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Día 27 de agosto de 2002
Segunda Sesión
(de 15:00 a 18:30 horas)
Caso No. 10:
Nombre de la víctima: Pablo Marcani Laguna
Violación alegada: Torturas y detención arbitraria Año: 1987 y 1988
Presunto Perpetrador: Integrantes del PCP-SL y efectivos del ejército
Nombre de Testimoniante: Pablo Marcan Laguna
Institución que respalda: Sede Regional de la CVR
Resumen del Testimonio:
En el año 1987, integrantes del PCP-SL obligaron al señor Pablo Marcan a renunciar a su cargo de Vicepresidente de la Comunidad Campesina de Caype. En 1988 el señor Marcan fue detenido por una patrulla militar y trasladado a la base militar de Abancay donde fue torturado cruelmente.
Testimonio del señor Pablo Marcani Laguna
Sofía Macher: Llamamos al siguiente testimoniante al señor Pablo Marcani Laguna. En el año, en el año ochentisiete integrantes de Sendero Luminoso obligaron al señor Pablo Marcani a renunciar a su cargo de Vicepresidente de la comunidad campesina de Caype, en el ochentiocho el señor Marcani fue detenido por una patrulla militar y trasladado a la base militar de Abancay, donde fue torturado. Nos ponemos de pie, por favor. Señor Pablo Marcani Laguna, formula usted promesa solemne de que su declaración la hace con honestidad y buena fe y que por tanto expresará sólo la verdad en relación a los hechos que va a relatar.
Sí juro.
Gracias.
Humberto Lay: Señor Pablo Marcani, muy buenas tardes, bienvenido a esta asamblea, nos disculpará usted que tengamos que hacerle, tenga usted que hacer esta declaración abriendo nuevamente un dolor profundo que ha tenido en tiempos atrás, te pedimos pues que con confianza diga lo que le ha pasado.
Pablo Marcani: Muchas gracias, señores de la Comisión de la Verdad, señores presentes muy buenas tardes tengan ustedes. Mi nombre Pablo Marcani Laguna, casado, acá mi esposa. Tengo cinco hijas más un hijo político. Soy del centro poblado menor Santa Isabel de Caype, que recientemente creado. Mi comunidad anteriormente, se encontraba en una situación pacífica, tranquila y lleno de comuneros pero con esta cuestión de la situación política, casi la mayoría de los comuneros han evadido, dejando a unos cuantos comuneros que hemos estado en la postre de la miseria. Mi testimonio se debe a que he sido torturado.
Era un mes de junio, primeros días del mes de junio en que he ido por cosecha, a mi regreso de la cosecha, cargado así con mi vestimenta, como suele ser los agricultores, discúlpenme la frase traposo. Con un simple polo y un saquito y mi pantalón también parchadito ¿no? Todo así, cuando regresé a mi pueblo, en la plaza estaban ya reunido la gente, todos los comuneros. Ahí me obligaron a descargar mi carguita y simple y llanamente ya le envié mi carga con mi suegra ¿no?, que en paz descanse. Ahí fui interceptado y acudí, estaba presente en la asamblea, que eran de la base de Abancay.
Y ya no existían autoridades, no había agente, no había teniente gobernador, no había juez, no había presidente. El que les habla en ese tiempo desempeñaba el cargo de vicepresidente de la comunidad. Entonces, uno de los sargentos pregunto a la comunidad si había autoridades acá, y como todos me miraron a mí dije, me presenté y dije -sí presente, vicepresidente del comunidad-. Entonces, me presenté y me dijo ya, nos acompañaras a Abancay y vas a atestiguarte de que verdaderamente ya has estado presente en esta comunidad, a mis superiores.
Perfecto, le dije. No tuve miedo alguno. Mi hermano entonces, me dice me acuerdo que era un día jueves. Y me dice, el día sábado estás de vuelta, viernes, atestiguas y sábado todo tienes. Alimentación , pasaje te vamos a dar. Perfecto, acepto. Y me llevan con un muchacho más, con un muchacho que por miedo se estaba escapando y lo tomaron como terruco a él. Y me dice, me pregunta llegando a Abancay ya acá a la base, me preguntan si este muchacho, pertenecía. Verdaderamente, no pertenecía ese muchacho. Se corrió por temor, porque balas sonaban y por eso se corrió al frente y lo capturaron a él.
Entonces, como el muchacho era menor de edad, de catorce años, ni conocía Abancay. Entonces, el muchacho valgan verdades que yo le enseñé al muchacho ¿no?, no vas hablar castellano, porque quería liberarlo. No vas a hablar castellano. Vas hablar quechua. Como el teniente ya sabía que no hablaba porque no hablaba quechua.
Entonces, me dice ¿cómo se llama?, y yo le digo al muchacho ¿no?, ¿iman sutiqui?, Fidel Quispe. Ah, entonces, ¿tú como autoridad sabes que este muchacho ha participado en esto, en estas cuestiones del terrorismo?, no jefe le dije. No, que yo sepa, no. Entonces, ya que se vaya. Entonces abrieron la puerta y ya sin que nadie le obligara entonces. El pobre muchacho pensaba que yo esa misma, esa misma noche iba salir, pero el muchacho se había pernoctado en EntelPerú, había me había esperado, pensando que iba a salir yo.
Ya después cuando salí me enteré ¿no?, su triste vida que había pasado ese muchacho. Y siguiendo, pasaron los días, día sábado, el día domingo pudo ver a mi esposa que acá me acompaña, que estaba agarrado de mis dos hijitas desde lo alto del este, de la base pude ver del segundo piso. Entonces, yo le dicia no, a qué habrá venido mi esposa, caramba que si mañana voy a salir. Si bien no he salido, mañana saldré. Pero, no era así. No era así. Pero antes de llegar a eso, una señora que había traído su mote ¿no?, a su hijo y su hijo me deja a mi ese servilleta lleno de mote. Me meten a un cuarto donde quedaba mucha pena. Daba pena. Entonces, todo ese mote, servilleta que tenía. Cómo se me han quituneado y una partecita pude recuperar todavía porque daba pena esa gente.
Pasando una hora así, me trasladan a otro, ahí había otro muchacho que también ya estaba inconsciente ya, hambre. Tenía hambre. Todo ese pucho que tenía tuve que darle a él. Se le ha comido hasta cáscara y todo. Bueno, yo no me imaginaba al menos guardarme aunque sea cinco motecitos ¿no? para la postre, que yo de repente peor todavía he caído. Entonces, pasado día lunes, no pasó nada. Nadies me viia estaba junto con él, ya sentía hambre y nuestro alimento así como dijo el señor Damián, era puro caldo.
Teníamos que conseguirnos nuestro tarrito de leche Gloria y si tiniamos suerte venía unos cuántos granitos de arroz, pero bastante picante, no sé si lo harían a propósito, salado, recontra salado. Si fuera bueno, sería lleno que nos sirvieran ¿no?, pero a media, a media latita. Y sucede que el día martes recién me sacan, once la noche, doce de la noche. Esa era su hora estratégico para que nos castiguen. Me sacan, me marrocan la mano, me vendan los ojos. Se supone que habrán sido dos que me han agarrado del brazo y me hacen bajas del segundo piso y ahí he podido percibir la luz bien encendida y una muchacha le preguntan ¿lo conoces?, y la muchacha contesta sí, sí lo conozco ha estado con nosotros.
Entonces, ya ahí sí ya empecé a temblar yo. Me entró miedo. ¿Como es esto?, se ha equivocado esta señorita o señora, ¿quién sería?, ¿por qué no?, como estaba vendado no la pude identificar. Pero su voz sí me acordaba, siempre me acordaba su voz. Entonces ¿qué pasa?, ya me sacan de ahí de ese cuartito a donde estaban los otros, porque a mi costado también hay varias voces, gritando. Otro así tendido en el suelo se supone porque ahí lo estaban tendiendo, como a mí también me tendieron. Y ahí, me enmarrocaron y me dice -pégate la cabeza a la pared-. Bueno, ya me, ahí que hacen sonar este el revólver y me apuntan acá, ya tú eres terruco, ¿sí o no?, dices. No, nunca he sido.
Tú eres terruco, habla, habla. Con palabras soeces. Discúlpeme la frase pero ¡habla mierda terruco!, me dician. Habla, no, no he sido. Ah, ¿no eres?, no sé. Alguien me mete una cabriola en el pie, pum caigo de bruces. Como tiene una corona de diente acá, lo sentí mover todo eso, todo movido, lo retuve en mi boca. Y otro, me tienen ¡a este cholo fuerte, este cholo fuerte!. Marrocado, me tienden al suelo, no se alguien me pateó, me rompen la costilla. Perdí la conciencia y cuando me desperté, mi nariz, mi tabique, todo destrozado, que está de lado. Con la costilla, todo eso marrocado, en un rincón botado estuve cuando me di cuenta, cuando he escuchado voces, también que alguno de los compañeros han estado castigando ¿no?
Porque estaba marrocado, vendado, estaba en un rincón y a mi lado estaba un cintinela se supone que es. Y no podía respirar. Un respiro. Esa noche todavía pudía respirar un poquito. Pero al amanecer ya no pude y estaba con ganas de orinar. Y había un baño y habían seis personas encerradas, también ahí. Amaneció, nadies se dio cuenta, nadies me da importancia, nada, nada. Ya estaba que me orinaba. Tomé fuerza, valor y entré a ese baño. Me di con la sorpresa de que habían seis, que también estaban casi inconscientes de hambre, pobre gente, hambre.
Entonces, yo le dije. Como estaba marrocado no podía sacar pero de repente iba a comprometer a esos señores también. Entonces, el único que dije, por favor estamos entre varones ¿puede sacar mi miembro y hacerme orinar este baño?, por favor. Porque ya mi manos ya no funcionaban. No funcionaban porque ya estaba toda la noche amarrocado así, ya. A pesar de que desataron no, no podía yo volver a su sitio, mis brazos.
Entonces, le dije a esos señores que yo también por las justas, que me acompañaron y hicieron en ese caso humanitario. Les doy gracias a esos señores. Y ahí estuve encerrado como dos, como dos semanas. Pasando hambre, nuestro único diversión o pasatiempo era mirarnos los piojos unos a otros. Sí, eso era la realidad. No había nada qué hacer, mirar techo, pared a pared. Uno nos decíamos ¡mírame la cabeza!, nos mirabamos. Ahí existía, ahí recién pude ver que sí, debemos apoyarnos unos a otros. Yo miraba al otro, el otro me miraba a mí. El hambre me hizo obligar a vender mi corona de diente, porque estaba movido ya, lo saqué. Y ese corona en un solo día se fue. Porque el cintinela me decía -te compro pan, pero cincuenta por ciento para mí- Sea, lo que sea pero tráigame algo pa comer, quiero pa comer.
Un día se me fue mi corona. Pasaron días, nos sacan, no sé como lo toman esos señores este. Iba haber un cambio de contingente de acá, con el de Cusco. Los antiguos ya de baja creo y los que iban venir de Cusco, para acá ¿no?, los nuevos. Nos sacan eso de una de la mañana hacia Curawasi, marrocado, vendado, a un grupo de, otro de repente han sido terrucos, otros inocentes como yo pero marrocados y vendados. En el carro eso, debajo del asiento donde se sentaban los soldados ¿no? Y el bache que daba era un castigo tremendo y el frío a esas horas pasar su [..]. Era un martirio y con esa ropa que estábamos. Yo todavía al menos estaba con mi saquito pero otros, con su polito que han caído. Y sufrí todo ese frío. Eso era una penuria.
Y los tacones que a propósito los cachacos nos daban debajo del asiento que estábamos, los tacones, nos caían a cada rato. Si gritabas y dicias por favor, calla terruco, otro tacazo. Molidos llegábamos a Quebrada Honda. En Quebrada Honda había un camión, se fue llevando a Cusco, a toda esa gente y esperó otro camión de regreso que regrese con la nueva gente, y ahí, el calor así marrocado , tendido y el carro de metal, encima el calor. Otro calcinación. Pedíamos agua, como a chancho, ¿quieren agua?, ya toma agua. Un baldazo de agua, dos baldazos, tres baldazos, pero había agua, ya nos refrescaba. Pero con toda esa ropa mojada de regreso, regresar de vuelta a Suracasi y con esa ropa mojada. Otra penitencia.
Llegamos a la base, estaba cantando el gallo. Eso de las tres de la mañana, cuatro de la mañana así. Llegamos, como dije enantes, hay soldados buenos, hay soldados malos. Para que había un sargento que tanto le recuerdo. Esa noche que hemos venido empapaditos, no había nada. Entonces, me hizo cantar, ¿tú eres tigre?, si soy tigre, le dije. Ya, ¿tú eres bacán?, si soy bacán. Ya, ¿tú eres bacán?, ¿no?, ven acá.
Me quitó mi saquito, mi polo, ya. ¡Sácate el pantalón!, había un catre ahí de metal ¿Tienes frío?, ¿quieres dormir calentito?, si quiero dormir calentito. Me hizo tender ahí, así, así sin ropa. Duerme hasta mañana. Solito, mi ropa no se adonde lo han llevado. Encima de todo eso, había un montón de catres ahí de metal, eso de alambre así. En eso cerró la puerta, Que iba a dormir yo, me paré, me senté. Así, así, desnudo. Y no faltó un sargento que le dije enantes de buena fe, ¿qué haces?, me dician payaso. Adentro me llamaban payaso por el saquito que tenía, ¿qué haces payaso?, no sé, no sé que hago. Estoy así en traje de Adán le dije.
¿Quién ha sido eso?, ¿quién ha sido?, cintinela lo llamó ¿no?, no, no sé tampoco dijo. Entonces, gracias a él recuperé mi saquito, todo eso, pero no sé quién habrá sido el que me ha llevado. No, pero de cara tampoco no lo puedo conocer porque por frío que tenía, todo eso. Pude recuperarme eso y encima me trajo dos frazadas. Gracias, digo a este sargento caramba que, esté donde esté lo puedo reconocer y darle las gracias ¿no?
Pasaron los días otras tortura. Otra tortura que consistía en que ponían cilindro de agua y te ataban desnudo a una banca. Los pies amarrados y los brazos incrustados hacia la parte inferior de la banca y la cabeza, colgando ¿no? Y conforme te iban levantando la parte de donde están los pies, la cabeza iba entrando al cilindro. Y como estabas de nariz, de hecho que el agua, basta que tú absolvieras un poquito y ya estabas ¿no?
Y todo eso he pasado, después pasando eso, no sé como, como una salvadora, una señora entró. Yo pienso que era de Derechos Humanos. Vieron eso que entraron. Entonces, al toque me dijo, al que me estaba castigando, ¡párenlo, párenlo y que se esconda detrás del pilar!. Me escondieron así desnudo. Ahí no sentía ni frío, nada por la cólera que tenía, quería morirme. Francamente, quería morirme. Porque antes de castigarme, meterme al agua, llamaron a uno, pienso que ha sido enseñado, de repente ha sido verdadero, ¿quién sabe?, y me dijo tú compañero, yo te he visto tú has participado ¿en Chucsemaray?, ¿sí o no?, me dice. Que tal broma, le digo ¿no?
No, nunca he participado ni te conozco, si usted me quiera sonsacar, estás perdido, porque si me quieren matar que me maten de una vez por todo, no quiero sufrir última hora. No quiero sufrir, que me maten, nunca he participado. Eso ha sido, ese día. Al día siguiente otro tortura. La colgada, como lo llaman ellos. Te amarraban acá, marrocado, te colgaban, no sé si habrá sido de metal, eso donde colgaban. Yo todavía me daba cuenta, consciente todo eso, conforme te iban levantando ibas perdiendo conocimiento. Porque todo el grito, todo el peso que se te venía, pienso que mis brazos, estaban acá, ya.
Yo perdí conocimiento, cuando me di cuenta me estaban haciendo volver mi brazo a su sitio. Pero ya todo eso brazo que anteriormente ya estaba todo resentido y encima de eso, total. Y con la costilla rota, total. Y posteriormente, me llaman al último castigo que para mi es una deshonra ¿no?, tremenda deshonra que eso si nadie me lo va quitar, las heridas tal vez que siento, pero psicológicamente eso sí. Para mí que esta gente, no sé si han instruidos para sadiquearse de uno, o para simplemente hacer preguntas e investigar. Antes de que me metan al baño. Mi llevan al cuarto de investigación ahí donde funcionan ahí un señor que estaba tipeando máquina ahí. Me llevan ya sin vendas, sin alguna nada. Ese, a ese cuartito y veo a una señorita. Y le preguntan a la señorita ¿este es el tipo que le ha tildado?, este ¿la conoces de verdad?, y la señorita le dice no. Y ¿cómo mierda me has dicho primero que la conocías?, no lo conozco. Por miedo le dijo. Pobre muchacha a raíz de eso, castigo.
Ahí, pude escuchar, lo retiraron a ella. Pienso que se han abusado sexualmente, a esa pobre mujer porque yo escuchaba ¿cómo quieres?, déjate y la muchacha gritando. Yo digo, si estos investigadores, quiénes sean, ¿alguna vez no tendrán hija? Si esa vez no lo han tenido y que a su hija, lo hagan de esa manera o a su hijo lo haguen de esa manera, sádicamente. Pienso que no. Yo en ese mismo rato dije, yo sentí pena espiritualmente. Sí ella me tildó, bueno ya pasará pues un tiempo. Pero no es para que lo haguen de esa manera. Porque errar es humano, sí errar es humano.
Bueno, pasó eso. En ese mismo rato me sacan una foto, donde habían en una foto. En esa foto habían dos barbudos, yo ni la conozco. Y me preguntan ¿conoces a estos señores?, no le digo. Sí lo conoces, no le digo ¿Quieres estar libre?, sí quiero estar libre, ¿cómo quién?, ¿cómo cuál de ellos?, como no lo conozco ¿Cuál de ellos está encerrado o de repente es uno de ellos?, como no conozco. Me la jugué, como este. A ya, que ya está libre. Tú eres vivo ¿lo conoces?, no lo conozco le digo, pero al menos la tientas no, la suerte. Ya ¿tienes hambre?, si tengo hambre, ¿tienes hambre?, sí. Acá está el dedo de tu jefe Rocky, me dice. Y me hacen morder.
¿Tienes hambre?, sí. Abre la boca, abro la boca. Todavía mi dentadura doliente ahí porque varios de mis dientes movidas. Me hace morder, ¡come, come!, me dice. Bueno hago el intento de mascar, pero que voy a poder, pues no. Que voy a poder. Y así me tienen ¿Y este es tu jefe?, sí, si tú lo dices que es mi jefe, es mi jefe, ¿qué hago?, si tú lo dices. Oye, pero tú quieres estar libre ¿sí o no?, si quiero estar libre. Pero ahora vas a morir cojudo, ahora vas a morir. Vas a morir comiendo a tu jefe, me dice.
No importa, muero. No importa, ya dije esa vez, quiero morir, quiero morir, ya si ustedes no me creen, la verdad háganme lo que quieran, ya me han hecho todo, háganme lo que quieran. Llegó las doce, la hora del rancho de oficiales de ellos y me encierran a su baño de ellos. Me encerraron a su baño de ellos y antes de eso. valgan verdades que mes y tanto, no he hecho mis necesidades higiénicas. Sí lo hacía, era puro aire, ¿por qué?, porque no había comida, todo era agüita. No he hecho esos tiempos entonces y gracias a un cocinero que nos trajo machas ¿no?, pa que le ayude a pelar, a limpiar las machas. Entonces, como había hambre, con un tal que estaba en mi cuarto, un paisano Hilario, con él, como hermanos hemos estado. Hemos comido. Limpiando, comiendo, limpiando, comiendo hasta que nos hemos saciado.
Entonces, eso habrá sido la consecuencia de que en ese baño me llamó a hacer mis ese ¿no?, pero ese rato que me encerraron había agua. Confiado en eso, me ocupé en su baño de los oficiales. Para qué hice eso. Llegó la una, el retorno de ellos a la oficina. Entra el oficial, me saca y ve pues, ¿quién ha hecho esto?, yo la verdad no hablo. Mi oficial yo lo hice, ¿quién diablos te ha dado permiso pa que hagas esto acá, en mi baño? Pero mi oficial, qué cosa quería usted, que lo hiciera en, que me hiciera yo en mi pantalón o que lo hiciera en el piso habiendo. Mi mala suerte es que en ese rato el agua había estado sectorizado y no funcionaba, no había agua. Eso ha sido. Ya tú eres pendejo, tú eres pendejo, recontra pendejo eres, payaso, me dice.
Me palmea en el lomo, ¿sabes lavarte con shampú?, sí le digo. Ya perfecto, ¡y eres más pendejo!, me dice. Y este señor, yo todavía pues no sabía ¿qué cosa era shampú no? Y este señor, ¡lávate con shampú!, ¿sabes cuál es el shampú?, el shampú es este. Me enseña el water. Lávate con shampú. Como ya yo, ya estaba decidido ya a morir, no me importaba nada lo que hicieran. Obedecía, tuve que obedecer. Saqué mi excremento, a lavarme la cabeza, todo embarrunado. Ese es sadismo, ese ya no es castigo. Ese es sadismo. Para mí que es un sádico, esos castigadores.
Encima de eso, ¿sabes comer?, si comer, ¿tienes hambre?, tengo hambre. Come. Medio que me atrasé en eso. Come. Pues agarré un poco, comer. Ese ha sido para mí, indignante. A estos señores yo no lo tomo, como investigadores. Son sádicos para mi y en ese mismo rato, ¿cómo se abusaban de ese muchacha?, porque se escucha del otro cuarto, ahí mi cuarto. Le preguntaban, pobre muchacha cómo gritaba. Y esos son, esos oficiales, son ellos, que se creen investigadores pero en sí son sádicos, para mí. No se puede soportar esa manera, no. Yo pues, a consecuencia de todo eso, pues yo que pesaba sesentiseis kilos, ahora peso cincuenta kilos, ¿por qué?, tengo una costilla rota, y a consecuencia de eso ya no puedo hacer trabajos forzados.
Y mis hijas estudiando, requieren economía. Hasta más no puedo, porque ahorita, ahorita el trabajo es pa jóvenes y si los hay, que estén físicamente bueno. Pero yo estoy malogrado. Recontra malogrado estoy. Por eso, por todo esto, le doy muy gracias, muchas gracias que en paz descanse a nuestro párroco Miguel Guiter Feliú, a nuestro obispo Enrique Pelach, que ellos también han podido, han apoyado en mis gestiones para que yo pudiera salir y a mi madrina y a mi querida esposa, que ha estado dejando todos sus animales atrás de mí y más que todo, he tenido la suerte de que en esos momentos, en el año ochentinueve si no me equivoco ochentiocho, salió los Derechos Humanos. Esa suerte he tenido, creo que esa señora que ha estado atrás de mi también ha sido, que pertenecía a Derechos Humanos.
Y también doy gracias ¿no?, por todo las personas que han sufrido como yo, en nombre de ellos doy gracias al Gobierno Transitorio de Valentín Paniagua y al doctor, el presidente Toledo, que ha finiquitado y da por concluir este ¿no?, que salga la Comisión de la Verdad, gracias a todos ellos y a la Comisión de la Verdad, también doy fuerza y valor que tomen, como yo que no desmayen. A toda esa gente que han sido torturados o lisiados por vida, no desmayemos, estamos en manos de la Comisión de la Verdad y a todos esos niños ¿no?, que han quedado huérfanos. A todas las madres que han quedado viudas o a los padres que han quedado viudos. Yo quisiera señores comisiones, señores Comisión de la Verdad, que nos apoye, que esto no quede aquí. Teniendo en cuenta, como dijeron enantes mis queridos compañeros, su apoyo por favor.
En nombre de todos esos lisiados, huérfanos, viudas, viudos, torturados como yo, torturados como yo, tener fe, fuerza, esperanza. Una vez un vivo me dijo, tú eres zonzo, por qué no vas y reclamas. Eso yo le recomiendo, les pido a la Comisión de la Verdad, hay vivos que se aprovechan de este pánico, de esta oportunidad. Los que han sufrido verdaderamente la violencia, estamos fregados. Por favor, eso ténguelo mucho en cuenta. Hay personas verdaderamente que se aprovechan de esta violencia, de este pánico y eso no quisiera que, para eso está la Comisión de la Verdad y como Comisión de la Verdad, vean ese caso, por favor.
Y los que estamos verdaderamente lisiados, estamos postrados. Ojalá que nos suceda eso. Muchas gracias.
Humberto Lay: Y bien don Pablo, son pocas las personas que podríamos decir así que han estado en el infierno y han salido de él. Usted es dichoso en esto, ha estado en ese lugar, ha vivido, ha sufrido lo indecible y todavía tiene fuerzas para contarlo. Le agradecemos muchísimo este su testimonio valioso y esperamos que con el tiempo se arregle todo y que la Comisión de la Verdad, escucha y esperamos atenderlo en su pedido. Muchísimas gracias.
Pablo Marcani: Muchas gracias.
Fuente: Comisión de la Verdad y reconciliacion. http://www.cverdad.org.pe