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POR MERCEDES RÍOS RIVERA
Agosto de 2005
Estoy detenida más de 12 años, fui juzgada con leyes inconstitucionales, con jueces sin rostro, sentenciada a 20 años. En mi condición de inculpada, estando privada de mi libertad, fui testigo de un execrable suceso acaecido en Mayo de 1992, en el establecimiento Penal Miguel Castro Castro, donde se asesinó a prisioneros desarmados.
A continuación, paso a relatar tales acontecimientos, en función de servir al esclarecimiento de tantos hechos, cuya versión ha sido muy distorsionada por los gobiernos, autoridades y medios de comunicación. Lo que narro aquí es verídico y es lo que yo presencié.
El 5 de Abril de 1992, Fujimori llevó a cabo un golpe de Estado, buscando mayor centralización del poder presidencialista; por ello, licenció al parlamento y convocó a una Asamblea Constituyente; su objetivo era terminar militarmente con la guerra que se desenvolvía en el Perú, por lo cual vio necesario golpear a los que tenía en sus manos: los prisioneros políticos y seguir aplicando una política de violencia extrema con miles de muertos.
Conocí a través de rumores propalados, principalmente por los medios de comunicación, como los canales 2 y 4 de televisión; periódicos como "Expreso", "Ojo"; revistas: "Caretas", "Oiga", etc.; que preparaban el traslado de las mujeres a otro penal. Sin embargo, nunca nadie, ni en forma oral, ni escrita, jamás nos comunicó de dicha intención. Además, habían desatado toda una campaña de opinión pública contra los detenidos, diciendo que en los pabellones "1-A' y "4-B" (habitados por inculpados y sentenciados por presuntos actos de subversión), se había perdido el "principio de autoridad", que "los detenidos controlaban todo", que "tenían armas".
Todo esto se desmiente fácilmente, ya que los policías de seguridad ingresaban a los pabellones dos veces al día para pasar lista y hacían requisas constantes. Prueba de ello, ocurrió 20 días antes de los sucesos execrables: fuerzas especiales encabezados por las autoridades, como el director del penal Coronel Cajahuanca, nos hicieron una requisa, que ellos llamaron "inspección", motivo por el cual se firmó un acta donde se precisaba que no habían encontrado armas en ninguno de los dos pabellones. Dicha acta fue' firmada por las autoridades, por los delegados de ambos pabellones y un delegado de la Cruz Roja Internacional que presenció toda la requisa.
Le sacaron los sueños y los ojos. Querrán descuartizarlo grito a grito. Le escupirán. Y a golpe de matanza lo clavarán: ¡y no podrán matarlo! Del Canto coral a Túpac Amaru
Alejandro Romualdo
Es así, como el 6 de Mayo de 1992, el Presidente de la República del Perú, Alberto Fujimori, ordenó a sus fuerzas combinadas (Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales) atacar el Penal Miguel Castro Castro, específicamente los pabellones "1-A' y "4-B" donde se encontraban mujeres y hombres respectivamente; so pretexto de "imponer el principio de autoridad", asesinaron vilmente a 50 prisioneros desarmados e hirieron a más de 100, y a los heridos los dejaron desangrar sin ninguna atención médica; violando así, derechas fundamentales que toda persona humana tiene, como el derecho a la vida, a la libertad de pensamiento; haciendo tabla rasa de Convenios Internacionales, a los cuales está suscrito el Estado Peruano, cometiendo crímenes de lesa humanidad.
Siendo aproximadamente las 4:30 a.m. me desperté sobresaltada por el ruido estruendosa, producido por una explosión, habían , abierto un boquete en la pared de nuestro patio, por donde comenzaron a ingresar centenares de miembros de [as, fuerzas combinadas especiales, disparando ráfagas de metralleta contra las ventanas del pabellón, que hacían que los vidrios salieran volando. Tenía que guarecerme para evitar ser alcanzada por las balas, veía cómo se empotraba las balas en las paredes.
En forma simultánea, empezaron a tirar bombas lacrimógenas, vomitivas, paralizantes, que literalmente llenaron el pabellón, provocándonos fuertes ahogos. Era insoportable, no se podía respirar, se sentía irritación en los ojos y fosas nasales; habían varias detenidas que se desmayaron, por más que nos tirábamos al suelo, nos echábamos agua, vinagre e incluso orines; el ambiente estaba saturado de gases; no podíamos vernos. El resto del día lo pasé yendo de un lugar, a otro; con el objetivo de preservarme del ataque; que cada vez era más intenso: Habían franco- tiradores colocados en diferentes puntos, rodeando el edificio y al menor movimiento que- percibían, disparaban.
En el techo del 4to. Piso empezaron a golpear con combas para abrir forados y poder ingresar: Por las perforaciones que hacían, lanzaban bombas, granadas, ráfagas de metralleta; es ahí donde hieren a varias prisioneras. Para demoler el edificio, lanzaron instalazas que remecían todo el pabellón. De esta manera nos obligaron a refugiarnos en el piso de abajo, sin embargo, del mismo patio también atacaban, por lo que en la tarde del mismo día 6, después de que varios prisioneros habían sido asesinados, empezamos a pasar al pabellón "4-B" a través de los ductos que habían sido construidos en el penal desde su inicio y el personal que trabajaba ahí conocía, porque desde ahí arreglaban todo lo que era conexión eléctrica, tubería de agua y desagüe. Para poder entrar al' dueto se bajaba por la escalera, por eso era riesgoso pasar por allí; es aquí donde varias prisioneras fueron alcanzadas por las balas, siendo heridas o perdiendo la vida, ante dé llegar al "4-B". Toda la noche siguieron demoliendo el pabellón "1-A'. El jueves 7 comenzaron a atacar el "4-B". Ahí éramos más de 500 detenidos totalmente hacinados; atacaban por todos lados: disparaban, tiraban bombas lacrimógenas, instalazas, granadas, dinamita, etc. ¡El ruido era ensordecedor! Comenzaron a hacer forados.
Entre todos nos dábamos ánimo, parecía que había llegado el fin. Curábamos y atendíamos a los heridos; sentía mucho dolor por los que habían muerto, jóvenes que tenían su vida en flor; madres, que sus hijos no los iban a ver más; padres que querían un mundo mejor para sus hijos, estaban muertos; el dolor se convertía en fuerza y se resistía valerosamente, apoyándonos nos decíamos ¡FUERZA! La temperatura del ambiente era bien elevada, producto del ataque con bombas, no teníamos alimento, el agua que había, se acababa.
"... Con esperanza y valor seguíamos resistiendo aferrándonos a la vida..."
El viernes 8 al atardecer, salió un grupo de 4 delegados para pedir la presencia de los representantes de la Cruz Roja Internacional y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que garantizaran nuestras vidas al salir, ya que las fuerzas combinadas especiales, por medio de parlantes, nos conminaban a salir, cosa que no se podía hacer en medio de semejante ataque. Ellos decían que iban "a respetar nuestras vidas".
¡Qué ironía! Si ya habían asesinado a muchos detenidos. Los delegados no regresaron. Posteriormente nos enteramos que fueron golpeados y encerrados en calabozos. Esa noche salió un grupo de prisioneros, entre ellas ancianos; fueron secuestrados al igual que los delegados. Pedíamos a viva voz que respeten la vida de las embarazadas y de los heridos, que los dejen salir para que fueran atendidos. Respondieron afirmativamente, pero al' salir los atacaron a balazos y no permitieron que salgan más allá de la rotonda, donde procedieron a rociar kerosene alrededor del pequeño lugar que ocupaban. (Los tuvieron en la intemperie hasta el sábado por la noche).
El sábado 9, el bombardeo proseguía, seguían demoliendo el pabellón; cada vez más se reducía el espacio donde podíamos estar; la mayoría estábamos en el 1 er. piso, seguían tirándonos bombas lacrimógenas, seguían abriendo boquetes en los techos; el ruido seguía siendo atronador. Con esperanza y valor seguíamos resistiendo, aferrándonos a la vida. A eso de las 6 p.m., logran volar la pared trasera del último recinto qué nos quedaba, ya no había donde poder guarecernos; decidimos salir, sabiendo que nos iban a matar; los efectivos estaban como locos,, gritaban: por megáfonos qué salgamos.
Nosotros comenzamos a salir tomados de la mano: Vi cómo comenzaron a disparar contra- los primeros que salían, muriendo Carlos, Violeta, Hugo, Yóvanka, Tito; otros cayeron gravemente heridos: Elvia, Margot; Victoria y yo. Habían francotiradores en los techos que disparaban a los que estaban tirados en el suelo, sin importarles nuestras vidas. A mí me caen 2 balas (de AKM, eso me dijeron en el Hospital de Policía) lo que produjo en mi pierna derecha doble fractura con minuta: estaba casi destrozada; a mi alrededor, yacían muertos varios detenidos.
Me desmayé, 2 prisioneros que iban saliendo se dan cuenta que estoy viva, porque al recobrar el conocimiento empiezo a moverme, me cargan en sus hombros para llevarme hacia la entrada; al avanzar hacia el portón de salida, vi muchos tirados en el trayecto, algunos muertos, otros heridos ¡Qué horror!; la mayoría, jóvenes que anhelaban un mañana mejor, ¡Qué dolor sentía!, pero me daba mucho coraje, y me decía: ¡Qué injusticia! ¡Qué crueldad! ¡Tanta vesania!
Las fuerzas especiales desde los techos gritaban y disparaban; antes de llegar al portón de metal dé salida de pabellones, nos dispararon y, algunos que me llevaban, cayeron, una quedó herida. Tirados en el suelo nos apuntaban con sus armas y gritaban para que rampemos. Nos conminaban: "¡Carajo! Rampen, terrucos de m...:'. yo no podía porque tenía una de mis piernas destrozada; uno, con uniforme moteado, me cogió del cuello y comenzó a arrastrarme. Yo gritaba de dolor, ellos se ensañaban con los heridos y eso lo sufrí en carne propia.
Me dejaron tirada en un lugar que le llamaban "Tierra de nadie", ahí estaban tirados varios prisioneros, escuchaba que se quejaban de dolor: estaban heridos y no se les daba ningún tipo de atención médica.
Después de varias horas, hombres vestidos de blanco comenzaron a preguntarnos nuestros nombres; escuché a Elvia Sanabria responder y uno de ellos dijo: ¡Ah! ¡Ella es!" nos subieron a la ambulancia, a mí me tiran en una camilla y me amarran las manos hacia atrás, les pregunté ¿por qué me amarran? Me gritan y golpean con su arma en mi espalda y amenazan con matarme si sigo gritando.
Escucho que a Elvia Sanabria la suben a la ambulancia, la tiran a mi lado, pero en el suelo de la ambulancia. Ella comienza a decir: "¡Mi pierna! ¡Mi pierna!, le gritan que se calle. Ella les dice: "Estos crímenes no quedarán impunes"; les pide agua, no le dan. Ella les dice: "Yo puedo ser tu madre". No sabíamos a dónde nos iban a llevar. Recalco que pasó mucho tiempo hasta que nos dieran atención médica. AI llegar al Hospital de Policía escucho que dicen: "Está fría". Ellos la han matado porque no le han dado atención médica a tiempo, la han dejado desangrar para que se muera.
A todos los heridos nos llevaron al Hospital de Policía, ahí comentaron que nos estaban esperando ya varios días. Estábamos totalmente incomunicados, y al personal que nos atendía no se le permitía que nos hablaran. Primero, nos llevaron a Emergencia, ahí comenzaron a seleccionar; los más graves se quedaban, a los otros los devolvían al Penal Miguel Castro Castro o Chorrillos. Cuando comienzan a atenderme dicen: "Sus signos vitales están débiles, ésta se queda." Me desamarran las manos y comienzan a cortar mi pantalón diciendo: "Esta pierna está destrozada"; de pronto veo a varios doctores, enfermeras; uno de ellos sin importarle el cómo me sentía, lo delicada que estaba, toscamente me hace una inspección vaginal.
Fui vejada, maltratada delante de otras personas que no decían nada. Nos aíslan completamente, nos llevan a un pabellón donde se atendían los casos de tuberculosis; en una sala estábamos todas las mujeres, en otra sala estaban los varones. Nos tenían a todos desnudos, sin ningún tipo de ropa; cuando alguna de nosotras quería ir al baño, tenía que envolverse con las sábanas de la cama, en la puerta de cada sala habían 2 policías con sus armas, cuidándonos, mirando todo lo que hacíamos, en ningún momento quedábamos solas, el resguardo era las 24 horas, en forma estricta, no teníamos acceso a ningún tipo de medio de información, fuese radio, periódico o revista.
Ya cuando logra entrar la Cruz Roja Internacional, el doctor Claudius nos ve y comienzan a traernos medicinas y a medicarnos. Ahí mueren por falta de atención médica especializada: María Villegas, Noemí Romero, Consuelo Barreto; no pusieron ni el más mínimo esfuerzo por atendernos, siendo un hospital que tiene experiencia en atender estos tipos de heridas de bala. Un caso que se presentó fue el del prisionero Víctor Javier Olivos, ya que al no ser atendido a tiempo le dio tétano. Vi. mucha negligencia e indolencia.
Quiero denunciar cómo los médicos actuaron con desidia, pues no nos atendían, violando, así, su propio juramento hipocrático: el de atender a enfermos sin importarles quiénes son.
Éramos seres humanos necesitados de ayuda para no morir, pero no se actuó así. El doctor que nos atendió, luego de 15 días de estar en el Hospital de Policía nos dio de alta; teniendo conocimiento de la situación grave en que nos encontrábamos, todos con heridas abiertas, incluso yo necesitaba operarme porque tenía doble fractura con minuta, tenía dos heridas grandes en mi pierna derecha; las curaciones que me hacían eran con anestesia porque eran dolorosas.
El Doctor Claudius de la Cruz Roja Internacional había sugerido que no se me enyese, consiguió un aparato especial que reemplazaba al yeso, eran clavos con dos barras de acero, esta técnica se denomina de fijación externa con un tutoraje, para colocarlo necesitaban operarme. El doctor del Hospital de Policía, sabiendo todo esto, me da de alta. Con mis compañeras heridas nos trasladan al penal de máxima seguridad de Chorrillos, sin importarles el riesgo en que ponían mi vida.
Ya en el penal, hablamos con el Director y el doctor del penal, reclamamos cómo era posible que nos dejasen ahí, si no se tenía ni un tópico apropiado donde poder atender a personas con heridas de gravedad, ni contar con medicinas para casos de emergencia, ni siquiera tenían una cama. Lo que se pretendía era encerrarnos en celdas de 2 x 2m. Donde se carecía de las mínimas condiciones de higiene; no era un lugar apropiado, las camas son de cemento y una letrina al lado, ni siquiera se contaba con sábanas, ya que cuando se dio el ataque en el penal Miguel Castro Castro, a los sobrevivientes nos llevaron trasladados sólo con la ropa que teníamos puesta, incluso muchos no tenían ni zapatos. El INPE sólo proveía de colchón y una frazada, nada más.
Estaban todos en incomunicación absoluta, sus familiares no sabían ni siquiera dónde estaban sus hijos, hermanos, esposos, no contaban con visitas ni recibían paquetes. A las autoridades se les advirtió que los responsabilizaríamos si algo nos ocurría. El director del penal, como el doctor, no aceptaron nuestro ingreso al penal y nos regresaron al Hospital de Policía; el personal que nos atendió nos dijo que la orden era de arriba; que no querían que estemos ahí. Entré a sala de operaciones 3 veces, me colocaron el tutoraje y me tuvieron que hacer un injerto en una herida abierta, ya que la salida de la bala se había llevado parte del músculo. A medida que pasaba el tiempo iban trasladando a los heridos a los diferentes penales.
Sólo quedamos Míriam (que tenía una bala alojada en la columna), Víctor (que le habían volado el talón y al que le dio el tétano) y yo. Reitero mi denuncia, hubo negligencia, faltó atención médica especializada. A mí me pusieron la fijación externa, pero se debió hacer un injerto en el hueso, porque el acortamiento de la pierna era de 5.1 cm: pero no se hizo. Míriam, producto de la bala alojada en su columna, tiene paraplejia. El haber dejado morir a María Villegas, Noemí Romero, Consuelo Barreto y otros, las secuelas que hasta hoy afrontamos los sobrevivientes, el ensañamiento contra prisioneros heridos de gravedad, son expresión de cómo este Estado peruano aplicó una "guerra sin prisioneros", cómo se cometieron crímenes de lesa humanidad, violando Convenios Internacionales.
Aún recuerdo, estando en la sala, los rostros pálidos de mis amigas que luchaban contra la muerte, con la fuerza que se les iba extinguiendo, algunas de ellas agonizando por varios días. ¡Qué impotencia, rabia y profundo dolor sentía! ¡Si tan sólo hubieran recibido pronta atención!. Quiero denunciar que similares hechos se han cometido en diferentes partes del país: asesinatos, desapariciones, torturas, etc. Agrego que a través de todos estos años no he tenido atención médica adecuada, tanto para mi rehabilitación como para el control especializado que requería.
CONVENCION AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS (Cap. II Art. 4, Inciso 4) "En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni comunes conexos con los políticos".
* En los hechos se buscó asesinarlos no respetando su condición de prisioneros por causales de un conflicto interno y sea la justicia quien imponga la Ley y no las FFPP o FFAA.
De la Revista "LA VOZ DE AFADEVIG", N° 3.
Fuente: Asociación de Familiares de Presos Políticos, Desaparecidos y Víctimas de Genocidio - PERU (www.afadevig.org)