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POR IRIS QUIÑÓNES COLCHADO
Agosto de 2005
Al momento de mi detención, me desenvolvía como profesora en el Colegio Nacional 6065 de Villa El Salvador. Hoy me encuentro en el Establecimiento Penitenciario de Régimen Cerrado Especial de Mujeres de Chorrillos, fui sentenciada a cadena perpetua por el supuesto delito de traición a la patria, juzgada y condenada por un tribunal militar, sin derecho a la defensa ni debido proceso. Hoy, espero un nuevo juicio.
Al desenvolverme como profesora en el nivel primario pude ver la situación tan precaria en que vivían mis alumnos, la mayoría de ellos venían con una taza de té y un pan en su estómago, era una labor dura para que presten atención y aprendan a leer y escribir, supongo que su mente estaría ocupada en cómo llenarían sus barriguitas casi vacías, con el almuerzo obtenido de los comedores populares.
Sus padres eran, en buena parte, ambulantes que tenían que salir desde la madrugada para agenciarse de su mercadería y no regresaban a la casa hasta muy entrada la noche. Los alimentos preparados en un comedor popular, como todos sabemos, no cubre la cantidad de proteínas, vitaminas, minerales que necesitan los niños en pleno crecimiento.
"Mis alumnos, criaturas sedientas, no sólo de leche y pan, sino también de cariño, se arremolinaban a mi lado".
Pongo un ejemplo de un día de menú: trigol graneado con guiso de pollo, papa 25 kg., pollo 5 kg., total de raciones: 300, así mismo, veía a las madres que cocinaban en sus casas, hacían el mercado y preparaban una sopa con 3 unidades de choros y una bolsita de verdura picada. Si tomamos en cuenta que nuestros niños son el futuro de nuestro país, ¿a qué están condenando a ese futuro? Niños desnutridos con Iesiones neurológicas irreversibles. Esa es la realidad de miles de millones, porque la situación económica sigue tan difícil, la extrema pobreza continúa incrementándose.
Mis alumnos, criaturas sedientas, no sólo de una buena leche, pan, sino también de cariño, se arremolinaban a mi lado para ganarse una caricia o para que se les preste la atención que no tenían en casa o para compartir conmigo el dolor de una golpiza propinada por la madre o el padre, porque se olvidó de hacer tal o cual encargo o porque simplemente era la forma de desahogarse ante la precariedad en que vivían y arremetían contra los más débiles, que eran los hijos.
Llegaban al colegio los días lunes, con la camisa mucho más sucia de lo que les había visto el viernes, el excremento de las pulgas se extendía por todo el ancho y largo dé la camisa. Yo no distinguía si las picaduras que tenían en el cuello eran producto de las pulgas o de los piojos que habían invadido sus cabecitas. Hablaba con las madres o los padres sobre la situación de los niños, su limpieza, pero no lograba nada, la voluntad de resolver quizás la tendrían, pero el hecho material era que los padres tenían que trabajar y los hermanitos mayores, que no pasaban de 10 ó 12 años, eran los que asumían la responsabilidad de los padres.
Entonces, opté por decretar los días lunes, las dos primeras horas (1pm 3pm) horario de aseo personal; los niños traían una batea o un balde, una parte de éstos servía para acarrear agua de la poza al salón de clase; otro, para que los niños se laven su cabello y se jalen los piojos con ese peine llamado "patrullero", quedando recipientes para que laven sus camisas, tendiéndolas luego en un cordel que habilitábamos por ese día.
Mi situación como profesora no era diferente a la de esas inmensas mayorías, el sueldo que ganaba con las justas alcanzaba para 15 días de comida, para completar el mes iba a lavar ropa. Mi casa, si así se puede llamar a la chocita donde vivía, esteras forradas con hojas de periódico por dentro y el techo de esteras con plástico, la Municipalidad de Villa El Salvador había donado un terreno que abarcaba todo un grupo residencial para los profesores que laboraban en ese distrito, no se contaba con los servicios básicos, el agua para consumo se acarreaba desde un pilón que se encontraba en el parque central (al centro del grupo).
El agua, por lo general, llegaba en la noche a partir de las 11 p.m. o en la madrugada; nos alumbrábamos con lamparín a base de querosene. La mayoría de chozas contaba con un hueco que lo usaban como silo, otros esperaban el rebalse del desagüe, que a determinadas horas, se salía de una bomba que tenía SEDAPAL y la corriente del rebalse había formado una acequia que llegaban hasta los terrenos de agricultura. Así como yo, otros profesores y miles de personas vivíamos en esas condiciones.
Los profesores, organizados en el SUTEP implementábamos medidas de lucha para que el Estado resuelva nuestra situación tan precaria; se hacían paros, huelgas, nos movilizábamos por las calles de Lima, como forma de protesta ante las medidas económicas que daba él gobierno. Yo participaba en esta lucha reivindicativa, me identificaba con la lucha de los trabajadores. Es así, que el día 3 de noviembre de 1989, fui detenida por la Policía Nacional cuando me encontraba caminando para ir al Terminal pesquero de Villa María del Triunfo, por la Av. Pachacútec.
Mientras caminaba, escucho que dicen: "Esa es, la de casaca azul". "Esa es la que ha corrido", "¡Alto o disparo!" una camioneta de la PNP con cuatro efectivos, dos de ellos con metralleta en mano, me hacen poner los brazos en alto, mientras revisan los bolsillos de mi casaca, pantalón; no encuentran nada. Pregunto: "¿Qué sucede?" Responden con palabras soeces, me cubren la cabeza con mi casaca y el otro me pone marrocas con los brazos hacia atrás.
De inmediato, me suben a la parte posterior de la camioneta: "Perdiste, terruca, ahora te vamos a matar". Ponían la metralleta en mi cabeza y la rastrillaban: "Muere, terruca, de ésta no te salvas". Hablaban por la radio, preguntando qué hacer con los detenidos. Éramos dos, cuando me subieron a la camioneta había otra persona, nos llevaron a un descampado; digo que era un descampado porque el ruido de carros se oía a lo lejos.
Paran la camioneta, me bajaron diciendo: "Nosotros somos buenos, te vamos a dar la ley de la ventaja, vas a correr lo más rápido que puedas". ¿Adónde correr enmarrocada y con la cabeza cubierta, que no permitía ver nada? Les dije: "Señores, yo no he hecho nada, conmigo se han equivocado", "Yo no he estado en esa quema de llantas" (pues de eso me acusaban cuando me detuvieron intempestivamente); "Vamos, perra inmunda, empieza a correr, que me muero de ganas de disparar". Era tanta la impotencia y el temor que me mataran que empecé a llorar, pidiéndoles que me lleven a la comisaría, "Perra asesina, no nos vas a decir qué es lo que tenemos que hacer".
Me llevaron a la comisaría de San Juan de Miraflores, en medio de golpes pretendieron obligarme a que firme un acta de incautación, en la que decía que me habían encontrado dinamita en forma de "quesos rusos" con mecha y fulminante y una bolsa con no sé cuantas cosas más. Me negué a firmar.
Me llevan a una celda donde se encontraban otros detenidos, porque escuché que dijeron: "Ustedes qué miran carajo, voltéense de cara a la pared", en medio de golpes me sacaron el pantalón y mi truza, estaba en el suelo defendiéndome, gritando que era inocente, que no había estado en esa quema de llantas que me imputaban, el polo que aún llevaba puesto me lo suben a la cabeza; como se oían mis gritos ordenaron que me tapen la boca. Me ponen un trapo dentro de la boca, escuché que decían: "Esta perra ni tragará, mira cómo está de flaca". Los golpes con una vara de goma iban dirigidos a mis senos, piernas, pies; ahora me pedían nombres: "¿Con quiénes más has estado, terruca? Eran como 17 que estaban bloqueando la pista, ¿quiénes eran tus compañeros?". Lloraba, sentía que mis lágrimas se acumulaban en mis orejas, el miedo no me abandonaba, pensaba que no pararían hasta matarme.
"... En esa comisaría me violaron, empezaron arrancándome los vellos púbicos... Luego metían su mano en mi vagina para luego violarme sexualmente"
El señor que había sido detenido conmigo decía: "Pobrecita, déjenla, no le hagan eso". Iban hacia él y le decían: "¿Cómo dices que no la conoces, carajo?" Respondía: "No la conozco, pero pobrecita, déjenla". Lo amenazaban diciendo: "Espérate, que ya te vamos a agarrar".
Yo denuncio que en esa comisaría me violaron, empezaron arrancándome los vellos púbicos, cada vez que arrancaban un puñado me preguntaban: "¿Ya vas a hablar, perra maldita?"; luego metían su mano en mi vagina para después violarme sexualmente, no sé cuántos fueron. En esos momentos me daba fuerzas pensando en mi hijo, en mi familia, lo que sufrirían si no me volvían a ver. Lo que sí recuerdo es que, el último levantó lo que cubría mi cara para mirarme, incluso uno de ellos no contento con lo que había hecho metió el cañón de su fusil por mi ano, diciendo: "Todavía falta por aquí".
El que daba las órdenes dijo que me alistaran para que me lleven a la DINCOTE y que un grupo de ellos vaya a hacer registro domiciliario.
Me llevan a la DINCOTE me dolía todo el cuerpo. Sentía una vergüenza terrible, es que no comprendía que esa es la esencia de su política represiva, ensañarse con los débiles.
AI llegar, un oficial aparenta que se molesta por el estado en que me entregan: empieza diciéndome que no me preocupe, que allí no me iban a tratar como lo había hecho la Guardia Civil. Decía: "Si colaboras no te va a pasar nada, además hay una ley de arrepentimiento, si tú te acoges a ella, de inmediato te vas a la calle. Colabora aunque sea dinos un nombre, uno sólo y te vas, tú eres joven. Si no colaboras vas a irte 15 años a la cárcel por las huevas; un solo nombre de los que participaron en ese bloqueo, tú los conoces". Mi respuesta fue: "Yo no estuve en ese bloqueo, señor, y no tengo de qué arrepentirme, porque no hice nada".
Ese oficial, que tan amablemente me había tratado al oír mi respuesta se encolerizó y dijo: "Trabájenla, y no paren hasta que dé nombres". Fui llevada a rastras a un lugar, donde olía a orines fermentados, a excremento. Antes de ello, pensé que estando en la DINCOTE las cosas serían diferentes, más con la supuesta amabilidad con que me habían hablado.
Estaba temblando, aún con miedo; estaba segura que ya no me matarían, pero con la incertidumbre de no saber qué pasaría, qué significaría ese: "Trabájenla". Uno de ellos se encargó de hacérmelo saber, dijo: "Vamos a darte una remojadita, a ver si así recobras la memoria y nos dices los nombres de tus compañeros". Me cogen por atrás y zambullen mi cabeza en una tina con agua podrida, medio espesa, algo así como gelatinosa; las manos enmarrocadas hacia atrás, sentía que me ahogaba, quería sacar la cabeza, no me lo permitían. Cuando sentía que ya me moría, me sacaban la cabeza, vomitaba; otra vez la cabeza en esa agua hedionda, vomitaba.
Cuatro o cinco veces se repitió lo mismo. Uno dijo: "Puta madre, déjenla, parece que Uds. no tuvieran madre, hermanas......" se me acerca y en la oreja me dice: "Yolanda, no seas cojuda, diles aunque sea un nombre de un amigo, de un conocido, de tu marido, lo traen acá, se ve que es inocente y se va. No seas cojuda, por gusto estás dejando que te maltraten así". Le dije: "No conozco a nadie".
Vino otro diciendo: "¡Ah!, no conoces a nadie, perra asesina ¿a cuántos has matado? ¿a cuántos has dado el tiro de gracia? Cogiéndome del pezón, jalándolo y apretándolo tan fuerte como queriendo triturarlo y a la vez arrancarlo de mi pecho. El dolor era tan intenso, que grité con todas mis fuerzas. Me dejan enmarrocada, vino uno, me seca un poco la cabeza con un trapo y me dice que un abogado había venido a visitarme.
La prueba de parafina (absorción atómica), que sirve para detectar si se ha manipulado explosivos, salió negativo. A los 10 meses me llevan a juicio saliendo absuelta. El fiscal no apela, porque dijo que allí en el juicio había demostrado mi inocencia.
El año 90 regreso al colegio, repercutida por todo lo que me había pasado pero confiando qué algún día se alcanzaría la justicia.
Desde que me incorporé a mi centro de trabajo, la situación no fue la misma; los profesores éramos acosados por el Servicio de Inteligencia Nacional, por la DINCOTE; iban a escuchar desde fuera del aula la clase que se impartía a los alumnos; a través del director revisaban los cuadernos de los niños, a los profesores nos controlaban en forma estricta la hora de entrada, salida; si a la hora de recreo queríamos salir para comprar algo en el mercado (que estaba a su costado) teníamos que mostrarle a la portera las cosas compradas, cuando reclamábamos nos respondían, que eran directivas de la USE.
Era el año 92, mes de marzo, la DINCOTE fue a buscarme al colegio. Si otras veces había ido a vigilarnos, como parte de su política de persecución a los maestros, ahora iban con nombre propio a detener ¿Delito?; antecedentes penales. Desde esa fecha me vi obligada a renunciar, dejé de ir a mi centro de trabajo, pasando a ganarme la vida como ambulante en diferentes mercados de la zona sur de Lima.
El año 93, agosto 23, cuando me dirigía a un colegio de Surco, buscando cubrir una licencia por 3 meses, me encuentro con un muchacho de Villa El Salvador, este muchacho vivía a una cuadra de mi casa, su mamá me proporcionaba agua por medio de una manguera para llenar mi poza, nos pusimos a conversar. Se acercó un individuo vestido de civil, sacó su arma y le dijo: "No te muevas, Simón". Quise retirarme; me dijo que no, hasta verificar que no estuviera implicada con Simón, llamó por radio y apareció una camioneta cerrada con lunas polarizadas, nos hizo subir a ella y nos dijo que nos agachemos, empezó a pedir instrucciones, nos amenazó con desaparecernos, después de dar muchas vueltas, nos llevaron a la DINCOTE.
Quien me detiene es el oficial "Máquina", el chofer de la camioneta era el oficial "Melcocha" (esos son los nombres que usaban). Soy llevada a una oficina, encapuchada y enmarrocada; ahí me dicen que desde el año 91 me estaban buscando. Me ponen un alias y empieza la golpiza, a puntapiés y puñetes me tiraban al suelo, e igual a puntapiés y puñetes me levantaban del piso, unos venían y a golpes me hacían arrodillar; otros a golpes me hacían poner de pie; tres días y tres noches estuve de pie, enmarrocada, sin una gota de agua ni alimento alguno, cuando trataba de dormitar de pie, un golpe me tiraba hacia la otra pared y de otro golpe me regresaban al sitio inicial.
Llevaban a personas detenidas, les preguntaban si me conocían. Escuché que la mayor parte dijeron no conocerme, salvo una profesora que dijo conocerme. Se había acogido a la ley de arrepentimiento y estaba señalando a todo colega que había participado en la huelga del año 91. Una noche, escuché que una joven tuvo que acceder a tener relaciones sexuales con uno de la DINCOTE, frente al ofrecimiento de su libertad. El delito de la joven: haber hablado un día con un muchacho llamado Simón, ella no salió en libertad, un tribunal sin rostro la sentenció a 10 años de prisión.
El, oficial "Melcocha" vino un día, á manosearme, ponía sus, genitales en mis manos que estaban enmarrocadas, para luego pasar sus manos por mis senos y partes íntimas; me golpeaba la espalda diciendo: "no te pongas dura.........." Estuve, en manos de Ia DINCOTE 30 días sufriendo hostigamiento; vejámenes, tortura física y sicológica, totalmente incomunicada (no permitieron entrevistarme con mi abogado contratado por mi familia, ni con mis familiares que acudían diariamente a la DINCOTE), no me permitieron recibir paquetes de víveres o ropa, que mis familiares dejaban todos los días; y esto fue hasta que rendí mi manifestación el 20 de setiembre de 1993.
Mi detención se había producido el día 23 de Agosto de ese año, a las 8 a.m., en la calle. No me encuentran absolutamente nada comprometedor, ni ningún arma de fuego.
El día 15 de setiembre, me presentan a la prensa, vestida con traje a rayas y con un arsenal de armas, dinamita, banderas, libros ; diciendo que todo ello me lo habían encontrado, toda una pantomima, como lo denuncié en la misma presentación. Allí me sentencian, diciendo que me aplicarían la pena máxima de cadena perpetua; para cumplirla en el penal de Yanamayo (Puno), cuando ni siquiera se me había tomado la manifestación.
Denuncio también que mi manifestación se realizó sin la presencia del fiscal, ni la de un abogado defensor, ni siquiera el de oficio. Ante mi reclamo, el teniente "Tortuga" contesta que el oficial "Máquina" sería mi abogado defensor. A partir del 23 de setiembre, paso a cargo del Ejército, pues así lo dispuso la policía; mi caso iba a ser visto por el Tribunal Militar por el supuesto delito de "traición a la patria".
Permanezco en la DINCOTE si mal no recuerdo hasta la quincena de octubre, luego soy trasladada a la base de las Palmas (lo que antes eran las caballerizas del Ejército). Allí nos recibe una persona vestida de civil, que se identifica como agente del SIN.
El día 2 de noviembre me sacan al Tribunal, todos estaban encapuchados y con uniforme del Ejército, hasta el que dijo ser abogado de oficio. Soldados armados, dentro y fuera de la sala, me preguntan mis generales de ley, y una sola pregunta sobre el caso que la recuerdo nítidamente: "El día de la detención ¿porqué Ud. No estaba con su hijo?", ésta fue toda la investigación que hicieron de mi caso. En realidad, fue una comedia. La sentencia ya estaba dada, la "prueba" : "declaraciones secretas" que habían dado los arrepentidos.
Esta es una muestra cómo se violaron mis derechos; ni en la DINCOTE, ni en el tribunal militar, se me permitió ejercer el derecho a la defensa, ni tuve un debido proceso. Con el atestado policial elaborado en forma tendenciosa, sin prueba alguna, se me condena a la pena de cadena perpetua por jueces encapuchados, al estilo de los tribunales de la Inquisición. A mi abogado sólo le permitieron ingresar para la lectura de sentencia. Violando una vez más la Constitución y Convenios Internacionales.
El día 3 de noviembre es leída la sentencia. A la mayoría les dieron condenas altas para ser cumplidas en el Penal de Máxima Seguridad de Yanamayo, no sólo a mí, éramos entre hombres y mujeres, cerca de 15 personas, habiendo un menor de 16 años.
Inmediatamente pasamos a manos de la policía, quienes nos trasladaron en medio de una brutal golpiza, a las mujeres al Penal de Régimen Cerrado Especial de Mujeres de Chorrillos y a los varones al PoderJudicial.
Es así, como hoy me encuentro en este penal, después de haber estado 5 años en el penal de Yanamayo, alejada de mi familia, de mi hijo, que en ese momento era un niño de 9 años. En esos 5, años no me permitieron que le diera un abrazo, ni un beso, ni una caricia, durante los 5 años lo vi por locutorio, al mismo tiempo que recibía la visita de la persona adulta que lo acompañaba.
No soy la única profesora que fui acosada, perseguida, detenida y encarcelada; ¿delito? Tener esta profesión.
Hoy enfrenta un nuevo proceso. Espera, que se le haga justicia y el respeto a las garantías constitucionales.
DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS - 1948
Art. 19: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión éste derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlos sin limitaciones de fronteras, por cualquier medio de expresión".
* Sin embargo en el Perú se llegó a dar una ley de apología tan arbitraria, subjetiva, llegando incluso a quitarles la nacionalidad.
De la Revista "LA VOZ DE AFADEVIG", N° 3.
Fuente: Asociación de Familiares de Presos Políticos, Desaparecidos y Víctimas de Genocidio - PERU (www.afadevig.org)