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Día 27 de agosto de 2002
Tercera Sesión
(9:00 am a 1:00 pm)
Caso No. 20
Nombre de la víctima: Félix Ayala Ccanri
Violación alegada: Desaparición forzada Año: 1988
Presunto Perpetrador: Efectivos del Ejército
Nombre de las Testimoniantes: Alfonsa Utani Rojas y Margarita Aroni Rojas
Institución que respalda: COMISEDH
Resumen del Testimonio:
El 28 de setiembre de 1988, una patrulla del ejército ingreso al Barrio Virgen del Rosario de Abancay. Los efectivos militares ingresaron a las casas de los señores Félix Ayala Ccanri y Mario Condori y se los llevaron detenidos, cuando los familiares acudieron al cuartel militar a preguntar por el paradero de estas personas, los militares señalaron que ya los habían liberado, encontrándose hasta la actualidad en condición de desaparecidos.
Testimonio de la señora Alfonsa Utami Rojas y a la señora Margarita Aroni Izquierdo
Sofia Macher: Vamos a llamar al penúltimo caso de esta audiencia, a la señora Alfonsa Utami Rojas y a la señora Margarita Aroni Izquierdo. Nos ponemos de pie, por favor. Señora Alfonsa Utami Rojas, y señora Margarita Aroni Izquierdo, formulan ustedes promesa solemne de que su declaración la hacen con honestidad y buena fe y que por tanto expresarán sólo la verdad en relación a lo que nos van a contar.
Gastón Garatea: Señoras Alfonsa y Margarita, vienen acá a rendir su testimonio y nosotros desde ahora ya le damos las gracias, sabemos que esto es muy importante, para que todo el Perú sepa y sobre todo Apurímac se de cuenta de lo que ustedes han pasado y seamos solidarios con el dolor de ustedes y sepamos reparar lo que les ha pasado. Les pido pues que comiencen a dar su testimonio.
Alfonsa Utami: (traducción) Mi esposo Felix Ayala Jangre. Yo soy de Huayrapampa, distrito Lambrama, provincia de Abancay. Señor dos años, mis hijos son ocho, hemos venido aquí para educar a nuestros hijos, en mi pueblo los profesores no están en esa tierra. Dos años antes yo vine aquí siguiendo a mis hijos. Yo no sé leer pero mis hijos, ya no sean así. Por eso, yo estuve aquí, nuestro coca, nuestra comida, volvíamos a Hyarapampa, a traer víveres para dar de comer a mis hijos.
En nuestra tierra había, vivíamos tranquilos, había para comer, mi marido nos daba la comida para la casa. Entonces, dije que yo tenía que ir a Abancay a llevar comida para mis hijos. Y mi marido no vino cuatro días. Y ya casi una semana, volvió mi marido. Trajo chanchitos ¿Qué has hecho hasta ahora?, yo le dije, ¿por qué has tardado tanto?, y me dijo, tú sabrías nomás, tu ya no me hubieras encontrado. Hace rato hubiera muerto yo.
Y él lloró frente a mis hijos ¿Qué pasó papá?, y él dijo que había una fiesta en Huayrapampa. Yo siquiera una chichita llevaré a esa gente. Por eso en la noche, en la noche habían venido los del ejército y nos han amancuernado en la pampa de la escuela. Entonces, yo me sentía muerto al perol llevaron agua y nos han llevado allí, para meternos de cabeza, abajo y a la iglesia también descavaron todo, sacaron todo. Y nos han amancuernado. Al fin tú eres mujer, nos dijeron. Entonces, tú vivirás con tus hijos.
Estabamos un poco tranquilos con nuestros hijos. Entonces, viene doña Patricia Hurtado, para golpear a mi marido. Con mi hermano tú me haces pelear. Le agarró de la cabellera de frente y yo le dije ¿por qué haces eso a mi marido?, ¿por qué vas a golpear así? Había una piedra escabrosa, con eso le tiró. Y mis vecinos y mis vecinas, nos ayudaron.
Entonces, yo mi vecina cogió una raja de leña para golpear a la gente que nos estaba golpeando. Esa tarde, vinieron hombres de blanco, dijeron -vecina, somos vecinos- Yo tenía un Pedro negro, -fuera perro, fuera perro-. Yo estaba con mi pequeño hijo. Entonces, señor -vístese, vístese rápido-.
Entonces, volvieron, volvió. Mi casa era una especie de carpa. Todavía no era casa bien hecha. A la vuelta dijo, con tremendo cuchillo así que le puso al cuello. Entonces, rápidamente lo esposaron. O llevamos a su mujer, más. Había una chica más allí. A su mujer, no.
Entonces, los chicos lloraron, -cállense chicos, qué les pasa a ustedes-. Y yo estaba temblando. Yo soy pues mujer de campo. Yo estoy asustada. Estaba temblando, estoy llorando. Y cuando mi hijo lloraba, tapaba su boca para que no grite. Nos van a matar cállate. Entonces, en toda la casa y escuchaba sonidos de que, parece que pateaban mi marido.
Entonces, habían llevado mi vecina. Y yo seguí. Después, habían vuelto a llevar a Mario Condori. Ahora ya de negro. Aparecieron de negro y yo fui hacia abajo con mi pequeño hijo, tenía dos semanas. Yo estaba un poco, todavía inválida, convaleciente ¿no? Entonces, llegó otro más. Yo también seguí porque se lo llevan a doña Lucía.
Entonces, ahí ¡tú vas a dormir en tu casa, no te metas acá sino te matamos!. Entonces, tuve que escaparme. Y yo tuve que seguir todavía. Pero nos amenazaban con matarnos. Entonces, a doña Marga le dije -mamita vamos a seguir a ellos. Esa noche vendrá pues. Estuvimos esperando así que a la mañana siguiente llegó un carro de la PIP, un carro negro. Estabamos en la carpa de la Virgen del Rosario.
De ahí, de la Virgen del Rosario llevaron a mi marido. Era una carpa de plástico nuestra casa. Mis hijos en estos momentos lloran, yo quiero conocer a mi padre. No he visto a ninguno de ellos. Esta sufriendo tanto, sin estar con ellos. Sin ninguna culpa, sin ningún pecado nosotros. Tanto andar, tanto llorar, pero mi marido y se lo llevaron.
Tengo ocho hijos, conocen los abanquinos, haber trabajado en ese tierra de mis hijos. Yo también, así ha dejado mi marido a mis hijos. Ahora yo sola, yo sola ando de hambre. Los ocho hijos dependen de mi. Esos hijos hasta ahora, en estos momentos sin plata, sin comida, se salen, se van, están en necesidad, no hay plata. Otro mi hijo, uno de mis dos hijos o los dos se quieren volver locos, desesperados. Mi pie me he roto en el mes de febrero, caminando, andando por buscar comida para mis hijos.
Gracias, señor Presidente Toledo, dice ella. Ojalá que haga algo para nosotros. Mis hijos me preguntan ¿dónde está mi pare?, siquiera no puedo, no podemos sus huesos, queremos verlos. Siquiera sus huesos. Porque mis hijos sufren tanto por no ver a su padre y los quieren saber ¿dónde esta mi padre?, queremos verlo. Por lo menos para estar tranquilos en la vida. Cada día yo lloro. Comisión de la Verdad, por favor señores, queremos saber, yo también quiero el cariño de mis hijos, ellos también quieren saber, yo también quiero, me conocen la gente de mi pueblo. También Abancay sabe que soy tan pobre.
Juliana Aroni Izquierdo: Mi nombre es Juliana Aroni Izquierdo, soy de Huayrapampa de Lambrama, Abancay. Saludo a ustedes de la Comisión de la Verdad, a los señores que están presentes. A ellos saludo con mucha voluntad, pero queremos que nos escuchen. Qué castigo hemos pasado el ochentiocho. Nosotros hemos pasado un castigo terrible, nuestro pueblo, era un pueblo olvidado, solamente los perros aullaban, los gallos cantaban.
En el mes de junio, en mi casa yo estaba en la casa, tenía dos hijos, vinieron los soldados, trentiún soldados, dos, tres de la mañana. Rodearon a mi casa. Tres entraron a tocar a mi puerta, de la casa, diciendo compañera, compañera. Yo salí, como tocaron, yo salí, abrí. Estaban disfrazados con buzo. Me preguntaron ¿cuál es tu nombre?, yo soy Marga de Juliana Aroni. Cuando yo dije eso, ¿dónde está tu esposo?, mi marido esta en Abancay, en una asamblea, así dije yo. Entonces, preguntándome eso, salieron ellos, volvieron. Compañera, volví a abrir. Aquí venimos más de cien.
Avisa tú ¿dónde está tu marido?, este es un caserío, no sé si hay un camino alrededor por ahí ¿Cuál es tu nombre?, ya te avisé. Mi marido también, ya te avisé. Volví a cerrar la puerta y salían otra vez, volvieron otra vez. Así que mi hijo, ya puse mi espalda.
¿Dónde está tu marido?, y ya con mirar con el arma, ¿dónde está tu marido?, contesta. Me hicieron ver el arma. Papá por favor, les haré hervir un aguita, pasé mi cocina, me siguieron ahí. Prendí el fongón, frente al fogón hice hervir el agua y les invité ¿Dónde vienen papá ustedes?, ya tía a usted le visitamos, ustedes pues saben muy bien que nosotros somos trabajadores. Como actuaron así, los traté bien.
Y ya estaba amaneciendo. Cerca de mi casa había más de trentitantos soldados. Estaban con ojotas, con ponchos viejos. Así que se fueron hacia Huayrapampa, así ha sido. De allí volví yo a Abancay. En Suncho ya no alcancé al carro, ya no me levantó el carro. Estoy esperando yo el carro, ya el sol está entrando. La señora Rita, de una tienda. Comadre no hay carro, no sé ¿cómo haré?, ¿dónde voy?, haremos cena pues, quédate acá.
Gracias comadre, soplo el fogón, entré al fogón en eso alguien vestido tan suciamente, apareció con arma. Entonces, a la señora Rita le hicieron llevar a su tienda y yo estaba cerca al fogón ¿Tú eres no, María Mondragón, no?, con un puñal y ya apuntándome con puñal. Yo no soy María Mondragón, yo soy Margarita Aroni, no sé por qué milagro, tal vez Dios, haya mandado a Rita Martínez, en esos momentos dijo que ella María Mondragón, me hubieran matado allí con mis dos hijos. O a mí nomás.
Entonces, ya en la mañana me vine hacia Abancay, le avisé a mi marido, esto me ha pasado. Ya no vamos allá. Yo le avisé a mi marido que iba a haber una asamblea, el ochentiocho, el venticinco de julio, tenía un cargo en Huayrapampa, así que nos invitaron a nosotros, vamos. El sobrino de mi marido, estaba de cargo. Vayamos allí, acompañenos. En ese momento mi marido era teniente. Oye Leonidas no te metas en eso, va a ser peligroso porque parece que hay algo que no esta bien.
Así que no quisimos, así que él se vino hacia Abancay y yo me quedé allí. Entonces, le presioné a mi primo, ¿quién me va a cuidar cuando yo tome mis tragos?, a Isaac, le dijo así. A Isaac, le dijo su padre, a la vuelta de la calera tú regresas. Ya eran las cinco, mi corazón me engañaba algo, ya tarde fui hacia arriba. Hacia Huayrapampa, pregunté allí, ¿no han visto a Isaac?, por favor.
Hace poquito han estado en la carrera. Debe estar por allí y ya casi en luna, noche de luna llegue allí, no sé porque estaría allí. Por favor, ¿está Isaac por allí?, si tía está acá. Pasa tía, pasa. Llámamelo a Isaac, justamente ahí salió Isaac y nos vinimos. Llegamos a la casa, dormimos, bajamos a Suncho a las nueve de la mañana. Llegué nueve, diez más o menos.
Pelé maíz en Suncho, así que mi hijo ya había escuchado algún ruido, yo no había escuchado, costado del río. Yo lavaba maíz en el río, vino mi hijo, mamá, ¿no has escuchado algo?, ¿qué cosa hay?, escucha pues mamá. Hay ruido. Está reventando algo. Entonces, ¿qué hacemos?, pasamos al frente. Ya eran varios en Huayrapampa, había mucha gente allí. Vámonos hay que escaparnos, vamos a Abancay.
No, no vayamos allá, ahí nos quedamos. Así que el carro estaba ya lleno, el carro y no podíamos subir allí. Entonces, y volvimos. Mi hijo me dijo -mamá, nos vamos-. De todos modos subimos al carro. Mamita, prepáranos comida, te vamos a comprar. Ventisiete, ventiocho, estaba yo vendiendo. Vi en la ladera bajando a mucha gente, a Bacilio Utami, lo estaban trayendo.
Nos asustamos. Entonces, hijo ¿qué hacemos?, en eso ya llegan los soldados y nos obligan a ir a la plaza, a la pampa. Oye, concha tu madre, yo te he visto ayer. Ahora estás acá, ya yo te vi ayer. Ahora estás acá. Tu eres terruco, carajo. Yo no soy señor terrorista. He venido de Abancay, yo estoy trabajando en la carretera. Así que a mi hijo más, me hicieron pasar ahí. Nos hicieron llegar así a la posta, hacia la pared nos colocaron, quietos allí.
Habían varios tapados con ponchos, los que iban a desaparecer. No se les veía la cara ¿Qué cosa estás mirando tú?, ya no pude mirar, estaba con mi hijito. Y llevaron hacia detrás de la posta y empezaron a golpear. Mi hijo tenía una credencial en el bolsillo de la base de Chincha, hace poco había llegado de allí. Era menor de edad, tenía catorce años. De ahí le habían dado un pase, un pase. Con eso él se salvó.
De ahí nos hicieron llegar hacia esos señores, así descalzos. Hasta hoy día no veo a esa gente ya. Ni que habrá pasado con ellos. Entonces, yo avisé a mi marido que ya no voy allí. Aquí estamos, estamos en mes setiembre, estamos trabajando tranquilos, ahí llegó veintiuno setiembre, en la madrugada, a las doce de la noche, el perro ladraba y mi marido despertó. Y me estaba haciendo despertar a mi. Y dijo, a mi no me están sacando, ¿quiénes serán ellos?, primero ponte el poncho y vete hacia el papal, pásate allí, ocúltate allí. Ahí ocúltense. Y mi esposo me dice, ¿qué culpa tengo yo?, ¿por qué voy a temer yo?, yo estoy acá, tengo mis documentos, no hay problema.
Así que, ¿aquí vive Mario Condori?, sí aquí estoy. Me vas acompañar. Inmediatamente lo esposaron y yo llorando con mi hijo, seis meses, de seis meses ¿Tú también quieres desaparecer?, ¿tú también estás en la lista?, cuidado, me golpearon.
Mis hijitos gritaron, yo también me caí, me patearon. Mis hijos lloraban. Yo que no sé castellano, nada, ¿adónde van a llevar a mi marido?, ya vienes en la mañana. Teníamos una carpita de plásticos con sogas extendidas, allí vivíamos nosotros. En la mañana fuimos a la PIP, nadie había en la PIP, nadie daba razón, ¿dónde estará tu marido?, ¿adónde se habrá ido?, no sabemos nada.
Volví a la PIP, igual. A la Fiscalía, fui, ya tu marido, ya se ha ido en libertad ¿Eres Felix Ayala, Mario Condori salió?, ¿no?, aquí está. Así nos dijeron. Haber dígame señor por favor, ha firmado mi marido, quiero ver su firma, porque yo conozco. Y efectivamente estaba la firma de mi marido. Entonces, firmando ¿adónde hubiera ido en esta ciudad de Abancay?, acaso montes hay, en venticuatro horas para que desaparezca un hombre. Por más poderosos que sean ellos. Han desaparecido a un hombre como si no fuesen cristianos. Lo han desaparecido.
Acaso va caminar yo, no es ganado pa que lo degüellen. Ahora lloran tanto mis hijos, yo trabajo, ahora por mis hijos, tengo que dar educación a mis hijos. La chacra falta trabajar, que alguien le de cariño a mis hijos. Que nos avisen pues, ¿dónde está?, si son ellos máxima autoridad, ¿qué cosa vamos hacer nosotros?, ¿qué podemos más?, yo soy pollera, de ojota, ¿por qué nos abusan así?, cuál educación, ¿qué cosa ya vamos a hacer con ellos? Si nosotros no podemos, nosotros queremos que nuestros hijos estén con nosotros hasta que estemos viejitos.
Si Dios, quiere que los hijos esté con sus padres, ahí murió mi hijo, al mes siguiente murió, yo estaba todavía en el atado mi hijo. Y murió allí. Quizás de pena. Así que en la Fiscalía me dijeron ¿qué cosa buscas tú?, total quemado esta tu marido, esta ya desaparecido, si tú más quieres desaparecer, métete pues, vete mejor a cuidar tu hijo. Por eso yo un poco dejé, pasé una denuncia a Derechos Humanos.
Y no fui a ningún sitio de justicia. Esa vez estaba Alfredo Pozo, Fany Vivanco, allí se ha ido ellos. Ellos también han hecho la denuncia correspondiente. Eso pasó, pasaron dos meses, tres meses, mi hijita Amparo Condori, fue al Cusco, estaba en Cunyac. Cunyac es espacio entre Cusco y Apurímac.
Ajá, tú eres terruca ¿no?, a mi hijita la han agarrado allí, ocho días. No sabía, a los días yo supe de eso. Dice que esta mi hija Amparo Condori, yo soy su madre. A su padre también han desaparecido, ¿por qué a mi hija más?, a mi hija más no pues. No me dieron razón, después me dijeron, por favor denme mi hija. Después pasaron dos semanas, otra vez a mi hija. Después quince días. Tu hija había tenido un plano, tenía un mapa, como una hijita de doce, trece años, hubiera hecho eso del mapa.
Quién sabe si a mi hija, la han violado. Así que yo llorando estuve en la PIP, suelten a mi hija. Ahí escuché tremendo griteríos de hombres adentro, ¿quiénes serían?, ya casi para morir, gritaban, lloraban. Uno de ello, un guardia me dijo, un policia me dijo señora ¿de qué lloras tú?, está mi hija adentro. No llores, yo voy a conversar al capitán. Voy a ir, tráeme una gallinita. He llevado una gallina. Pero anda vete nomás. No, hasta que mi hija salga yo estoy acá, yo me quedo.
Me iré con ella. A las ocho de la noche soltaron a mi hija. Hasta ese extremo, ocultando, antes a mi marido, a su padre, ¿dónde esta pues?, ¿dónde estaba la justicia?, pues señor. Diez hombres en ese paso de Huayrapampa, tantos hijos han dejado solos, todo el mundo llorando, arrastrando la tierra. Acaso me han dicho, ¡acá está tu marido!. Acá esta tu marido, ha muerto, le hemos desaparecido, no me ha dicho nada. Ruego a ustedes señores, esa fosa común pues, en Santa Rosa, no sé, en qué partes más usted buscarán pues, Por lo menos quisiéramos saber , siquiera los huesos queremos ver. O por lo menos con una vela iremos pues a prenderle ahí.
Dos de Huayrapampa, había muerto un militar y un subversivo. Dos señoras, estaban encarceladas y dos también varones, encarcelados. Casi toda la comunidad han sido torturados. Nosotros queremos ante Fiscalía de Cusco, de Lima, estará pues nuestro nombre seguramente. Por eso quisiéramos pedir por favor pues señores, para estar tranquilos nosotros, para quedar en paz nosotros, hágannos anular pues esas cosas, nuestros nombres pa no estar en problemas. Que no seamos más perseguidos, por favor. Esta nuestro nombre ahí.
No estamos tranquilos, vivimos en infelicidad. Ya pues que nuestros hijos, no lloren más, así tanto como lloraban cuando se perdió su padre. Que ya no pues por nosotros más. Nosotros queremos las viudas, una pensión de nuestro marido, ¿con qué vamos a vivir pues ya que estamos envejeciendo ahora?, ¿con qué vamos a defendernos? Nuestros hijos, también sin trabajo.
De repente si viviera nuestro marido pues, por lo menos nos defenderíamos.
Gastón Garatea: Muchas gracias por sus testimonios.
Juliana Aroni I.: Gracias señores.
Gastón Garatea: De verdad nos hacen ver una realidad dura y esa realidad tan terrible de que quienes nos deberían defender, son los que nos han atacado. Entonces, muchas veces ustedes han experimentado el desvalimiento, no han sabido en quién confiar, cuando deberíamos tener un estado que les de seguridad a uno. Nosotros vamos a hacer lo posible por recordar a sus esposos, por buscar sus restos, por llevarles algún consuelo, porque eso es justicia entre nosotros. Muchas gracias.
Fuente: Comisión de la Verdad y reconciliacion. http://www.cverdad.org.pe