus propias ropas.
En el mes de setiembre llega al penal, en calidad de director, un capitán llamado Canchesto Vargas quien… nos restringía el agua, la comida y las visitas, tapió todas las ventanas y, cuando producto de ello se desató una epidemia entre las internas…[54]
o Establecimiento Penitenciario
de Sentenciados de Trujillo (El Milagro)
Allí no había penal de máxima seguridad, pero había
un pabellón adecuado, era el tercer piso y cada celda que era para
cinco, habíamos quince… me tocó dormir cerca al baño".
"Refiere que la celda era aproximadamente de dos metros y medio por tres,
había cinco camas, dormían dos internos en cada cama y 5 dormían
en el piso. Dentro de la misma celda estaba el baño.[55]
o Penal de Chiclayo
Refiere un testimoniante que este penal, ubicado a 3 cuadras de la plaza
de armas, había sido anteriormente una hacienda y que sus caballerizas
habían sido acondicionadas para los sentenciados a penas altas:
"Eran de este tamaño, donde cabía una cama. Era la cama y un
pedacito así, donde solamente se podía parar. Lo único
que habían hecho nada más era ponerle piso, cemento y tenían
la forma de una tumba, no tenían ni baño, nada, o sea una no
se podía parar dentro de la celda, no se podía caminar dentro
de la celda" [56].
En estas celdas permanecía 23 horas y media del día,
"Nos sacaban en la mañana, media hora solamente para bañarme,
hacer nuestras necesidades, lavar nuestra ropa y media hora de patio que
nos correspondía. En la celda teníamos que tener un bacín.
En ese lugar estábamos todo el día, comíamos, dormíamos
y hacíamos nuestras necesidades. ¡Era terrible!"[57].
o Establecimiento Penitenciario
de Picsi (Chiclayo)
Estuvo detenida bajo "duras condiciones de carcelería". Todos permanecían
en celdas bipersonales oscuras que estaban en el sótano y no se le
permitió salir a tomar sol durante tres meses. No tuvo visitas porque
estaban prohibidas, tampoco se les permitía leer ni desenvolverse
en ningún trabajo. "Los alimentos eran pésimos y no había
atención médica"[58].
Respecto al trato y condiciones carcelarias una testimoniante dice que estaba
en una celda bipersonal, "Teníamos media hora de patio, no teníamos
luz en el día y era un lugar oscuro… No teníamos agua… uno
tenía que buscar su envase para recoger el agua, un envase de 5 galones
o sea que equivale a 30 litros… para demorar dos o tres días para
utilizar para bañar, tomar…" [59].
o Establecimiento Penitenciario
de Sentenciados Régimen Cerrado de Máxima Seguridad de Yanamayo
(Puno)
No había agua. Venía de 6 de la mañana a 10 de la mañana,
pero había veces que no había agua, por ejemplo, en tiempos
de heladas. Se congelaban las cañerías y no llegaba agua. A
veces nos pasábamos con 2 baldecitos. Poníamos los bidones,
se cerraba, por donde desaguaba el patio, cerraba y se acumulaba ahí
en el patio. De eso se recogía con los bidones para echar en los baños
y era vivir con 2 baldecitos de agua, hasta 6 días. [60]
Vivíamos dos personas en una celda… para asearnos. Lo usábamos para lavar los utensilios que usábamos para comer y después para echar en el baño, porque ahí mismo nos ocupábamos en el baño y peor usábamos el agua para lavar las cosas o para hacernos un lavado, así ligero y echábamos con las justas unas tacitas de aguas y el olor del baño era horrible. Era insoportable el olor, le decíamos 'sáquennos, porque el olor del baño es insoportable, mire que no hay agua, aunque sea al pasadizo. Eso era lo más terrible, estar encerrados ahí con el frío y el olor del baño. [61]
Si llovía había agua, si no, nada. Poníamos nuestro balde esperando a Dios que nos de agua para lavarnos la cara.[62]
o Base Aérea de La
Joya (Arequipa)
En la base militar hubo condiciones siniestras, el principio de que no viéramos,
no escucháramos, que no habláramos, es decir de eliminar los
sentidos y toda la capacidad para trabajar, para pensar, era el mismo objetivo
que tienen en Guantánamo; no poder jalar la palanca del excusado cuando
lo necesitaba, que no pudiera hacer uso del agua cuando me fue necesario,
de poder echarme cuando tenía ganas, sino actuar como un animalito,
dependiendo de otro, del que recluye, incluso para usar una toalla higiénica…[63]
2.22.3. Intramuros
2.22.3.1. La cárcel
como escenario del conflicto armado
Como era previsible, los senderistas, a medida que fueron cayendo presos,
procuraron trasladar el partido a la cárcel. Lo que no estaba en los
cálculos de nadie es el valor político que Abimael Guzmán
le asignaría a la permanencia de sus partidarios tras las rejas. No
solamente instrumentalizaría la vida exigiendo cuotas de sangre sino
también la libertad. La cárcel era una línea más
de batalla, quizá privilegiada por su visibilidad y contacto con el
Estado; en ella el partido debía demostrar su consecuencia, resistiendo
los rigores del régimen y mitificando el encierro. Pese a los altos
muros que rodean las prisiones, los senderistas se las ingeniaron para estar
continuamente en el ojo de la prensa y de la opinión pública.
No fueron pocos los gestos de disciplina y de superioridad mostrados con
el fin de no ser vistos como presos comunes. Pero también como forma
de enviar mensajes de sacrificio hacia los que combatían fuera.
La estructura del partido se mantenía de una forma tan jerarquizada
que incluso en El Frontón los miembros del ejército guerrillero
popular recibían una mejor alimentación para estar más
fuertes en caso de que hubiera enfrentamiento. Pero de toda su rutina carcelaria
fue la educación la expresión más fuerte. Las "escuelas
populares" que se habían constituido desde años antes en la
ciudad y en el campo como mecanismos de concientización y de integración
de militantes a partir del análisis de sus problemas locales, y como
instrumento de distribución de cuadros en los organismos autogenerados
y en el propio ejército guerrillero popular, les sirvió en
la cárcel como eje de irradiación de su ideología y
de captación de nuevos militantes. Le dedicaban muchas horas a la
lectura y al adoctrinamiento procurando sobre todo nivelar políticamente
a la gente que ingresaba con una formación muy pobre. Rendían
exámenes en muchos casos con una inconfundible letra de imprenta,
sobre materias propias de su ideología. El marxismo, en versiones
rudimentarias, era impartido con la certeza con que se transmiten dogmas
pétreos en un escenario acrítico. En Castro Castro, los llamados
"jueves culturales", hombres y mujeres se reunían en uno de los pabellones
y representaban escenas muy realistas de asesinato de policías, derribamiento
de torres, coronadas por discursos políticos de aleccionamiento, en
una especie de escalofriante teatro pedagógico.
Sobre la forma de vida de los senderistas en El Frontón durante los
primeros años de la guerra, cuenta W. Zabarburú, ex interno:
"SL organizaba su vida
como partido y tenía un férrea disciplina y bastante eficaz,
al interior" "Diariamente se podían ver grupitos pequeños que
se encerraban y hacían escuelas, escuelas de militantes, que leían,
discutían, y tercero, SL desarrolló lo que ellos llamaban "formas
de lucha", pues ellos consideraron la prisión como la "luminosa trinchera
de combate", pues así como había combatientes que luchan en
el campo, en la ciudad, ellos luchaban dentro de la prisión y desarrollaban
la guerra en condiciones de prisión, contra el Estado. Consistió
en desarrollar una permanente sistemática y cotidiana acción
de agitación" [...] "SL andaba en permanente guerra con el Estado".
En la cárcel el partido era la estructura que los cobijaba a todos
y la escuela el medio de generar cohesión ideológica, autoafirmación
en la presunta justicia de su causa y lealtad a los líderes, especialmente
a Abimael Guzmán, considerado depositario de la última palabra
en todos los aspectos de la vida. Fundidos en el partido e indiferenciados
por la ideología, casi no quedaba espacio para la vida privada y,
por consiguiente, para ensayar alguna duda razonable sobre su pasado o su
presente.
2.22.3.2. La doble cárcel
La extrema intolerancia mostrada desde sus inicios se reprodujo en las relaciones
con los otros internos. Un interno cuenta que desde que llegó fue
presionado para organizarse internamente, en una oportunidad lo amenazaron
con golpearlo físicamente si no lo hacía y tuvo que pedir cambio
al pabellón piloto. Este testimonio coincide con el de dos internas
que en un penal distinto relatan el infierno que ha sido soportar las discusiones
entre "acuerdistas" y "felicianistas" y resistir el trato hostil por no ser
parte de sus grupos. Porqué no piensas como nosotras, eres una renegada,
una arrepentida. Hay personas en los otros pabellones que están sometidas
por el temor a que las traten de arrepentidas. No les dejan desenvolverse
por sí mismas, relatan. El penal, además de privar de la libertad
al procesado o sentenciado y someterlo a partir del año 1992 a reglas
extremadamente duras, se convirtió en un escenario de doble carcelería
para muchos de los internos. No sólo había que soportar el
encierro sino, además, los actos continuos de hostilización
que los presos por delitos de terrorismo y traición a la patria del
Partido Comunista del Perú, el PCP-SL, realizaban en contra de los
que no pensaban como ellos.
Aproximadamente unos sesenta presos provenientes de partidos de izquierda
como Patria Roja, Bandera Roja o MIR fueron, a partir de 1981, en El Frontón
y Lurigancho, hostigados de diversas maneras dada la proximidad física
y la ausencia de control, a lo que los internos denominaron "la doble cárcel",
en vista que se trataba de un castigo adicional.
Después de El Frontón llegamos a diferenciarnos físicamente de ellos, separándonos y dividiéndonos en un lugar que decíamos "El chaparral". Eso significaba salir del pabellón azul porque éramos sometidos a cierta coacción de parte del PCP-SL. Había mucha presión psicológica por imponer su móvil y género de vida, cuando en realidad no se condecía con como debía ser la practica de los detenidos políticos. Pero eso yo estoy hablando del 82, 83.[64]
En otro testimonio se agrega,
"Los senderistas tenían
un delegado de sus filas que dirigía el pabellón y que algunas
veces llamaban a todos los reclusos a gritar, cantar o reunirse".
[65]
Señala que, si bien algunas veces participaba de dichas actividades,
en otras ocasiones había formas de evitarlas argumentando que estaba
enfermo a causa de la comida. Cuenta además que, "todos hacían
limpieza, todos cocinábamos, todos cargábamos agua para vivir,
nadie se exceptuaba salvo algunos dirigentes como por ejemplo Morote, a ellos
prácticamente había que atenderlos como a patrón".
La hostilización sistemática tenía como objetivo aplicar
presión sobre los internos para que cierren filas con el PCP-SL. En
algunos casos la intolerancia tenía forma de agitación y propaganda
pero, en otras, recurrían al insulto, al chantaje y al amedrentamiento,
incluso de familiares que llegaban al penal en los días de visita,
"Llegué a Castro
Castro en abril de 1995, ingresando al pabellón 2 B donde permanecí
todo el año 1995 y 1996 y todo este tiempo sufrí presiones
de parte de los internos organizados. En ese pabellón a veces me decían
que era felicianista o Proseguir, luego fui trasladado" [66].
Otra interna cuenta,
Pidió estar en una celda sola, al saber esto las internas le comenzaron a decir traidora, que estaba traicionando la... quería estar sola... y le dijeron que iba a hacer escarmiento con ella, porque era "un mal ejemplo y otras chicas mas podían seguirme"...Su política era que todos me vieran mal, la policía, el Director y ellos mismos por mala conducta y hablaban con los demás internos, corrían todo tipo de informe, que era una soplona, que era la... me amenazaban, me insultaban y también comenzaron a hostigar a mi familia. [67]
Al llegar al penal -relata
una interna- que fue acosada por una reclusa que la conminaba a definirse
como miembro del PCP-SL. Ante su negativa fue aislada y acusada de tener
TBC, "Ellas marcaron todos mis utensilios para la comida y me prohibieron
realizar cualquier otra actividad. Era considerada como nada" [68].
El examen médico que se hizo, para descartar la TBC, arrojó
negativo. Sólo las oraciones, dice, la ayudaron a soportar las humillaciones.
Todo esto ocurría en el pabellón B, donde se encontraban concentradas
las reclusas que pertenecían al PCP-SL.
[...] creen que tienen la verdad absoluta, pero hay otras verdades. Creen que la realidad es la misma, y no es así. Es para volverse loca, [...] se creen dioses, repiten sus consignas.
Otra interna cuenta
que fue recluida en el penal Miguel Castro Castro, donde estuvo 15 meses,
allí,
[...] me di cuenta que mi apreciación del 87 fue superficial, y que realmente lo que hay en el penal era una dictadura y no un mundo justo, y fui más presa de ellas que de la policía, si no pensabas igual que ellas, tu pasabas a ser un enemigo, si tú preguntabas estabas en contra y ya me encontraba embarazada, en esa época tenía que cuidarme de la policía y de las internas. [69]
El PCP-SL desarrolló,
además, una campaña de hostigamiento y provocación sistemática
contra la Guardia Republicana, incluso contra los empleados civiles. Esta
hostilidad incluía gritos cotidianos de consignas como "guardia republicana
carne de cañón", caldeando los ánimos de los guardianes,
ya bastante alterados por los aniquilamientos a mansalva de efectivos policiales
en las calles de Lima y otras ciudades.
2.22.3.3. Los desvinculados
Pese al predominio del Partido Comunista del Perú, el PCP-SL, dentro
de las cárceles, y la presencia menos numerosa y menos beligerante
de integrantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, quienes,
además, reclamaban para sí un perfil político propio,
se dieron procesos de desvinculación ideológica y partidaria.
De más de mil cien testimonios tomados en los penales, se pudo comprobar
que aproximadamente el 50% de los internos se han desvinculado de las organizaciones
subversivas a las que pertenecieron. Son gente que ha tomado distancia ideológica
y partidaria del PCP-SL o el MRTA en algunos casos antes de caer detenidos
pero en la mayoría de ellos mientras purgaban sus condenas. Aseguran
en sus testimonios que ahora responden por sí mismos y que están
dispuestos a pasar a un nuevo momento histórico en el que la lucha
armada ya no tiene lugar.
En algunos casos la desvinculación se fue produciendo en la medida
que descubrieron la crueldad de muchas de las acciones calificadas de revolucionarias
y que no eran sino asesinatos, en su mayoría de población civil
indefensa. Comprobar que el partido asesinaba los alejó para siempre
y los llevó a recusar el proyecto violentista. En otros casos, han
sido las discrepancias ideológicas el móvil del alejamiento.
Pero también hubo quienes se acogieron a los beneficios del arrepentimiento
para ganar su libertad.
El PCP-SL impuso sus reglas de organización pasando por encima de
las circunstancias individuales de los internos. En la comida, por ejemplo,
había quienes por sus dolencias gastrointestinales requerían
una dieta especial que sus familiares les traían con esfuerzo, sin
embargo, todo era centralizado a la fuerza, "pedí mi traslado
de pabellón, pues no compartía la forma de vida con los senderistas
organizados, sobre todo el compartir con las personas del pabellón
todo lo que mis visitas me traían" [70].
No coincidir con sus ideas o retrazarse en las tareas encomendadas daba lugar
a agresiones como se puede ver en los dos siguientes testimonios,
Luego se conformó un grupo de 20 internos que no querían mantenerse
en ese pabellón, ya que era organizado, por lo que pidieron al Director
del Penal que los cambiase de pabellón. Ante esto los organizados
de ese pabellón los agredieron físicamente.[71]
Cuando es trasladado al penal Miguel Castro Castro, los subversivos organizados
lo golpearon por no aceptar órdenes y acciones que tomaban como grupo,
y que además no es el único caso de este tipo, por lo que el
INPE lo reubicó en el 6A, pero allí lo rechazaban y se ha reubicado
en el 6B.[72]
La experiencia más interesante de desvinculación se dio en
los pabellones piloto de Castro Castro. A fines de 1994, unos cincuenta internos
decidieron desvincularse de los organizados y de sus prácticas políticas.
Encontraron, felizmente, en los agentes pastorales de diversas iglesias,
el apoyo y la comprensión que requerían para afianzar su desvinculación.
Hoy son aproximadamente doscientos los que están en esta situación.
Para el propósito reconciliador de la Comisión esta experiencia
resulta enormemente aleccionadora. Un interno del penal Castro Castro, reflexiona
de esta manera, "había tres prisiones, la prisión de
las rejas de la autoridad, la prisión de los grupos organizados y
la prisión mental para salir de las ideas que te habían conducido
a las rejas, por eso la primera libertad que conquisté fue la libertad
de mi conciencia dentro de las tres cárceles" [73].
En los primeros años de la década del ochenta había
población penitenciaria perteneciente a grupos de izquierda no senderista.
Un testimoniante cuenta que, "Lo que no se sabe es que el grupo de izquierda
nunca llegamos a comulgar con la metodología de el PCP-SL. Hacíamos
una lucha interna al interior de los penales, o sea armamos un comité
de presos políticos al interior, de una lucha ideológica política
bien fuerte por reprobar esos métodos que nos parecían bárbaros
y que no tenían nada que ver respecto a las leyes humanitarias". También
llegaron a separarse físicamente de los senderistas y trasladarse
a otro pabellón. "Eso significó salir del pabellón "Azul"
porque éramos sometidos a cierta coacción de parte de sendero.
Había mucha presión psicológica por imponer su móvil
y género de vida... yo estoy hablando del 82, 83". "El comité
creció hasta tener 187 participantes a fines del 84. Esto provocó
una tensión fuerte con los senderistas que desarrollaron una política
como la del Frontón: considerar que Lurigancho también era
una trinchera de combate"[74]. William Zabarburú manifiesta que "la
separación de los senderistas fue importante y premonitoria porque
logró salvar la vida de los "compañeros", pues sospecha que
cuando se dio la masacre de los penales pudieron haber muerto todos; también
los no senderistas. Dice él que hay testimonios de quienes estuvieron
presos en el otro pabellón durante esos momentos que fueron testigos
silenciosos, casi impotentes para evitar lo que ocurrió en el pabellón
industrial".
2.22.4. Obligado aprendizaje
2.22.2.4.1. El INPE y las políticas penitenciarias
En 1980 cuando los establecimientos penitenciarios del país empezaron
a albergar internos e internas acusados por el delito de terrorismo y luego
por traición a la Patria, la seguridad y la administración
de los penales se encontraba a cargo de personal del Instituto Nacional Penitenciario
(INPE). El régimen aplicable a dichos internos era similar al de los
acusados por delitos comunes, es decir, tenían derecho a permanecer
en los patios, las visitas no se encontraban restringidas, etc. En 1991,
con la dación del decreto legislativo Nº 734, se autorizó
el ingreso de las Fuerzas Armadas a los establecimientos penitenciarios,
"cuando la situación imperante en dichos establecimientos provocadas
o propiciadas por acciones de la delincuencia terrorista desborden el control
del personal encargado de la custodia interna y externa de los mencionados
Centros de Reclusión". Posteriormente, en 1992, cuando el régimen
penitenciario varió con la dación del Decreto Ley Nº 25475,
tornándose restrictivo en el ejercicio de los derechos de los internos
e internas acusados por los delitos de terrorismo y traición a la
Patria, la Policía Nacional del Perú, ingresó a los
establecimientos penitenciarios del país para encargarse de su seguridad.
El personal del INPE que se encontraba a cargo de la seguridad de los establecimientos
penitenciarios, fue sustituido por personal policial, pasando los primeros
al área administrativa de los penales. El Órgano de Tratamiento
de cada penal lo integró únicamente personal del INPE; y la
seguridad interna y externa corrió a cargo de personal policial.
Luego de varios años, progresivamente, personal del INPE recobró
las labores propias de vigilancia de la seguridad en los penales, empero,
ya se veían casos en los cuales aquellas labores eran compartidas
por su personal y el de la PNP, generalmente en penales ubicados en el interior
del país, como es el caso del penal de Huamancaca en Huancayo. Los
penales que albergaban a un gran número de internos por delitos de
terrorismo y traición a la Patria, los de Lima principalmente, estuvieron
a cargo de personal policial, bajo criterios de seguridad máxima.
2.22.4.2. Los comités
de familiares
La experiencia de los comités de familiares de internos por delitos
de terrorismo y traición a la Patria en el Perú, se inició
en el departamento de Lima, cuando la mayoría de internos se encontraban
recluidos en el penal de El Frontón. No se tiene una evidencia que
estos comités se generaran en los departamentos del interior del país,
a pesar que un número también considerable de los internos
e internas se encontraban recluidos en penales como el de Ayacucho.
En Lima, el primer comité que se formó fue el "Comité
de Familiares de Presos Políticos". Aprovechando los viajes en lancha
hacia El Frontón, los días de visita, advirtieron que varios
de ellos provenían del interior del país, muchos tenían
poco o nulo conocimiento acerca de aspectos legales concernientes con el
proceso judicial de sus familiares y muchos otros volvían en su busca
luego de una larga temporada en la que por razones económicas no habían
podido viajar. Fue en estas circunstancias que comenzaron a agruparse, con
la finalidad de apoyarse en aspectos legales y económicos, principalmente.
No todos consideraron conveniente sumarse a este comité. Un grupo
pequeño de familiares buscó diferenciarse de los que agrupaban
a familiares de subversivos del MRTA y especialmente de los llamados "organismos
generados" de el PCP-SL. Se dirigió a la Comisión Episcopal
para buscar ayuda tanto económica como legal siendo amparados y, en
septiembre de 1982, formaron el "Comité de Familiares de Presos Políticos
de Izquierda Unida Independiente", integrado por 30 personas aproximadamente.
Este comité también brindó ayuda legal a familiares
de provincias, especialmente a los que eran analfabetos. Formaban comisiones
para acudir a los medios de comunicación o hacer seguimiento de los
procesos judiciales. Así mismo, conseguían materiales para
la realización de trabajos manuales y, en general, realizaron acciones
tendientes a lograr mejorar la calidad de vida de sus familiares presos.
El comité funcionó 8 años más, luego de su formación.
Posteriormente, se han creado otros comités o agrupaciones de familiares
de personas internas en los establecimientos penitenciarios como el "Comité
de Familiares de Presos Políticos, Prisioneros de Guerra y Desaparecidos",
la "Asociación de Familiares de Desaparecidos y Víctimas de
Genocidio" (AFADEVIG) y la "Asociación de Familiares de Presos Políticos
del MRTA", que actualmente realizan labores tendientes a la ayuda legal,
primordialmente, de sus familiares detenidos. Cabe señalar también
que los familiares de internos que alegan ser inocentes de los delitos de
terrorismo y traición a la patria por los que fueron condenados, han
estado y están presentes en la lucha por lograr la excarcelación
de sus familiares y mejores condiciones de reintegración a la sociedad,
aunque no estén formalmente constituidos como asociación.
2.22.4.3. Reconciliación
y propuestas
En octubre de 1993, Abimael Guzmán, admite que su captura y la de
varios miembros de la dirección del Partido Comunista del Perú,
el PCP-SL, constituyen un golpe muy duro a su organización, afectando
substancialmente las condiciones para continuar la guerra popular. Públicamente,
Guzmán propone un acuerdo de paz. Hoy esa propuesta ha sido reformulada
como "solución política a los problemas derivados de la guerra",
y en ella se plantea la revisión de sus expedientes y acceso al régimen
penitenciario común, amnistía general en función a una
futura reconciliación nacional, cierre de los penales de Yanamayo,
Challapalca y base naval del Callao, revisión de la legislación
antiterrorista, entre otras.
En la actualidad hay, aproximadamente, 2000 internos por terrorismo con condenas
diversas, incluida la cadena perpetua. En mérito a una sentencia del
Tribunal Constitucional, muchos de ellos están siendo vueltos a juzgar.
Los problemas en la administración de los penales, en el régimen
y el tratamiento penitenciarios, no han cesado. Como no ha cesado tampoco
el accionar del PCP-SL fuera de los penales lo que da pie para presumir una
reactivación de la lucha armada en la que nuevamente las cárceles
vuelvan a ser un escenario del conflicto armado. En este clima de tensión
y desasosiego la Comisión de la verdad debe tratar el tema de la reconciliación
a sabiendas de las incomprensiones que esta parte de su trabajo despierta.
El D.S. Nro. 065, usa la expresión "La Comisión... propenderá
a la reconciliación nacional", que denota el carácter iniciatorio
de un proceso que para ser justos tuvo ya pasos previos importantes. La liberación
mediante indulto y derecho de gracia de cientos de presos inocentes injustamente
procesados y condenados por delitos de terrorismo, fue uno de ellos. Del
mismo modo, la recuperación de la democracia significa de por sí
la normalización del estado de derecho y por tanto la sujeción
a normas y resoluciones del derecho interno e internacional que tienen y
tendrán un impacto en la reconciliación. A esto hay que agregarle
el trabajo de las organizaciones de derechos humanos y los procesos espontáneos
de reconciliación surgidos en las comunidades. Es a esta tendencia
que se suma el trabajo de la Comisión. El objetivo es darle al proceso
de reconciliación una orientación más meditada que asegure
su continuidad. De hecho la verdad, la justicia y la reparación abonan
substancialmente en favor de la reconciliación. La verdad, por su
capacidad para develar las zonas oscuras de la historia y darles una explicación,
y por el reconocimiento de la voz de las víctimas; la justicia, porque
pone punto final a la impunidad, fuente de venganzas personales y sentimientos
de exclusión; y la reparación, porque expresa la intención
del Estado y de la sociedad de aliviar en algo el sufrimiento de las víctimas.
De modo que estamos ante un proceso largo, complejo, muy particular e ineludible
que la Comisión impulsa y transfiere a la sociedad y al Estado. Este
proceso tiene actores diversos siendo algunos de ellos, los internos que
pertenecen o pertenecieron a organizaciones subversivas. La reconciliación
en este particular caso demanda un sentido y una metodología propios.
Es pertinente ubicar el proceso de reconciliación dentro de la transición
democrática para comprender mejor sus alcances. Toda transición
es un esfuerzo por dejar atrás graves afectaciones a la vida ciudadana
cuya subsistencia implica la necesidad de normalizar el estado de derecho.
En nuestro caso, durante los veinte años de violencia, el Estado democrático
se apartó del modelo constitucional y de los instrumentos internacionales
de protección de derechos humanos, en la creencia que por ese camino
sería más eficaz en su lucha contra la subversión. No
obstante, la transición peruana, por sus propias características,
no supone pactos de impunidad porque las fuerzas regresivas que podrían
exigir un estatuto especial están derrotadas. En consecuencia la reconciliación
no es ni puede ser un proceso de negociación de beneficios justificada
en las experiencias de otros países por el riesgo que acarreaba para
la transición desarrollar a plenitud el estado de derecho. En nuestro
país hay autoridades constitucionalmente elegidas y nada impide una
ofensiva democratizadora sin concesiones a las fuerzas salientes.
La Comisión comprende que las heridas de la guerra no han sanado aún
y que en las actuales circunstancias el temor ciudadano a un resurgimiento
de la violencia afecta la buena disposición que este proceso necesita.
Pese a ello, la reconciliación es una necesidad que trasciende el
ambiente poco optimista en el que le toca desenvolverse. Para algunos sectores
de la sociedad es un tema inaplazable y para otros carece de sentido. Es
deber de la Comisión explicar convincentemente la urgencia de vivir
reconciliados y dejar al país un conjunto de pautas que encaminen
el proceso.
La reconciliación no es olvido ni es impunidad. La verdad garantiza
que el pasado se vuelva presente comprendido y referente obligado de nuestras
decisiones. La justicia de los tribunales, hasta donde sea posible, saldará
cuentas con los autores de los crímenes y violaciones a derechos humanos.
En esa medida queda descartada cualquier propuesta de amnistía. Perdonar
queda reservado al fuero personal de la víctima. La Comisión
favorece el pedir perdón y el perdonar, en la medida de la sinceridad
con que se hagan, conciente de que recordar sin rencor contribuye a restaurar
la confianza y el vínculo perdidos. Es vital que la reconciliación
sea comprendida por la ciudadanía como un imperativo ético
y como una necesidad práctica, en ambos casos perfectamente coherentes
con los postulados de la democracia y los derechos humanos. Un primer paso
reconciliatorio dado por la Comisión fue incorporar las declaraciones
de los internos por terrorismo como parte de la búsqueda de la verdad.
A renglón seguido realizó talleres de reflexión sobre
el tema de reconciliación en los penales de Picsi, (Chiclayo), El
Milagro (Trujillo), Huacariz (Cajamarca), Cachiche (Ica), Chorrillos (Lima),
Aucallama (Huaral), lo mismo que en Huancayo y Puno. En el penal de Castro
Castro, que alberga al mayor número de subversivos, se tuvo así
mismo una reunión de debate sobre este tema. Pese a los avances logrados,
hay que admitir que en este proceso se avanza y se retrocede. Como era previsible
no todos los internos han reaccionado de la misma manera. Satisface comprobar
que en el caso del MRTA, de los desvinculados, y de cierto grupo de militantes
del PCP-SL, la disposición para la reconciliación es favorable.
Sin embargo, hay un sector todavía numeroso del PCP-SL cuyo dogmatismo
los lleva a justificar los crímenes cometidos y a preservar las tesis
ideológicas sobre las cuales montaron su proyecto armado. En el caso
de "Proseguir", ellos están manifiestamente a favor de la continuación
de la guerra, lo que torna en impracticable el debate sobre este tema.
El punto de partida es la necesidad de restablecer el diálogo y aceptar
que a través de la palabra es posible progresar en la superación
de las diferencias. De este modo, en los talleres, fue posible aproximarse
a la idea de "conciencia del daño causado", o sea, al aspecto fundamental
de la reconciliación que consiste en aceptar que las acciones realizadas
afectaron derechos de las personas. No se puede en este punto hablar de "costo
de la guerra", porque los costos son para quien decide ir a la guerra y se
expone a posibles menoscabos en su integridad; en este caso se trata de miles
de seres humanos que no participaron directamente en el conflicto y a quienes
se les causó deliberadamente daños físicos, psicológicos,
sociales, económicos, etc. A partir de la conciencia del daño
causado, es posible dar un paso hacia el reconocimiento de formas y grados
de responsabilidad. Y aunque hubo quienes, coherentes con sus pedidos de
"no a la impunidad", admitieron sus condenas, hubo otros que no llamaron
a los crímenes por su nombre sino que sostuvieron en todo momento
que se trató de "excesos, errores y limitaciones". En cuanto a las
responsabilidades políticas, hay una mejor disposición para
la autocrítica que los lleva a una posición de deseo de superación
del pasado. Consideran que éste es un nuevo momento histórico
en el que no hay condiciones para la lucha armada, aunque un sector importante
no abandona la idea de la violencia como instrumento de transformación.
La superación del pasado implica también pedidos de disculpas
o perdón que varios expresaron claramente.
La Comisión comprende que la reconciliación entre víctimas
y victimarios es la más exigente de todas. Urge por consiguiente evaluar
realistamente las posibilidades de restaurar esa relación rota a raíz
de la guerra. No hay que olvidar que hay internos cuyas penas ya se cumplieron
o se cumplirán en los próximos años y cuyo retorno a
la vida social requiere de procesos locales de reconciliación que
faciliten su integración. Pero, mientras se mantenga la pertenencia
al partido, la sujeción a los líderes que no han variado su
posición y la adhesión a una ideología de muerte y destrucción,
la reconciliación no será posible. En una frase, mientras el
PCP-SL siga siendo el PCP-SL, la reconciliación es inviable. Lo mismo
en el caso del MRTA. Esto no quita que se pueda intentar a nivel personal
una aproximación, lo cual implica pasar por una fase previa de desvinculación
que abra el camino a la reconciliación.
Entender las razones o sinrazones de los perpetradores no es lo mismo que
exculparlos, es sí condición indispensable para la aplicación
de una política de reconciliación. La democracia no claudica
si se acerca a los internos del PCP-SL o el MRTA. Esta fase previa, fundamentalmente
comunicacional y educativa está dirigida a la recuperación
de la individualidad, el desarrollo del pensamiento crítico, la actualización
del conocimiento, la revaloración de la vida como un derecho absoluto
a partir del cuál -y no contra él- se desarrolla la praxis
política, el reconocimiento de que la democracia ofrece espacios de
participación y que hoy por hoy significa el principal consenso nacional
y mundial. Este espacio es de apertura a la diversidad y no menoscaba el
derecho a la libertad de creencias.
La fase previa a la reconciliación debe formar parte del tratamiento
penitenciario entendiendo que el interno por terrorismo trae un componente
político privativo por lo que las metodologías de rehabilitación,
reeducación y resocialización no pueden ser las mismas que
se aplican a los internos comunes. No hay que perder de vista, además,
que en la población penal por terrorismo hay diferentes grupos, desde
los totalmente desvinculados de las organizaciones subversivas hasta los
que no han variado un ápice su posición y pertenencia políticas.
El tratamiento penitenciario debe, en consecuencia, partir de una adecuada
caracterización del interno la que no se reduce a un examen criminológico.
En el plano jurídico la adecuación de las normas a los estándares
internacionales es de obligatorio cumplimiento para la democracia peruana.
En esa medida deben observarse las Reglas mínimas para el tratamiento
de reclusos y sus principios básicos aprobados por Naciones Unidas;
los instrumentos de derechos humanos de carácter general y las recomendaciones
y resoluciones de los organismos internacionales de derechos humanos. Del
mismo modo, se debe acatar el fallo del Tribunal Constitucional en materia
de legislación antiterrorista. En este marco de respeto a las exigencias
internacionales y nacionales del más alto nivel, las normas contenidas
en el Código de ejecución penal y los decretos supremos que
regulan el sistema penitenciario, deben restituir y preservar los derechos
de los internos que sean compatibles con la reclusión sin afectar
en lo más mínimo la seguridad y la tranquilidad de la sociedad,
y el normal desenvolvimiento de la vida penitenciaria, así como la
lucha actual contra los grupos todavía alzados en armas.
Políticamente, el clima más favorable a una reconciliación
es una democracia viable y exitosa que deje sin fundamento a los proyectos
totalitarios y en cuyo seno la participación política sea activa
e incluyente. En esta medida, la democracia no puede ser ajena a las transformaciones
que puedan operarse en las organizaciones subversivas. Deberá evaluarse
con extrema cautela cualquier propuesta de legalización teniendo presente
que una pretensión en este sentido pasa por el cese definitivo del
alzamiento armado y la sujeción al estado de derecho.
En resumen, la Comisión de la Verdad y Reconciliación considera
que:
La reconciliación es un proceso ya iniciado, especialmente complejo
si se trata de propender al restablecimiento del vínculo entre internos
condenados por terrorismo y la sociedad y el Estado peruanos. El conocimiento
de la verdad, la contribución con la justicia y las propuestas de
reparación a las víctimas son pasos importantes en la reconciliación.
Queda descartada la amnistía.
La reconciliación es un deber y una decisión práctica
que asegura, sin olvido y sin impunidad, el término de la violencia
armada.
Para que haya reconciliación debe haber, de parte de quienes han perpetrado
crímenes, conciencia del daño causado, reconocimiento de responsabilidades,
expresión de disculpas o perdón y deseo de superar el pasado
en términos de una nueva convivencia regida por las reglas de la democracia
y los derechos humanos.
La reconciliación no es viable con aquellos internos vinculados a
las organizaciones subversivas que mantienen su ideología y su proyecto
armado. Es condición previa en estos casos propiciar la desvinculación
hasta donde sea posible.
La aplicación del tratamiento penitenciario debe ser diferenciada
en atención al componente político de los internos por terrorismo,
para lo cual convendría la creación de una instancia especializada
en implementar dicha política. El acento debe estar puesto en la parte
educativa y comunicacional, buscando generar espacios de recuperación
de la capacidad crítica personal, de conocimiento del mundo actual,
de revaloración de la vida como derecho absoluto, de reconocimiento
de la democracia como sistema de participación política, etc.
Se deben propiciar formas de reintegración a la vida social de aquellos
internos que son liberados por cumplimiento de sus condenas. Una buena manera
es propiciar procesos locales de reconciliación.
Los derechos de los internos que sean compatibles con la reclusión
deben ser preservados y/o restituidos en atención a las normas, resoluciones
y recomendaciones nacionales e internacionales.
La reconciliación es un tema del presente pero sobre todo del futuro.
Está sometido a las tensiones que surgen del deseo de vivir en armonía
y la realidad de los conflictos subsistentes. El pasado, sin embargo, no
es una carga sino una fuerza que nos impulsa hacia delante premunidos de
las lecciones que evitarán que volvamos a sucumbir en el horror. Queda
abierta la enorme responsabilidad de ahondar en la reconciliación
hasta lograr compartir un ideal mínimo de vida que disuelva la sensación
de amenaza y de peligro que surge del dramático pasado reciente y
de la prédica extremista. La Comisión halla presente este ideal
en la democracia y los derechos humanos.
Apéndice
1
Algunas cartas escritas en las cárceles
El desarrollo de la ideología fundamentalista entre la militancia
del PCP-SL, tuvo varios niveles. Debido a su carácter vertical y dogmático,
los grados de ideologización fueron variados. En las esferas más
altas del aparato partidario podemos hallar una mayor ortodoxia y dureza
de pensamiento. En los cuadros intermedios, pero en especial entre los militantes
de "base" y la "periferia", el grado de ideologización fue menor.
Esta característica se refleja también entre los reclusos/as
que albergan las cárceles, acusados de pertenecer al PCP-SL. La CVR
recibió las dos cartas, que a continuación reproducimos en
su totalidad, desde los penales de Yanamayo y Chorrillos, creyendo conveniente
publicarlas ya que muestran con claridad esos diferentes niveles de ideologización.
1. Carta desde el penal de Yanamayo
Señor Doctor Salomón Lerner
Presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Lima.
Acudimos a Ud. Doctor Lerner y a su representada nuevamente, reiterando nuestros
saludos, y manifestarle lo siguiente:
1. Hacemos conocer a Uds., nuestra posición de pleno acuerdo, apoyo
y respaldo decidido, asumiendo a cabalidad la iniciativa y solicitud, que
les hiciera a la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el
Dr. Abimael Guzmán Reinoso -Presidente Gonzalo- y Elena Iparraguirre
Revoredo -camarada Miriam-; para que por vuestro intermedio pueda viabilizarse
ante el gobierno del Dr. Toledo, el que acceda y autorice una reunión
en el PMBNC, entre el Presidente Gonzalo y c. Miriam con los militantes designados
por ellos, con el objetivo de definir y decidir la posición oficial
del PCP ante la CVR y la Reconciliación Nacional que propugnamos.
La importancia y trascendencia de dicha iniciativa y solicitud, son innegables,
sirviendo a construir el complejo proceso de una futura Reconciliación
Nacional, guiados por el rumbo ético de Servir al Pueblo de Todo Corazón.
Derivado de la aceptación y concreción de dicha importante
reunión, juzgamos oportuno, solicitar a Ud. Dr. Lerner y a la CVR,
analice, acceda y autorice, una Audiencia Pública, en la cual participe
como protagonista de la guerra popular el PCP, representado por su Jefatura
el Presidente Gonzalo y c. Miriam; y, otra Audiencia Pública en la
cual participemos los prisioneros políticos y prisioneros de guerra,
de los diversos penales de la República, cuya agenda proponemos sea
el tratar sobre la política y legislación penitenciaria y condiciones
de reclusión aplicadas en las décadas del 80 y 90, en el contexto
de la guerra interna vivida en el Perú.
2. Como es de vuestro conocimiento, así como de la opinión
pública. Nosotros, prisioneros políticos y prisioneros de guerra
del PCP, venimos bregando resueltamente por la necesaria Solución
Política a los problemas derivados de la guerra interna; iniciativa
política fundamentada solidamente por el Presidente Gonzalo, Jefatura
estratégica y decisiva del PCP y la Revolución, en su contenido
de 5 puntos, de innegable repercusión histórica. La cual aprobamos,
estamos decididamente de acuerdo y luchamos activamente por hacerla realidad.
Al asumir ante Uds., nuestro resuelto apoyo y pleno respaldo con los testimonios
del P. Gonzalo y c. Miriam, ante la CVR. Documentos de reconocido valor histórico.
Solicitamos a Uds. los hagan públicos, pues, sirven a esclarecer la
Auténtica Verdad Histórica de la guerra popular, a combatir
la impunidad del genocidio, demandando juicio y sanción, no venganza,
a quienes dirigieron el Estado en los sucesivos gobiernos del 80 al 2000,
a sus más altos representantes y responsables, aun sueltos en plaza,
quienes persisten obcecadamente en eximirse y no asumir ninguna responsabilidad
de las políticas de Estado, la línea y política genocida
que aplicaron a través de sus FFAA y FFPP
El presidente Gonzalo y c. Miriam, han asumido responsabilidad política
en representación del PCP, de la preparación y dirección
de la guerra popular en el Perú, el más grande movimiento social
revolucionario de la historia peruana, de sus limitaciones, errores y excesos.
A lo cual se suman los testimonios de los prisioneros políticos y
prisioneros de guerra del PCP, tanto colectivos como individuales, los debates
políticos con algunos Srs. Comisionados y funcionarios de la CVR,
en particular de su sede Sur Andina; en base al mutuo respeto, venciendo
incomprensiones, resistencias y oposiciones, con el fin de alcanzar la verdad
histórica y ésta se abra paso. Expresamos nuestro desacuerdo
por no recibir respuesta a la anterior carta que le enviáramos desde
Yanamayo, al iniciar nuestro trabajo dentro de la CVR; y, recientemente,
por la suspensión de la anunciada y confirmada visita de 3 comisionados
(Monseñor Antunez de Mayolo, Padre Garatea y Pastor Lay Sun), lo cual
evidencia los serios problemas y el ladeamiento que venimos denunciando;
a más de los entrabamientos y oposición a que desenvuelvan
su trabajo en penales, por parte del gobierno y las altas autoridades del
Ministerio de Justicia y del INPE
Seguimos con especial atención, las declaraciones públicas
de los Srs. Comisionados, las cuales no sólo comprometen a la propia
CVR, ante la opinión pública, sin ser desmentidas o aclaradas,
como los reiterados e interesados despropósitos y exabruptos del Sr.
Tapia, quien manifiesta una odiosidad patológica al P. Gonzalo y al
PCP; del Sr. Degregori, el Sr. Morote, la Sra. Maccher, e incluso algunas
suyas Dr. Lerner. Cuyo objetivo político es manifiesto, cargar la
responsabilidad total en el PCP, encubrir, eximir y buscar la impunidad del
genocidio; poniendo en riesgo la propia credibilidad y trabajo que por ley
cumplen, expresando una tendencia de servir a los intereses políticos
del actual gobierno, opuesto a tratar la Solución Política
y negociación global demandada.
Dr. Lerner, le expresamos nuestro más enérgico rechazo, condena
e indignación, desenmascarando el "especial"publicado por la prensa
escrita y en particular el programa difundido en TNP el 22 de diciembre en
curso; publicitado como informe oficial de la CVR sobre Lucanamarca. Reportaje
irresponsable, superficial, subjetivo y unilateral; mostrando carencia de
nivel y luces para hacer una evaluación objetiva de los hechos, que
sirva a esclarecerlos y a sentar sólidas bases a una futura Reconciliación
Nacional, definiendo con meridiana objetividad la responsabilidad de ambas
partes, no una judicialización arbitraria. En dicho programa de la
TNP, con asistencia de los Comisionados Sra. Maccher y Sr. Degregori, pese
a reconocer ambiguamente que fue un enfrentamiento entre ronderos armados,
dirigidos y usados como carne de cañón por el gobierno y sus
FFAA, en aplicación de la política genocida del Estado para
combatir a la subversión, en la guerra antisubversiva; y del otro
lado combatientes del Ejército Guerrillero Popular, dirigidos por
el PCP, guiados por su política proletaria marxista-leninista-maoísta,
pensamiento Gonzalo. Previo al enfrentamiento, las cabezas negras de los
ronderos fueron conminados a rendirse lo cual rechazaron, escudándose
cobardemente en mujeres y niños. Este enfrentamiento armado que Uds.
niegan, lo pretenden presentar como un hecho aislado, como en otros casos
"emblemáticos"; fuera del contexto político, militar, social,
económico, cultural, de las complejas contradicciones sociales y aguda
lucha de clases que en dicha zona se desarrollaba. Así, Lucanamarca,
fue un hecho bélico, en el cual el PCP logró rotundo éxito,
al conquistar el objetivo político buscado a través de dicha
acción armada; frenó y quebró el plan contrasubversivo
del gobierno de Belaunde y sus FFAA, de organizar, armar y usar mesnadas
como fuerzas complementarias, enfrentando masas contra masas; no como ilusamente
vociferan "el campesinado entre dos fuegos"; dicha acción armada fue
acordada, aprobada, planificada y dirigida por el PCP, no fue un "acto de
violencia irracional, de venganza", demandado reiteradamente por las masas
del campesinado pobre, de la propia comunidad de Lucanamarca y de las aledañas,
para someter a juicio popular a las cabezas negras y gamonales, quienes instigados
por las FFAA, habían asesinado a militantes del PCP y a masas acusadas
de apoyarlos, sufrían las correrías, abusos, opresión
del poder local y sus ronderos de Lucanamarca. Adrede, en dicho programa
ignoran la red de bases antisubversivas instaladas en dicha región
por el gobierno y sus FFAA, así como, la posición oficial del
PCP, hecha pública luego del balance hecho por su Comité Central;
encubren el nefasto papel cumplido por las cabezas negras de los ronderos,
gamonales, su red de soplonaje y de todos quienes medraron de la guerra contrarrevolucionaria
a la cual sirvieron activamente. Lo principal, de este enfrentamiento armado,
es que el PCP, mostró su capacidad de respuesta contundente que paralizó
el negro accionar del gobierno, a los pocos meses de decidir el ingreso de
las FFAA en aplicación de su política genocida dirigiendo la
guerra contra subversiva, cosechó un fracaso y revés político
y militar decisivo. Lo secundario, es el exceso, que en modo alguno niega
o minimiza lo principal. Exceso producto del enfrentamiento armado. Ahí
no se cortaron barrigas de gestantes, como arteramente imputan, ni menos
hay pretendidas fosas comunes, todas las tumbas exhumadas por Uds. Están
identificadas y fueron sepultados los cadáveres por sus deudos. No
estamos de acuerdo con el espectáculo reprobo que montaron en una
iglesia limeña y el innegable uso político que de él
hicieron. Otra de las negras campañas montadas contra el P. Gonzalo
y el PCP, la guerra popular, que rechazamos y condenamos enfáticamente.
Son rotundos actos de guerra, ya grabados indelebles en la mente de las amplias
masas del pueblo y en la historia, que un amañado en interesado informe
"oficial" bajo la guía del "interés de seguridad del Estado,
en defensa de la democracia", no se puede ni podrán negar. Lo claro
y concreto es su inútil afán y propósito de acallar
el grito y clamor creciente de las verdaderas fosas comunes, como Cayara,
Umaru, Bellavista, el genocidio de los penales en el 86 y 92 y muchos cientos
más, a las cuales la CVR no sólo no presta atención
oponiéndose a su exhumación e investigación de los hechos,
en defensa del interés político del estado y gobierno que la
nombró; más, su perentorio eco seguirá retumbando en
vuestras conciencias. Tampoco hacen denuncia alguna, al acoso, hostigamiento,
persecución a muchas de las masas, quienes denunciaron el genocidio
y a los genocidas en sus testimonios en Audiencias Públicas; menos
les preocupa o toman interés por las denuncias de nuestros familiares
y amigos. Nosotros al ejercer el derecho fundamental por excelencia, la Rebelión
se Justifica, contra el caduco Estado reaccionario peruano, levantándonos
en armas bajo dirección del PCP; no hemos cometido crímenes
contra la humanidad. Dentro de su orden reaccionario, el delito político-social
es lo que nos pueden imputar, nosotros ya hemos saldado y cumplido la deuda
con la sociedad y la libertad es nuestro derecho; la cual se abrirá
paso. La historia, el pueblo son el tribunal inexorable ante el cual asumimos
responsabilidad, no tenemos nada de que arrepentirnos.
Todos estos hechos se producen en un complejo, difícil escenario político
de agudización de contradicciones en la otra colina, y en el propio
seno del gobierno de turno. El Tribunal Constitucional, está por dar
su fallo sobre la demanda de inconstitucionalidad de la legislación
antiterrorista. Culmina la legislación, sin que el Congreso promulgue
las nuevas leyes, demandadas por la Corte Interamericana de Justicia. Los
tribunales dilatan resolver en segunda instancia los juicios anulados en
la primera instancia, por acciones de Hábeas Corpus. Mantiene las
ilegales y anticonstitucionales leyes dadas por el gobierno del genocida
vende patria de Fujimori. Tras invocar terminar con los "rezagos del terrorismo",
como denomina a lo que queda de la acción armada, prosigue con los
planes de pacificación, operativos policiales y militares, sin necesidad
de declarar el Estado de Emergencia, restablece bases antisubversivas, reimpulsa
las cuestionadas rondas urbanas y rurales; trafica demagógicamente
con la pobreza, para proseguir aplicando su nefasto plan neoliberal, correlato
de la imperialista globalización repudiada en todo el orbe; generando
mayor rechazo del pueblo, sometido a más opresión, explotación,
hambre, miseria, desempleo. Es pública la posición oficial
del gobierno del Dr. Toledo de actuar dentro de la estrategia de "guerra
contra el terrorismo mundial" y ha firmado una "alianza estratégica"
con el gobierno de Bush. Rechazamos el término de "terrorismo" con
que los imperialistas yanquis, justifican como gendarme del orbe, el combate
a la lucha de los pueblos y naciones oprimidas, que empiezan a salir políticamente
del repliegue.
A esto se suma la ilegal e inconstitucional Resolución del Ministerio
de Justicia y del INPE, disponiendo arbitrarios traslados, con torturas,
saqueo y rapiña de pertenencias, con el objetivo de reconcentrar prisioneros
políticos y prisioneros de guerra en Yanamayo. En venganza por la
exitosa huelga de hambre de inicios de año, y al indudable éxito
político de los cientos de juicios anulados, siendo el principal el
de la c. Miriam. Dentro del cada vez más importante desarrollo de
un nuevo momento de la lucha popular creciente. Por democracia y desarrollo
que beneficie al pueblo, parte de la cual es lograr la libertad de los prisioneros
políticos y prisioneros de guerra.
¿De qué Reconciliación, pretende tratar ignorando a
uno de los protagonistas de la guerra interna vivida en el país, la
que siguen negando, pese a ser el objeto de vuestro trabajo?
Agradecemos la atención que preste a la presente.
Atentamente.
Delegados de los prisioneros políticos y prisioneros de guerra del
Partido Comunista del Perú, recluidos en el EPMS de Yanamayo, Puno:
Edmundo Cox Benzeville
Mario Efraín Gilvonio Misari
Roller Cometivos Utia
Felipe Tenorio Barbarán
Rodolfo Luna Delgado
(Carta recibida
por la Sede Zonal Ayaviri-Puno de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
el 16 de enero de 2003. Se ha transcrito la carta respetando la ortografía
y redacción original).
2. Carta desde penal
de Chorrillos
Cuando no se tiene más que el amor,
Por única razón,
Por única canción
Y por única ayuda.
Jacques Brel
Escribimos esta carta, confiadas en que, quienes recojan hoy, nuestro dolor,
nuestros momentos de sufrimiento y, también nuestros sueños
y nuestro clamor de libertad, son verdaderos seres humanos y, eso, nos basta.
Les saludamos, llenas de esperanza, pues, los sabemos solidarios y creemos
que sabrán mirarnos a los ojos, que, hoy, nuestras almas transitan
en un intento desesperado de tocar los suyos.
Nosotras, mujeres, mujeres encarceladas, sentenciadas por delito de terrorismo
y traición a la patria, por jueces sin rostro. Habitamos el Pabellón
"A", que es el pabellón piloto, de mínima seguridad del establecimiento
penal de Régimen Especial de Mujeres de Chorrillos y, que, en esta
oportunidad, queremos, darles a conocer sobre nosotras.
Aquí, habemos, mujeres inocentes, que hemos sido sentenciadas injustamente
y, esperamos el indulto desde hace mucho tiempo. Otras, estamos aquí,
el tiempo suficiente, ya, como para merecer un beneficio de semilibertad,
que, legalmente nos corresponde solicitarlo. Otras; hemos tenido una vinculación
periférica, circunstancial que hemos reconocido y somos testimonio
vivos de lo que por años venimos demostrando, que hemos cambiado sinceramente,
incluso desde antes de ser detenidas y esperamos que la Comisión de
Conmutación evalúe nuestros expedientes. En otros casos, esperamos
una reducción de pena por la aplicación de la Ley de Adecuación
de la Pena o que se nos haga procedente un recurso de revisión.
En esta parte de nuestra carta; en estos minutos en los que se cuenta nuestra
vida misma, con todos sus sueños, con todos nuestros deseos inmensos
de permitirnos siempre vida a nuestro alrededor pero, también, esta
misma vida, con todos sus fracasos, con todos sus heridas, con todos sus
errores; quienes sí, con nuestra participación (periférica,
circunstancial), con nuestros silencios, con nuestros temores, también
con nuestros afectos, hemos ayudado a sostener este otro lado de la violencia,
sentirnos, desde aquí, inmensos deseos de decir tantas cosas ... tantas
... También, porque, además, no es tan fácil decir,
si hemos sido solamente víctimas, o hemos sido solamente testigos
... Después de todo, creemos que cada una, somos un poco responsables
del mundo en que vivimos ... y, pues, hemos encontrado que sentimos por el
pasado, pero también en ellos hallamos una manera de expresarles toda
la ternura de nuestras humanidad presente.
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera ya tocar, todas las puertas,
y suplicar a no sé quién perdón
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón
Un día, irrumpieron en nuestras vidas y pretendieron quitárnosla;
nos sacaron del hogar y nos arrancaron de nuestros padres, de nuestros hijos,
de quienes éramos su alegría y sus sostén. Vinieron
por nosotros sin conocernos. Muchos ni siquiera entendían el por qué.
Desde entonces, nos encerraron y cambian nuestra vida por un expediente.
Han pasado muchos años ya, y, hemos soportado tantos sufrimientos:
23 horas y media de encierro; media hora de patio; visita por locutorios
una vez al mes, sólo por media hora, en el que apenas alcanzabas ver
la sombra de tu ser querido, la visita de nuestros hijos cada tres meses,
sólo una hora. Aquí hemos sentido morir muchas veces; pero,
cada vez, nos hemos aferrado desesperadamente a la vida, por amor a nuestros
hijos, por amor a nuestros padres, por amor a la vida misma y, por nuestros
sueños de libertad.
El Pabellón "A" se consideró, desde el inicio, como un pabellón
que albergaría a quienes, al margen de ser culpables o inocentes,
demostraríamos independencia de cualquier organización política
subversiva; a pesar, de saber que, teníamos que salir obligatoriamente
a cocinar en las peores condiciones de trabajo; a sabiendas que, por ello
no recibíamos ningún beneficio. No nos resignamos, al dolor,
al encierro, a las sentencias injustas y desproporcionadas. Sin embargo hay
quienes piensan que deberíamos ser encerrados. Nos juzgan tan fácilmente,
sin pensar, que nos sólo se trata de nuestras vidas, sino también
la de nuestros hijos, la de nuestros padres. Comprendemos. Es la situación
dolorosa que hemos vivido, por años, hubieron muchas pérdidas
humanas, mucha destrucción en manos de los grupos subversivos que,
tampoco tuvieron en cuenta las vidas que habían detrás. Pero,
quienes no apuestan por nosotras hoy, no saben, tampoco, de dónde
venimos, qué fue de nuestras vidas. Tampoco saben cómo fueron
nuestros juicios, cómo inventaron pruebas; que no tuvimos defensa
o la tuvimos insuficientemente. No saben que, en nombre de la paz, encerraron
a miles de inocentes que perdieron gran parte de sus vidas en cárcel
y que aún claman por libertad. No saben que hay quienes hemos pasado
10, 12, 14 años en prisión y que ya nos corresponde salir.
Pero: entendemos, que quienes no desean nuestra libertad no nos conocen.
Lamentablemente: de nosotras, sólo se dice que somos "terroristas"
o que somos "unos monstruos". Ojalá pudiéramos tener más
posibilidades de darnos a conocer y demostrar que somos, sencillamente seres
humanos.
Entonces, lo que tratamos, hoy, es tocarles el alma a todos ustedes que,
tan humanamente acogen nuestra carta urgente; para decirles que, merecemos
ir a nuestra casa; por todo lo dicho, por todo lo que las palabras no alcanzan
expresar, por todo el nudo que se ata y desata en nuestra garganta y, sobre
todo por nuestros deseos inmensos de estar con nuestros hijos, de compartir
sus penas y alegrías, de verlos y hacerlos crecer en humanidad. Por
nuestros deseos inmensos de comenzar y terminar el día con sus miradas,
con sus sonrisas, por nuestros deseos de llenarlos de besos al despertarlos
y no dejar ni un solo día, sin decirles cuanto los amamos. Por nuestros
padres; porque no sigan llorando más nuestra ausencia, porque no sigan
andando, por años, desolados de aquí por allá, tocando
puertas sin tener respuesta; porque no sigan envejeciendo más de dolor
y de impotencia. Por nosotras mismas, por nuestros inmensos deseos de vivir;
por nuestros sueños, que Dios los sabe buenas. Ya no queremos más
despedidas. Por Dios ¿hasta cuándo? Ya es mucho tiempo de amar
y acariciar a la distancia. Ya es mucho tiempo de angustia de no saber nada
de la familia y ni siquiera tener un teléfono para volver a vivir.
Ya es mucho tiempo de no tener una respuesta cuando nuestros niños
preguntan ¿cuándo mamá?; lo que soñamos es poder
decirles, mañana y, a la noche, mirar juntos las estrellas y llamarlos
a cada uno por su nombre.
No sabemos, que manos benditas, sostengan esta carta, pero, como dijimos,
son las de un ser humano y eso nos basta, para enviarles este clamor de libertad
y de justicia que sale de lo más profundo de nuestro corazón
que, a pesar, del dolor no se ha secado de amargura y que, al contrario se
enriquece y continúa amando y soñando.
Que Dios los bendiga
Con esperanza
Desde el pabellón "A" Establecimiento Penal de Régimen Cerrado
Especial de Mujeres-Chorrillos.
(Recibido por
la CVR, sede Lima, el 23 de septiembre 2002. Se ha transcrito la carta respetando
la ortografía y redacción original).
Notas:
[1] www.geocities.com/comunismo_peru/asumir93.htm
[2] CVR, testimonios 700145 y 700149.
[3] CVR, testimonio No. 700072
[4] CVR, testimonio No. 100146
[5] CVR, testimonio No. 700072
[6] CVR, testimonio No. 700088
[7] CVR, testimonio No. 700191
[8] Diario El Comercio del 9 de mayo de 1992
[9] CVR, testimonio No. 700400
[10] CVR, testimonio No. 700136
[11] CVR, testimonio No. 700136
[12] CVR, testimonio No. 700184
[13] CVR, testimonio No. 700461
[14] CVR, testimonio No. 700228
[15] CVR, testimonio No. 700340
[16] CVR, testimonio No. 700473
[17] CVR, testimonio No. 700568
[18] CVR, testimonio No. 700562
[19] CVR, testimonio No. 700567
[20] CVR, testimonio No. 700012
[21] CVR, testimonio No. 700493
[22] CVR, testimonio No. 700563
[23] CVR, testimonio No. 700493
[24] CVR, testimonio No. 700563
[25] CVR, testimonio No. 700238
[26] CVR, testimonio No. 700041
[27] CVR, testimonio No. 700184
[28] CVR, testimonio No. 700568
[29] CVR, testimonio No. 700334
[30] CVR, testimonio No. 700008
[31] CVR, testimonio No. 700056
[32] CVR, testimonio No. 700488
[33] CVR, testimonio No. 700329
[34] CVR, testimonio No. 700569
[35] CVR, testimonio No. 700448
[36] CVR, testimonio No. 700608
[37] CVR, testimonio No. 700398
[38] CVR, testimonio No. 700212
[39] CVR, testimonio No. 750095
[40] CVR, testimonio No. 700219
[41] CVR, testimonio No. 510195
[42] CVR, testimonio No. 700823
[43] CVR, testimonio No. 700593
[44] CVR, testimonio No. 700596
[45] CVR, testimonio No. 700808
[46] CVR, testimonio No. 700619
[47] CVR, testimonio No. 700021
[48] CVR, testimonio No. 700003
[49] CVR, testimonio No. 700756
[50] CVR, testimonio No. 700069
[51] CVR, testimonio No. 700020
[52] CVR, testimonio No. 700124
[53] CVR, testimonio No. 700748
[54] CVR, testimonio No. 700098
[55] CVR, testimonio No. 700784
[56] CVR, testimonio No. 700084
[57] CVR, testimonio No. 700084
[58] CVR, testimonio No. 700755
[59] CVR, testimonio No. 700767
[60] CVR, testimonio No. 700020
[61] CVR, testimonio No. 700020
[62] CVR, testimonio No. 700748
[63] CVR, testimonio No. 700183
[64] CVR, testimonio No. 700447
[65] CVR, testimonio No. 100146
[66] CVR, testimonio No. 700847
[67] CVR, testimonio No. 700398
[68] CVR, testimonio No. 700002
[69] CVR, testimonio No. 700023
[70] CVR, testimonio No. 700840
[71] CVR, testimonio No. 700839
[72] CVR, testimonio No. 700812
[73] CVR, entrevista a interno en taller de reflexiones sobre reconciliación
en penal Castro Castro, noviembre del 2002
[74] CVR, testimonio No. 700447
Fuente: Comisión de la Verdad y reconciliacion. http://www.cverdad.org.pe