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TESTIMONIO DE JENNY SAEN ROMÁN

(Nota de redacción: actualmente Jenny Saen Román tiene veintiséis aņos y es prisionera política del penal de máxima seguridad de Aucallama, provincia de Huaral, departamento de Lima, Perú.)

Dentro del gobierno de Belaúnde, en el aņo 1982, cuando tenía siete aņos de edad, se dio el asesinado de mi hermana Liz Saen Román, quien tenía en aquel tiempo 16 aņos de edad y cursaba el quinto aņo de secundaria en el colegio de San Ramón en Ayacucho.

Un día nos encontrábamos en mi casa, mi hermana Liz (16), mi otra hermana de 9 aņos de edad y yo, conversábamos en el cuarto de Liz esperando la llegada de mis hermanos que aún no llegaban del colegio. Mis padres se encontraban en Lima, ya que tenía otra hermana a quien apresaron sin justificación alguna y estaba en el penal de Santa Bárbara, y mi padre venía a visitarla. Cuando nos encontrábamos conversando pendientes de la puerta, ya que constantemente éramos objeto de allanamiento, ya sean Sinchis o los propios policías, ingresaban siempre rompiendo la puerta, y ese día no fue la excepción, pero esta vez tenían un objetivo que cumplir y era el de asesinar, y así ingresaron rompiendo la puerta y al pararnos nosotros ya nos habían rodeado apuntándonos con sus armas, nos acercamos más a mi hermana mayor que con su brazo al inicio nos rodeó y decía que nos tranquilizáramos, que no nos preocupáramos, ella iba a conversar, pero al instante sentimos los jalones y los golpes, decían avancen, con una serie de términos (camina carajo,...) y nos llevaron a encerrarnos en el cuarto de mis padres. Fue ahí que escuchamos disparos y salimos (no sé como abrimos la puerta), y de igual manera salían los hombres alrededor de diez, vestidos de negro y con botas de militar, estaban encapuchados, corrimos hacia mi hermana Liz y ella estaba tirada en el suelo sangrando, le dispararon en la cabeza, gritamos desesperadamente y salimos tras quienes habían hecho ese crimen, pero estos nos disparaban, al instante aparecieron los vecinos quienes se percataron que la casa estaba rodeada de militares y nos llevaron a otro lugar a escondernos, pues como se han presentado las cosas podían también hacer los mismo con nosotros, a los minutos de lo ocurrido llegaron las tanquetas del ejército y rodearon la casa nuevamente, buscaban si alguien había quedado en casa, pero no al mucho tiempo llegaba mi otro hermano del colegio, tenía 11 aņos de edad, desconocía lo que había ocurrido y al ver que no podía ingresar a la casa buscó la forma e ingresó y encontró aún el cuerpo tirado. Luego se dio cuenta que el seņor que vivía en un cuarto de la casa al fondo estaba encerrado en su cuarto, amarrado. Esa ahí que nuevamente se escucharon disparos y eran dirigidos a mi hermano y el seņor, nosotras que estábamos escondidas y podíamos ver, escuchábamos a mi hermano, decía que dejen de disparar y también los vecinos pedían para que paren de disparar.

Ingresaron a la casa para llevar el cuerpo sin vida pero fue mi hermano que se sujetó del cuerpo y no se soltó, y se lo llevaron con él, habiendo ya muchos testigos de lo que estaba ocurriendo, lo llevaron a la morgue del Hospital de Ayacucho y aun ahí buscaron desaparecerlo, pero fue la acción de mi madre que cogiendo el cuerpo de su hija salió de ese lugar para llevarlo a la casa y poder rendirle el homenaje correspondiente.

Luego de todo esto tuvimos que salir de Huamanga, pues la persecución, hostigamiento se hacía con más frecuencia y con mayor ensaņamiento por no haber logrado todos sus deseos, pues mi madre denunció este asesinato, pero nadie respondió.

La recomendación de todos los vecinos y familiares era que saliéramos de Ayacucho, sino nos desaparecerían a toda la familia.

Se desató toda esa persecución, pues aún estando en Lima así fue, a mi hermana que estaba prisionera la soltaron, pues no tenían evidencia alguna para sentenciarla, para luego desaparecerla, y a mi hermano mayor también lo apresaron para luego asesinarlo en la matanza del Frontón.

Mi madre seguía denunciando, pero la persecución era tanto que nuestro hogar numeroso disminuyó. Mataron a 3 de mis hermanos, y a los que quedamos nos han perseguido, encontrándome en la actualidad prisionera.

El asesinato que aquí narro, es como el de muchos que quedaron en la impunidad más desvergonzada, y por la política que aplicó el Estado Peruano, persiguieron, asesinaron, desaparecieron, violando todo tipo de derecho de las personas.

Así la familia fue perseguida tratando de desaparecer a todos para que no queden testigos, y así denuncien hechos como estos. Pero nunca nos olvidamos. No se dió justicia, hoy exijo esa justicia en nombre de mi hermana que al inicio de su juventud le cegaron la vida, y a nosotros quienes presenciamos este vil asesinato quedamos marcados por hechos como estos durante nuestra niņez.

Ya han pasado muchos aņos, pero yo los recuerdo como si fuera ayer. Todo esto demuestra una vez más de que la justicia (en este sistema) no existe para los pobres, justicia para el pueblo no hay.

Fuente: Asociación de familiares de desaparecidos y víctimas de genocidio - Afadevig.