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Somos las madres, padres, compañeras, compañeros, hijas, hijos, hermanas, hermanos, amigas y amigos de los prisioneros de guerra del Perú, de la guerra popular que hace siete años arde victoriosa en estas tierras empobrecidas por la explotación y la opresión crecientes; donde el Estado, las fuerzas armadas, las fuerzas policiales, los aparatos represivos y todos sus medios de dominio opresor quieren ahogar nuestras voces, acallar nuestras protestas, sojuzgar nuestras mentes y hasta arrancarnos la vida para que no defendamos a nuestros seres queridos ni protejamos a quienes aún nos quedan, que no reivindiquemos la memoria de nuestros muertos y desaparecidos ni la pureza de los ideales por los cuales dieron su sangre; y todo esto en salvaguarda de los intereses de clase de los explotadores nativos y sus amos imperialistas; todo en contra de los más profundos y fundamentales intereses del pueblo hundido en el hambre, la miseria, la ignorancia, la desocupación y todas las plagas que sobre él descarga la vieja y podrida sociedad peruana. Decimos ¡Basta ya! y lanzamos nuestro grito de protesta y denuncia para hacer expresión de agravios, condenar a los genocidas y manifestar nuestras más altas esperanzas.
Trajimos al mundo a los prisioneros de guerra y a los hasta hoy desaparecidos que suman miles, nutrimos su cuerpo y alma, cuidamos sus primeros pasos; compartimos penas y alegrías, mendrugos y estrecheces, acuciantes necesidades y riesgos presentes, los más puros sentimientos y los más límpidos ideales para cambiar este mundo por uno mejor; asidos a sus fuertes manos aprendimos a caminar, sus ojos se encendían con nuestras risas y sus cuerpos y almas se estremecían pensando en nuestra situación; sólidos lazos fraternos nos unían y entre nosotros regía leal amistad, nos dolíamos con el sufrimiento del pueblo y desbordábamos entusiasmo con los avances de la guerra popular. Pero la contrarrevolución descargaba sus golpes a diestra y siniestra y muchas veces sin ton ni son, desesperada y llena de negra furia, dejando vacíos entre los nuestros; venían las monstruosas torturas, la búsqueda infatigable para encontrar a los presos, llevarles comida, ropa y proveerles defensa, siguiendo su huella hasta los penales al encuentro de los compañeros caídos antes quienes eran su nueva familia y protección. Así las mazmorras se fueron poblando de combatientes y éstos sin bajar la cabeza jamás, armándose con ideas claras y precisas, con coraje y voluntad resuelta a través de duras luchas hicieron de esas lóbregas prisiones y campos de concentración luminosas trincheras de combate, donde sus palabras, canciones, poemas, pinturas y artesanía que eran verdaderas obras de arte nos insuflaban energía, potenciando nuestro espíritu con sus enseñanzas y vibrante agitación.
El gobierno aprista con Alan García a la cabeza apuntó contra los prisioneros de guerra pensándolo la parte débil de la guerra popular; quiso asentar autoridad, escarmentar a los combatientes y golpear la revolución, estas protervas intenciones se concretaron en el genocidio del 4 de octubre del 85 en la luminosa trinchera de combate de Lurigancho, asesinaron bestialmente y quemaron los cuerpos inertes de treinta, hiriendo gravemente a trentaicuatro más; pero muy poco duró la victoria reaccionaria, el 31 del mismo mes, los compañeros antes golpeados derrotaron al Apra obligándolo a firmar el reconocimiento de la condición de "presos especiales", un paso hacia la situación de preso político y prisionero de guerra, a un nivel gubernamental más alto del antes arrancado a Belaúnde. Costó sangre llegar a este triunfo y su derrota llevó a García y al Apra a maquinar siniestramente, preparando planes genocidas que habrían de sembrar dolor y llanto en nuestro pueblo soñando con quebrar la moral de los combatientes presos y conseguir aunque fuera un triunfo aparente en contra de la guerra popular. Así los carniceros comenzaron a afilar sus cuchillos rumiando profundo odio impotente en sus almas mezquinas.
Agitamos, propagandizamos, marchamos y combatimos en las calles; el 15 de enero del 86 el Comité sufría su bautizo de sangre, una compañera muerta y 20 heridos fue el costo por frenar el traslado a Canto Grande, parte del nuevo plan genocida que durante meses hemos denunciado y combatido usando todos los medios a nuestro alcance; nadie nos podrá decir que no hemos aturdido con nuestras voces enronquecidas hasta el cansancio mostrando ante los ojos de todo el mundo en Lima el genocidio que veíamos más cerca y amenazante cada vez; hemos tocado los portones de la justicia pero no se abrieron, hemos ido de Herodes a Pilatos pero no se nos quiso oír, también golpeamos las añejas puertas de la Iglesia pero sus jerarcas tenían sordo el corazón y las autoridades como siempre nigérrimo averno donde la voz del pueblo nunca llega, mientras los partidos políticos especialmente la Izquierda Unida uncida al carro aprista a través de Barrantes clamaba por el "frente antiterrorista". Sólo en las masas obreras, trabajadoras y barriales nuestra denuncia encontró solidario eco y apoyo franco, aliento fortificante que revitalizaba nuestra energía. ¡Sólo en las masas! ¿dónde mas lo podíamos encontrar?; sólo en el pueblo que es la única fuerza motriz de la historia mundial, como sabiamente enseñara el más grande dirigente del proletariado internacional, el Presidente Mao Tsetung.
El 18 de junio del 86 los prisioneros de guerra desplegaron ardiendo la bandera de la rebelión en las luminosas trincheras de combate del Frontón, Lurigancho y Callao; nuestros seres más próximos y queridos, hombres y mujeres, en pie de guerra llevaban parte de nosotros mismos "al corazón de la batalla", nuestra propia sangre se aprestaba a correr y nuestros cuerpos a ser desgarrados; los prisioneros de guerra se levantaron contra el macabro genocidio en marcha para desenmascarar los infames planes apristas, denunciarlos ante el mundo y en defensa de la revolución y de sus propias vidas ya sentenciadas a muerte en las cloacas palaciegas y en los cruentos sótanos de hoscos cuarteles y brutales servicios de inteligencia. La maquinaria genocida se puso en marcha: García Pérez, Comando Conjunto, fuerzas armadas, fuerzas policiales, cuerpo jurídico militar y todos los engranajes de la represión estatal y sus auxiliares; más todo el aparato represivo teniendo como eje a las fuerzas armadas y como mando político al que funge de presidenta, se estrelló contra la extraordinaria resistencia feroz que opusieron los combatientes, nuestra sangre y cuerpo en pie de guerra, resistencia que nunca imaginaron encontrar demostrándoles que el pueblo militarmente organizado aún con sus solas manos es capaz de enfrentar a los fantoches más arrogantes por muy armados hasta los dientes que estén y ahogarlos en su propio espanto y negra pus que lleva por sangre.
La heroicidad, el valor, la bravura fue derrochada a raudales demostrando una vez más lo que son los hombres que genera la guerra popular, lo que son los hijos del pueblo armados con la todopoderosa ideología proletaria, el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento guía, aquí en nuestro país; si cientos de nuestros seres más queridos ofrendaron su vida cayendo en combate, la mayoría fueron arteramente fusilados y otros están desaparecidos en pútridas mazmorras de las fuerzas armadas o policiales, sentimos orgullo justo y revolucionario por la gran lección histórica, por el grandioso ejemplo que han dado a nuestro pueblo y a los pueblos del mundo, así como por la gran derrota moral, política y militar que han propinado al gobierno aprista, fascista y corporativo que comanda el genocida Alan García cabeza del reaccionario Estado peruano y a sus arrogantes y ensoberbecidas fuerzas armadas, expertas en derrotas y en derramar la sangre del pueblo desarmado. El genocidio de los prisioneros de guerra de las tres luminosas trincheras de combate, quedará para siempre como hito imperecedero de la nueva historia que se está escribiendo con las armas, en la complicada geografía del país por las masas organizadas en Ejército Guerrillero Popular bajo la firme dirección del PCP.
Tras el Infame y nefasto genocidio de junio que ha bañado en sangre, de la cabeza a los pies al fascista genocida Alan García, a los jerarcas del Estado, a los más altos mandos de las fuerzas represivas y a las cabezas de las instituciones reaccionarias, sobrevino la lucha inacabada hasta hoy por la recuperación de los cadáveres de nuestros hijos, cónyuges, padres, hermanos o amigos y por los sobrevivientes secuestrados que han aumentado la lista de desaparecidos; pese a todos los trámites y luchas desarrolladas, las autoridades civiles y militares se niegan rotundamente a siquiera informar sobre dónde están los restos de nuestros seres queridos y, en contra de lo que pregonan, la Constitución y las leyes no hay autoridad alguna capaz de disponer la entrega de los restos ni información certera que garantice quiénes están enterrados en los nichos y fosas utilizados en los entierros ilegales y a escondidas que han consumado las fuerzas armadas, llegando al colmo de la infamia han puesto nombres falsos en el cementerio Baquíjano del Callao. Así hemos llegado a la condición de la madre bíblica que no podía enterrar a sus hijos porque no sabia dónde estaban muertos, hoy, pues, en la cacareada democracia aprista no tenemos derecho ni ha enterrar a nuestros muertos ni dónde ir a dejar correr las lágrimas para dar sosiego al atribulado corazón que ya hierve de ira ante tanta ignominia e iniquidad.
Pero todos estos avatares no son sino la intrincada y cada vez más aguda lucha de clases que estremece al país de un extremo al otro, lucha que ya más de siete años se desarrolla como contienda armada entre revolución y contrarrevolución, en la cual la guerra popular se intensifica y extiende y, visto en perspectiva, ya no está muy lejano el día en que saltará hecho pedazos el actual régimen de opresión y explotación que nos atisiga y asfixia haciendo más y más difícil la vida para nosotros hijos del pueblo, en consecuencia, como nos dijeran tantas veces nuestros seres más queridos hoy muertos pero vivientes en nuestros más recónditos pensamientos y latiendo siempre incansables en nuestro pecho, sólo hay un camino y sólo uno: el triunfo de la guerra popular que instaure en todo el país cabal y completamente la República Popular de Nueva Democracia, único estado en la cual el pueblo, nosotros, tendrá verdaderamente el Poder y podrá realmente cuidar y velar por sus propios intereses de clase y donde al fin tendremos un lugar donde enterrar y llorar a nuestros seres queridos y en el cual su ejemplo será recordado y enaltecido siempre. Y hoy como ellos hacían, elevemos banderas rojas con hoces y martillos dorados, comprometiéndonos a ocupar los puestos de combate que dejaron o apoyemos fervientemente el avance de la guerra popular por su triunfo final y remate glorioso; y junto a los compañeros icemos nuestro estentóreo grito de guerra que aterre al genocida Alan García y sus secuaces.
¡GLORIA A LOS HEROES CAIDOS, VIVA LA REVOLUCION!
¡GLORIA AL DIA DE LA HEROICIDAD!
COMITE DE FAMILIARES DE PRISIONEROS DE GUERRA Y DESAPARECIDOS
Perú, junio 87