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Fundamentos de la intervención del Dr. Manuel Augusto Fajardo Cravero, asesor legal del Movimiento Popular de Control Constitucional, ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU
Ginebra, 15 Abril del 2004
"RESUMEN EJECUTIVO
El análisis de la Comisión se basa en varios preceptos fundamentales,
el primero de los cuales es el reconocimiento de que hasta la fecha no
se ha logrado un consenso respecto de una definición jurídica
internacional del terrorismo. Los principios fundamentales del debido
proceso y un juicio imparcial también comprenden el derecho a ser
juzgado por un tribunal competente, independiente e imparcial, conforme
a la definición del derecho internacional de los derechos humanos o del
derecho humanitario, este requisito prohíbe en general. Los tribunales
o comisiones ad hoc, especiales o militares para juzgar a civiles por
delitos relacionados con el terrorismo u otros delitos". [1]
Introducción:
El presente artículo pretende intervenir en la ardua discusión sobre el
tema jurídico del tratamiento de la guerra interna en nuestra patria,
proponiendo un punto de vista que cualquier demócrata consecuente puede
asumir. Así, en resumen, se propone que: el tratamiento jurídico de la
guerra fue, la elusión de su reconocimiento como tal conflicto armado
interno, aplicando estados de emergencia y comandos político militares
así como un sistema antisubversivo inconstitucional, incompatible con
el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho
humanitario internacional. Sistema que se mantiene para los nuevos
juzgamientos de los presos políticos, sobrevivientes de una guerra sin
prisioneros.
Tratamiento jurídico y conflicto armado
El tratamiento jurídico del conflicto armado interno en el Perú [2],
fue la continuada declaración del Estado de Emergencia y, por ley
específica el establecimiento de los Comandos Político Militares; así
como la instauración, desde mayo 1992, de un sistema legal y judicial
antisubversivo inconstitucional, infractor del derecho de los tratados,
como ha quedado establecido en varias sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos [3] e Informes de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos [4], así como en la propia sentencia
del Tribunal Constitucional AI/10-TC/2002.
De ese modo se negó el reconocimiento de un estado de guerra interna,
cuyo tratamiento legal lo establece la Constitución Política para la
situación de guerra civil o peligro de producirse, con él "Estado de
Sitio", del cual deriva o debía derivarse la consiguiente aplicación
del Derecho Humanitario Internacional, dada la claridad de la previsión
constitucional, distinta por cierto a la previsión del "Estado de
Emergencia" en el que, más allá de la previsión legal, en los hechos,
los ciudadanos son sometidos al poder omnímodo de quien se halle al
mando de un operativo militar y no tienen ante quien voltear sus ojos,
salvo ante el propio Comando Político Militar, como le sucedió al
periodista del diario "La República", Jaime Ayala Sulca. [5]
Se prefirió él "Estado de Emergencia", aparentemente menos drástico,
por que permitía, en realidad, el desenvolvimiento de una guerra sin
prisioneros [6], a cuyos efectos se establecieron los comandos político
militares, no sometidos a las reglas de la guerra del Derecho
Consuetudinario que protege a los no combatientes y a los combatientes
fuera de combate independientemente de que sean legítimos o no. Sin
embargo, debe anotarse que la efectiva derogación del derecho a la vida
ocurrida en el Estado de Emergencia, contrariando el núcleo inderogable
de derechos fundamentales que formalmente la Constitución respeta,
borra toda diferencia con el Estado de Sitio. La guerra interna es el
hecho.
Ello se evidenciará con los más de cuatro mil sitios de entierro
clandestino; por diez mil desaparecidos, cuya desaparición forzosa es
de responsabilidad de las fuerzas del Estado según Defensoría del
Pueblo, situación que mediante una arbitraria matemática la CVR ha
mezclado con los llamados "reclutamientos forzosos" realizados por el
Partido Comunista del Perú, conocido en lenguaje mediático como Sendero
Luminoso, cuando se trata de hechos radicalmente distintos, a efecto de
hacer proyecciones de cifras que disminuyan la responsabilidad estatal,
conforme a su mandato contenido en los decretos supremos que la crearon
y modificaron, siendo rescatable, el hallazgo de profundas
contradicciones en la sociedad que factibilizaron el surgimiento y
desarrollo de la guerra (ya que la CVR habla de factores y no de causas
objetivas, centrando la causalidad en lo subjetivo, en la decisión del
PCP de iniciar y desarrollar la guerra popular), y como es de verse, la
conclusión de que este conflicto interno fue el más profundo y extenso
movimiento social de la Historia peruana en atención al grado de
compromiso de los diversos sectores sociales, particularmente de la
masa campesina pobre y territorio nacional involucrado.
La constatación de esta negación del hecho de la guerra es crucial. Las
consecuencias de los acaecidos en medio de un conflicto armado tienen
tratamiento en los protocolos de Ginebra que incluye la más amplia
amnistía posible, al término de la conflagración, así como el previo
sometimiento de los crímenes de guerra por un lado y de todo
combatiente no privilegiado por otro, al Fuero común para su
juzgamiento de acuerdo al derecho interno vigente en cuanto el Estado
tiene derecho subjetivo de penar con arreglo a los límites garantistas.
Resulta interesante referir lo expresado por la funcionaria del
gobierno peruano Dra. Beatriz Ramacciotti en su ponencia [7] en el
Simposio "Democracia y Derechos Humanos en el Perú de los noventa,
nuevos retos" realizado en agosto de 1993 en Lima: Sostuvo entonces,
que en la violencia interna en el Perú no había "politicidad" en
términos de "horizontalidad" y de proyectos políticos como lo hubo en
la Guerra Civil española o más recientemente en Nicaragua y El
Salvador, sino que "cuando en el Perú se habla de "guerra" estamos
aludiendo a otro concepto muy diferente al técnico; estamos
refiriéndonos a una "lucha" frente al fenómeno terrorista...", razón
por la cual no sería aplicable el Derecho de Guerra y el Derecho
Humanitario Internacional cuya aplicación se ampararía en el "eufemismo
violencia política".
Contrástese dicha posición con lo sentenciado en 1995 por el Tribunal
Penal Internacional para la ex Yugoeslavia, según cita de traducción no
oficial: Existirá conflicto armado "siempre que haya un uso de la
fuerza armada entre Estados o una prolongada violencia armada entre las
autoridades gubernamentales y las organizaciones de grupos armados o
entre tales grupos dentro de un Estado. El Derecho Internacional
Humanitario se aplica desde el inicio de tales conflictos armados y se
extiende más allá de la cesación de las hostilidades hasta que se
alcance una situación general de paz, o en el caso de los conflictos
internos, se logre un acuerdo pacífico". [8]
Sistema antisubversivo inconstitucional
Si, entonces, el Estado peruano, niega la realidad, su "onticidad", que
debe ser reflejada en la Ley pues ésta no debe basarse si no en los
datos que aquella realidad proporciona [9], consecuentemente no puede
esperarse juicios justos y sentencias justas.
El sistema antisubversivo inconstitucional tiene su eje en el decreto
ley 25475, el cual sustrajo del Codigo Penal de 1991 la tipificación
del llamado delito de terrorismo, derivándose normas penales,
tribunales y normas procesales y de ejecución especiales, esto es, un
sistema paralelo y aparte del sistema [10] común u ordinario
constituido por el Código Penal, la Ley Orgánica del Poder Judicial y
los Códigos de Procedimientos Penales y de Ejecución Penal.
Así, es parte del sistema la permanencia de jueces de excepción o ad
hoc para terrorismo, sea que tengan identidad, que no tengan rostro ni
firma, que sean militares o sean civiles; constituyendo en sí mismo un
Fuero distinto al Fuero Ordinario porque se apropia de una parte del
derecho material sustraido del derecho penal y lo hace de su
competencia exclusiva.
En síntesis, el sistema antisubversivo aplicado a miles de personas es
un conjunto de decretos leyes ya condenados por el intérprete de la
Convención Americana, un conjunto de penas inhumanas y un fuero ad hoc
"antiterrorista", esto es, enemigo per se del procesado que
reemplazando al juez natural tiene por objeto, ab initio, condenar de
todos modos, mediante procedimientos distintos a los comunes y, por
supuesto, diferentes a los que regían al momento de los hechos.
En este sistema las penas privativas de libertad tienen como mínimo,
20 años y van hasta la cadena perpetua.
El sistema y la sentencia del Tribunal
Constitucional
El Movimiento Popular de Control Constitucional y 5,352 ciudadanos
interpusieron la demanda de inconstitucionalidad contra los Decretos
Leyes: Nº 25475, Nº 25659, Nº 25708 y Nº 25880, así como de sus normas
legales complementarias y conexas, mediante la AI-10/TC-2002, por ante
el Tribunal Constitucional, obteniendo de este más alto órgano de
control, una sentencia sumamente contradictoria pues tiene aspectos
positivos, como la declaración de inconstitucionalidad del D. Ley 25659
y muy finos razonamientos jurídicos con objetivo político letal para la
justicia pues, resulta sumamente grave que la sentencia, en particular
respecto al condenado tipo penal básico, difusamente descrito en el
artículo 2° del decreto Ley 25475, mediante una interpretación no
amparada por la legislación positiva, lo mantenga y apuntalándolo con
agregados extra texto, pretenda que se aplique desde que dicho decreto
ley fue promulgado. Es decir que obliga a los jueces a aplicar un
sentido interpretativo diferente al que se lee del texto mismo, para
salvarlo de la declaración expresa de inconstitucionalidad, y lo hace
enarbolando la aplicación retroactiva de su interpretación.
Entonces, el Tribunal Constitucional al hacer vigente "para casos
pasados" la "adición" entre paréntesis del tipo subjetivo penal de la
"intención" y la restricción de los "actos" a "delitos" así como la
precisión de los medios como armas y artefactos y los materiales como
idóneos, no sólo modifica interpretativamente el tipo objetivo penal a
uno de resultado pluriofensivo, a una forma de cometer delitos más que
la realización de un delito, cuando del texto se lee que se trata de
uno de peligro difuso, derogando así la interpretación literal y la
sistemática distinta, favoreciendo la resurrección de normas derogadas,
si no que se atribuye por sí y ante sí facultades legiferantes, y se
permite romper el principio de irretroactividad de la Ley Penal. en
cuanto perjudica al reo, porque está claro que al necesitar prótesis o
muletas un tipo penal para ser aplicado, no es ley cierta, escrita y
previa, y entonces no satisface los principios de legalidad y certeza
porque ya no se trata de una descripción inequívoca, luego no existe,
como previsión legal anterior al hecho, en que se pueda subsumir la
conducta incriminada, la cual si no está contemplada en otra previsión
típica, resultará pues, precisamente atípica, irrelevante para el
derecho penal, por lo que la expulsión pura y simple del sistema legal
del tipo difuso es lo que interesaba al derecho.
Empero, la irregularidad anotada, cuyo objeto político es el
mantenimiento del tipo penal de terrorismo donde no se lo puede
jurídicamente mantener, no queda ahí, porque, como es de verse, el
objetivo de ese salvamento interpretativo no fue la invocada exclusión
de la responsabilidad objetiva del artículo 2° del D, Ley 25475 para
limitar la punición a la culpabilidad del agente sino que, se pudiera
volver a enjuiciar y condenar a quienes habían sido anteriormente
condenados por "traición a la patria" en los tribunales castrenses,
esta vez con dicho artículo al cual, interpretativamente se le dota de
"precisión" respecto a los actos y modalidades anteriormente previstas
en el artículo 3º y que fueran derogadas por traslado al decreto ley
25659. [11]
La ficción legal y el delito político
social
El Estado peruano, deliberadamente califica como terrorismo la guerra
interna vivida en el país desde 1980 siguiendo orientaciones del
gobierno de los Estados Unidos, desde la época del presidente Reagan
negando el carácter político de la actividad revolucionaria contra el
orden imperante, estigmatizando a los revolucionarios como si fueran
delincuentes comunes, con el objeto de obtener una falsa justificación
para la más desenfrenada represión de la lucha política y social.
Por ello es que el Decreto ley 25745 no delimitó un bien jurídico
materia de protección ni determinó el tipo subjetivo penal, de tal modo
que el Tribunal Constitucional ha dictado una interpretación
obligatoria en un sentido dado, pero no debemos olvidar que, antes, en
la sentencia que declaró inconstitucional el decreto legislativo 895
que regulaba el llamado terrorismo agravado [12] el mismo Tribunal
Constitucional consideró como bien jurídico protegido con el delito de
terrorismo el Orden Constitucional Democrático pues lo que busca el
agente es la sustitución de una sociedad por otra; a saber, en el caso
peruano, la sustitución del Estado Democrático de Derecho por una
República de Nueva Democracia a través de la guerra popular para llegar
al Socialismo de manera ininterrumpida. Pero el decreto ley en
cuestión, derogó el artículo 319º y siguientes del Código Penal, cuyo
bien protegido es la tranquilidad pública, sin hacer el traslado de
dicho bien jurídico como lo exige el principio de taxatividad, mientras
que el orden democrático constitucional está protegido con los delitos
de Rebelión, Sedición y Motín, luego el decreto ley no tiene como bien
jurídico protegido el orden democrático y constitucional, pues éste se
quedó en el Código penal, no se trasladó a la ley especial, y no puede
ser objeto de reenvío por que ello vulneraría nuevamente el principio
de taxatividad. El bien jurídico protegido con el delito de terrorismo
sigue siendo difuso y el Tribunal Constitucional no se ocupó ya de
ello.
El Tribunal Constitucional, para no declarar la inconstitucionalidad
abstracta de los decretos leyes, dijo que no podía hacer control
constitucional formal de aquellos con la Constitución Política de 1979,
vigente al momento de la dación írrita de los decretos leyes, sino que
únicamente lo haría por el fondo y con la Constitución Política de
1993. Sin embargo, a la interpretación agregada extra texto del
artículo 2° del Decreto Ley 25475 se la quiere hacer valer desde la
promulgación de éste, el 6 de mayo de 1992, es decir, año y medio más
un mes antes de que entre en vigencia la Carta Política de 1993, tiempo
en que regía la anterior, la que no se quiso aplicar, y cuya regla es
la de inaplicación de normas inconstitucionales, según reza su artículo
236°.
Pero, a la fecha de la dación del decreto ley 25475, estaba vigente
entonces la Constitución Política de 1979, la cual de acuerdo a su
artículo 307°, no podía suspenderse y menos derogarse por acto de
fuerza intentado o hecho por un gobierno usurpador. Ahora bien, en el
supuesto de la constitucionalización vía la interpretación legiferante
positiva invocada por el Tribunal Constitucional y su retroactividad
para casos pasados, una pregunta válida es qué pasa con los hechos
anteriores a la entrada en vigencia de la Constitución Política de 1993
y el Tribunal hilando nos dice que la Ley Constitucional de 9 de enero
de 1993 declaró vigentes los decretos leyes del gobierno de facto. Pero
nuevamente preguntamos, y qué pasa con los hechos ocurridos antes de
dicha ley constitucional
El imperio de la Constitución Política de 1979 ha sido reconocido por
el Tribunal Constitucional en sendas sentencias recaídas en muchos
hábeas corpus interpuestos, como por ejemplo, por doña Blanca Revoredo
viuda de Iparraguirre a favor de doña Elena Iparraguirre, por el Dr.
Jorge Cartagena Vargas, por el Dr. Alfredo Crespo Bragayrac, etc; al
establecer que, de acuerdo a dicha carta política, los beneficiarios no
podían haber sido juzgados por un tribunal militar como lo establecía
el decreto ley 25659 conforme al que fueron juzgados, toda vez que
fueron detenidos cuando regía la acotada Constitución Política de 1979.
De acuerdo a la primera disposición final de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional, fluye entonces el principio vinculante de
primacía de la Constitución Política de 1979 sobre los decretos leyes,
incluso durante el gobierno de facto.
Tal principio vinculante tiene, además el sustento del artículo 236°
de dicha Constitución Política, el que a la letra dice:
"Art. 236° En caso de
incompatibilidad entre una norma constitucional y una legal ordinaria,
el Juez prefiere la primera...".
Norma, renovada y vigente sin solución de continuidad en el párrafo
segundo del artículo 138° de la Constitución Política de 1993, que
atribuye al Juez facultades de control difuso y concreto de la
Constitución y de declaración de derogación tácita de la ley
incompatible con ella, facultades que pueden ejercerse en acción de
garantía constitucional o en el mismo proceso.
Agréguese a ello que, la llamada Ley Constitucional de 9 de enero de
1993, dictada por el Congreso Constituyente Democrático, "convalidando"
en su artículo 2° los decretos leyes dictados durante el gobierno de
facto, no tiene efecto ni fuerza retroactiva, entonces no podía haber
"convalidado" retroactivamente la aplicación de los decretos
inconstitucionales antisubversivos, e incluso, hacerlos vigentes para
adelante si la propia referida ley constitucional, en su artículo 1°,
reconoce plena vigencia a la Constitución Política de 1979. Es de notar
que el Tribunal Constitucional al analizar dicha Ley Constitucional en
la sentencia de fecha 3 de enero 2003, razonó que:
"...A juicio del Tribunal Constitucional, tal "convalidación" no debe
entenderse en el sentido de que su contenido haya quedado
"constitucionalizado" ni que no se pueda intentar reforma
legislativa sobre ellas una vez disuelto el CCD, o, a su turno, que hayan quedado
inmunes a un control posterior. No sólo porque ese no es el
sentido del artículo 2° de la referida Ley Constitucional, sino también porque tales Decretos
Leyes deben considerarse como actos con jerarquía de ley y, por
lo tanto, susceptibles de ser modificados o derogados por otras de su
mismo valor y rango; y, por
ende, sujetos al control de la constitucionalidad.
20. Por ello, el Tribunal Constitucional juzga que dicha Ley Constitucional sólo
ha tenido el propósito de señalar que se trata de normas que
"pertenecen" al ordenamiento jurídico nacional, esto es, que existen,
pese a su origen espurio. Sin embargo, la pertenencia de una norma
jurídica al ordenamiento no es sinónimo de validez".
Nos queda absolutamente claro entonces que, el Tribunal Constitucional,
en esa sentencia, por mayoría, no quiso hacer control constitucional
concentrado y de forma de los decretos leyes con la Constitución
política de 1979 porque según se justificó:
"23. A este respecto, ya se ha precisado que mediante la Ley
Constitucional del 9 de enero de 1993 se declaró que los Decretos Leyes
expedidos por el gobierno de facto mantenían plena vigencia en tanto no
fueran derogados, modificados o revisados, por lo que no puede
efectuarse un control formal de constitucionalidad de acuerdo con la
Carta de 1979."
Y concluyendo dijo:
"Por lo tanto, habiéndose promovido una acción de inconstitucionalidad
contra leyes preconstitucionales, el Tribunal Constitucional es
competente para pronunciarse sobre su compatibilidad, por el fondo, con
la Constitución de 1993."
Sin embargo, como queda anotado, en en los hábeas corpus antes
reseñados, sí se hizo control constitucional difuso y concreto con la
Constitución de 1979, sentando el precedente vinculante, del que, sin
motivo jurídico el TC se apartaría en la sentencia de
inconstitucionalidad.
Como lo dijo el Magistrado Aguirre Roca, en su fundamento singular en
cuanto a inconstitucionalidad formal de éste y los otros decretos leyes
antisubversivos: "... lo mal nacido no puede mudar su naturaleza" o
como lo expresara Jorge Eugenio Zaffaroni, se trata de "excrecencia
normativa", es decir legislación espuria emitida por un gobierno
usurpador y cuyos actos son nulos. Por su parte la Magistrada Delia
Revoredo, también en voto singular expresó que la función del Tribunal
Constitucional no es "salvar de la inconstitucionalidad" lo que es
inconstitucional.
El propio nomen iuris y tipificación como terrorismo a hechos de la
guerra interna vivida en el país desde 1980, trastocan los hechos
sociales de tal modo que la norma prohibitiva no los refleja,
estableciendo una ficción jurídica inválida.
Al respecto cabe recordar que, en el Informe sobre Terrorismo y
Derechos Humanos de Octubre de 2002, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos partió por
reconocer que no existe a nivel hemisférico, como no lo existe a nivel
mundial, unidad de criterio sobre lo que es el terrorismo.
Como puede apreciarse de las posiciones europeas y aún de las
americanas en los foros internacionales, el único consenso que hay a
nivel internacional respecto al tema es el concepto sobre actos
terroristas pero no una delimitación jurídica de tipo penal, porque en
realidad gran parte del problema, como en el caso peruano, es la
intención de los Estados de sobre criminalizar la insurgencia política
armada, negando la esencia política de su finalidad y objetivos.
De ese modo los estados "crean delitos" enumerando nuevamente en
"tipos abiertos" de manera difusa actos ya tipificados en normas
específicas o agravando las penas a dichos actos típicos cuando se
hallan vinculados a la subversión del Estado. En ambos casos, siguiendo
la orientación norteamericana, se soslaya de la fementida tipificación,
precisamente, y de modo cuidadoso, la cuestión de la finalidad
política, sea ésta la transformación social o la subversión del Estado,
según sea el punto de vista de parte frente al hecho social.
Como sostuvo la Comisión de Juristas internacionales, respecto al
decreto ley 25475, en el Informe Sobre la Administración de Justicia en
el Perú [13]:
"El artículo 2 de esta Ley, también usa elementos descriptivos sin
precisión semántica. En efecto la conducta criminal proscrita
por esta disposición no necesita ser asociada en forma alguna con
terrorismo. Por ejemplo, un atentado contra la vida, la salud o la
libertad de un individuo puede ser cometido por un terrorista, pero,
también puede ser perpetrado por un delincuente común. Igualmente, el daño causado por explosivos
capaces de quebrantar gravemente la tranquilidad pública puede ser
generado por un grupo disidente, pero también puede ser
perpetrado por traficantes de drogas. En ambos casos, las actividades
son idénticas, y en ambos supuestos, el resultado crea zozobra, alarma
o terror en la población. Sin embargo en el primer caso, la intención
final es subvertir al Estado ... Al no vincular la conducta
prohibida al elemento subjetivo de la intención terrorista, el Decreto
Ley 25475 puede ser interpretado ... considerar ... prácticamente
cualquier acto de violencia como un delito de terrorismo..."
Estas deliberadas agresiones a la garantía de Tipicidad subjetiva, se
suman a las que vulneran la tipicidad objetiva, resultando un tipo
objetivo indeterminado carente de tipo subjetivo y de bien jurídico
protegido, de tal modo que como lo reiteró la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos en su "2° Informe Sobre La Situación De Los
Derechos Humanos En El Perú" de fecha 2 de junio de 2000:
80. "La definición de terrorismo que consagra el mencionado Decreto (D.
Ley 25475) es abstracta e imprecisa, y de tal forma, viola el
principio básico de legalidad, consustancial al derecho penal..."
81. "La Comisión ratifica las consideraciones efectuadas en su informe
de 1993 sobre la situación general de los derechos humanos en el Perú,
respecto a la falta de
determinación del tipo penal relacionado con el terrorismo, pues
los actos que constituyen delito de terrorismo están definidos y
descritos en su artículo 2 del Decreto Ley 25475 con notoria imprecisión a través
de términos muy amplios, con lo cual se crean tipos penales abiertos
que usan términos muy difusos, contrariamente a lo que constituye un
principio fundamental de los sistemas penales modernos que utilizan
términos rígidos para describir la conducta prohibida a fin de limitar
al máximo la discrecionalidad del intérprete. En esa oportunidad
la Comisión llegó a la siguiente conclusión que ahora ratifica: "Esta nueva legislación transgrede
principios universalmente aceptados de legalidad, debido proceso,
garantías judiciales y derecho de defensa, y permite llevar a
prisión por largos períodos de tiempo a cualquier persona de quien
simplemente se sospeche que ha cometido actos terroristas, o que de
alguna manera ha colaborado en tales actos, sin tener en consideración
si la persona realmente ha cometido o no un acto tipificado como tal,
todo lo cual constituye, en opinión de la Comisión, una grave amenaza
para la seguridad jurídica de las personas".
En aquella oportunidad la Comisión Interamericana hizo al Estado
peruano, entre otras recomendaciones, las siguientes:
"H. RECOMENDACIONES:
245 La Comisión también llama al Estado a:
Adecuar el conjunto de la legislación antiterrorista y las normas
concordantes con éstas a la Convención Americana. ...
Terminar con el juzgamiento de civiles por tribunales militares
Adoptar las medidas necesarias para que la justicia ordinaria revise
con garantías de independencia e imparcialidad los procesos de quienes
hayan sido condenados en virtud de la legislación antiterrorista, a la luz de los parámetros
establecidos por la Corte Interamericana."
Como vemos esas recomendaciones están incumplidas hasta la fecha, más
bien se ha dictado un conjunto de decretos legislativos que tienen como
centro y eje el mismo decreto ley 25475.
Un dilema: Inejecutabilidad o Nulidad
La sentencia recaída la acción de inconstitucionalidad ha expulsado de
la legislación el falso delito de traición a la patria y el juzgamiento
militar de civiles mediante declaración expresa de
inconstitucionalidad, cuyo efecto inmediato es la derogación del
decreto ley 25659 de acuerdo a la Constitución Política vigente y la
propia Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, de lo cual se deriva
inexorablemente la inejecutabilidad de las sentencias emitidas por el
Fuero Militar desde el 5 de enero del 2003, día siguiente a la
publicación de la sentencia, si nos atenemos a la sentencia misma en
cuanto acoge la Doctrina de la Continuidad de la vigencia de los
decretos leyes.
En efecto, el Tribunal dijo que aún cuando los decretos leyes son
espurios por su origen, de acuerdo a dicha doctrina acogida, prestan
todos sus efectos hasta que son derogados. Luego, los juicios
militares y sus sentencias son efectos del decreto ley 25659 hasta que
fue derogado por declaración de inconstitucionalidad. Entonces no son
nulos, sus sentencias valen como cosa juzgada pero resultan
inejecutables porque la Ley fue declarada inconstitucional. Ello sería
el sentido de la conclusión del silogismo jurídico de la sentencia,
cuyos antecedentes propuestos en la misma son:
No hay inconstitucionalidad de forma con la Constitución de 1979.
Hay inconstitucionalidad de fondo con la Constitución de 1993.
El decreto ley es vigente por "continuidad" hasta que fue declarado
inconstitucional.
Entonces el Tribunal no tenía ya que pronunciarse sobre nulidad los
juicios militares, el problema propuesto estaba resuelto dándole fin a
una de las normas de emergencia. Mas, incongruentemente, el Contralor
constitucional quiso "graduar las consecuencias" de la sentencia y la
desnaturalizó mediante una vacatio sententiae y una exhortaciòn al
Congreso para que dispusiera la nulidad de los juicios castrenses como
consecuencia "benigna" para los sentenciados de lo cual debían darse
nuevos juicios, condicionados a la previa petición de aquellos.
En control constitucional concreto, como hemos visto antes, el Tribunal
había venido acogiendo los hábeas corpus contra los juicios militares,
aplicando la Constitución política de 1979 y declarando las respectivas
nulidades, sin conceder empero en las libertades que obligatoriamente
se derivaban por aplicación del artículo 7.5 de la Convención Americana
de Derechos Humanos.
El objetivo político en ambos casos se ve claro: mantener en prisión a
quienes legalmente les corresponde salir en libertad, pero el
razonamiento jurídico es implicante, asaz deleznable pues por un lado,
en la de Inconstitucionalidad se niega la Carta política de 1979 como
marco del examen y por otro, en los hábeas corpus se le admite como tal
referente.
Así al propiciar nuevos juzgamientos se establece, entonces, una forma
de elusión del principio NON BIS EN IDEM, particularmente luminoso en
la Constitución de 1979. De ese modo, los presos políticos condenados
en virtud de una ley declarada inconstitucional CONTINUAN PRESOS con
base a una decisión política, más no jurídica.
Por otro lado, es cierto, se ha declarado inconstitucional el falso
delito de traición a la patria y se ha consentido considerativamente en
que la cadena perpetua es inhumana y es inconstitucional, pero
señalando que el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional no
es aplicable al presente caso, entonces mal basándose en él, se ha
esbozado una modificación de esta pena draconiana proponiendo una
revisión a los treinta años de ejecutada si el Congreso en un plazo
indeterminado no modificaba la legislación. En consecuencia,
considerándola así, inhumana, cruel y degradante, no se la ha
declarado inconstitucional en obsequio a la inconsecuencia entre los
fundamentos y el fallo.
Así, se mantiene la cadena perpetua, habiéndola reintroducido el
Tribunal Constitucional mediante la sentencia luego de su expulsión del
artículo 29° del código penal como resultado de la declaración de
inconstitucionalidad de los decretos legislativos 895° y 897° y la
subsiguiente Ley N° 27569.
En ejecución de la parte exhortativa de la sentencia, a pedido del
Ejecutivo, bajo promesa pública del presidente Alejandro Toledo de "no
dejar salir libre a ningún terrorista" "para lo cual pediría la
formación de tribunales antiterroristas", el Congreso abdicó de su
función legislativa delegando facultades legislativas al propio
Ejecutivo, mientras el Poder Judicial mantiene disposiciones
administrativas contrarias a su Ley Orgánica sobre la creación de una
Sala Nacional para delitos de Terrorismo y dicta nuevas medidas creando
los jueces ad hoc solicitados por el Ejecutivo para los nuevos juicios
que ya vienen realizándose.
El Ejecutivo ha promulgado entre otros los decretos legislativos 921°,
922°, 926° el primero regula la cadena perpetua subiendo a treinta y
cinco años el plazo para la revisión de sentencias y el segundo, entre
otras perlas como la restricción de la publicidad de los juicios ha
elevado a categoría de Ley los tribunales antiterroristas. El tercero
rige las anulaciones de los procesos en que intervinieron los inefables
jueces sin rostro y sin firma. No se ha legislado sobre la anulación de
los juicios con jueces con rostro en los que se aplicó interpretación
"objetiva" y no de culpabilidad conforme a la sentencia manipulativa
del Tribunal.
El Fuero antiterrorista
Con la Constitución Política de 1979 nos apartamos del sistema de
fueros especiales, estableciéndose en su artículo 233º lo siguiente:
Artículo 233º.- Son garantías de la administración de justicia:
1.- La unidad y la exclusividad de la función jurisdiccional.
No existe ni puede establecerse jurisdicción alguna independiente, con
excepción de la arbitral y la militar.
Quedan prohibidos los juicios por comisión o delegación.
Sin embargo se ha establecido el fuero antiterrorista, cuya concepción
escapa, precisamente, al artículo e inciso citado de la carta política
sustituida por la de 1993, la cual en términos similares dice:
Artículo 139º.- Son principios y derechos de la función jurisdiccional:
1.- La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional.
No existe ni puede establecerse jurisdicción alguna independiente, con
excepción de la militar y la arbitral. No hay proceso judicial por
comisión o delegación.
Así, el Código de Procedimientos Penales establece:
Artículo 9°.
Corresponde a la justicia Penal Ordinaria la instrucción y el
juzgamiento de los delitos y faltas comunes.
Un fuero especial o de excepción se constituye cuando se atribuye a un
conjunto de organismos una parte del derecho material haciéndola de su
competencia exclusiva, sustrayéndola del derecho común, y ello
contraviene la Constitución Política, la cual dice:
Constitución Política del Estado de 1979:
Artículo 2°.- Toda persona tiene derecho:
20.- A la libertad y seguridad personales.
En consecuencia:
Ninguna persona puede se desviada de la jurisdicción predeterminada por
la ley ni sometida a procedimientos distintos de lo previamente
establecidos, ni juzgada por Tribunales de excepción o comisiones
especiales creadas al efecto, cualquiera que sea su denominación.
Artículo 237°.- Son órganos de función jurisdiccional:
1.- La Corte Suprema de Justicia, con sede en la Capital de la
República. Su jurisdicción se extiende a todo el territorio nacional.
2.- Las Cortes Superiores, con sede en la Capital del Distrito Judicial
que señala la ley.
3.- Los Juzgados civiles, penales y especiales, así como los Juzgados
de paz letrados en los lugares que determina la ley.
Constitución política del Estado de 1993:
Artículo 138º.- La potestad de administrar justicia emana del pueblo y
se ejerce por el Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos con
arreglo a la Constitución y a las leyes. En todo proceso, de existir
incompatibilidad entre una norma constitucional y una norma legal, los
jueces prefieren la primera. Igualmente, prefieren la norma legal sobre
toda otra norma de rango inferior.
Artículo 139º.- Son principios y derechos de la función
jurisdiccional:
3.- La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional.
Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada
por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los previamente
establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción ni
por comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera que sea su
denominación.
Artículo 143º El Poder Judicial está integrado por órganos
jurisdiccionales que administran justicia en nombre de la Nación, y por
órganos que ejercen su gobierno y administración.
Los órganos jurisdiccionales son: La Corte Suprema de Justicia y las
demás cortes y juzgados determinen su ley orgánica.
Hemos citado la Constitución política de 1979 y la actual porque gran
parte de los hechos materia de los nuevos juicios ocurrieron cuando
estaba vigente aquella, y no solo la ley sustantiva aplicable es la que
rige al momento de los hechos sino también la propia Constitución, la
jurisdicción y el proceso, citamos:
"3.2 Juez Legal o Predeterminado por la Ley,
... Este derecho al juez legal comprende:
Que el órgano judicial haya sido creado previamente, respetando la
reserva de ley de la materia. Imposibilidad de crearlo post factum.
Que ésta le haya investido de jurisdicción y competencia con
anterioridad al hecho motivador del proceso judicial.
Que su régimen orgánico y procesal no permita calificarlo como un
juez ad hoc o excepcional. Prohibición de jueces extraordinarios o
especiales.
Que la composición del órgano judicial venga determinado por la ley,
siguiéndose en cada caso concreto los procedimientos establecidos para
la designación de sus miembros.
Expresa Ferrajoli que, "mientras la preconstitución legal del juez y la
inalterabilidad de las competencias son garantías de imparcialidad (�),
la prohibición de jueces especiales y extraordinarios, es sobre todo,
una
garantía de igualdad, que satisface el derecho de todos a tener los
mismos jueces y los mismos procesos". [14]
"2. De acuerdo con una constante y reiterada doctrina constitucional,
el derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley exige en primer
término. Que el órgano judicial haya sido creado previamente por la
norma jurídica que ésta le haya investido de jurisdicción y competencia
con anterioridad al hecho motivador de la actuación o proceso judicial
y que su régimen orgánico y procesal me permita calificarle de órgano
especial o excepcional" (STC 47/1983, fundamento jurídico 2.; línea
jurisprudencial desarrollada sin solución de continuidad por este
tribunal: entre otras muchas, SSTC 22/1982, 101/1984, 111/1984,
23/1986, 148/1987, 199/1987 y, como último pronunciamiento. STC
6/1997)"... [15]
"Conforme al derecho en el proceso todo sujeto de derecho que
participe en un proceso o un procedimiento cuenta con un conjunto de
derechos esenciales durante su inicio, tramitación y conclusión,
incluyendo el respeto por las formas esenciales del procedimiento
previamente establecido� En esta línea, el artículo 14 de la
Constitución mexicana señala que: "(�) nadie podrá ser privado de la
vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino
mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos,
en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y
conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho". [16]
"Se trata de (�) "una institución instrumental (nos dice) en virtud de
la cual debe asegurarse a las partes en todo proceso legalmente
establecido y que se desarrolle sin dilaciones injustificadas
oportunidad razonable de ser oídas por un tribunal competente,
predeterminado por la ley, independiente e imparcial,�" [17]
"14º.- Jurisdicción predeterminada. El imputado debe ser sometido a la
jurisdicción que el juzgado tiene constituida con antelación para el
tipo de pregunta perpetrada y tipificada, esto es, no debe ser
investigado o juzgado por jueces o tribunales distintos y constituidos
con posterioridad a la comisión u omisión de la conducta con propósito
especial de agravar la situación del imputado. Por consiguiente, debe
ser sometido al Juzgado, al tribunal y procedimiento vigentes a la
época de la comisión de la conducta delictiva." [18]
La Sala Nacional Especializada en terrorismo, es un órgano
jurisdiccional creado en contravención de lo arriba señalado, su
conformación fue decidida por resolución administrativa del Consejo
Ejecutivo del Poder Judicial abusando de la facultad conferida en la
Ley Orgánica del Poder Judicial para conformar Salas de competencia
territorial distinta a la prevista, esto es por distrito judicial,
pasando a atribuirle competencia en Derecho real o material exclusiva,
prevista en Ley especial, esto es el inconstitucional Decreto Ley
25475, sustrayéndola de la competencia penal común.
Así se ha constituido un FUERO ANTITERRORISTA, con fines de aplicación
de una norma sustantiva inconstitucional, expedida por un gobierno de
facto, usurpador de la función legislativa. Fuero que anula la
autonomía de cada juez puesto que busca la unificación de la
jurisprudencia a partir de criterio único como se ha dado ya en la
anulación de los sobreseimientos, a pesar de la prohibición de revivir
procesos fenecidos, por un supuesto de vacío de ley como consecuencia
del Decreto Legislativo Nº 926 y en la negación de beneficios
penitenciarios previstos en el Código de Ejecución Penal.
Esta formación de criterio único, anunciada por el miembro de la
Comisión, convocada por el Ejecutivo, redactora de los decretos
legislativos 921 y siguientes Dr. San Martín Castro está destinada, de
antemano a condenar, a aplicar y a repetir draconianas penas, aplicando
hoy en día el Decreto Legislativo Nº 922 y los otros decretos
legislativos conexos.
Otra unificación indebida, la tenemos en la negativa a aplicar
beneficios penitenciarios con base a una interpretación de continuidad
de la prohibición de los mismos, a pesar que el propio decreto ley
25475 derogó los artículos 319 y siguientes del Código Penal del 91 a
que se refería la disposición complementaria de prohibición de
beneficios.
Toda este sistema de excepción se pretende sustentar en la
especialidad, pero la Ley Orgánica contempla la especialidad material
penal como única. Al respecto cabe reflexionar sobre lo expresado en el
INFORME SOBRE TERRORISMO Y DERECHOS HUMANOS de la CIDH de octubre del
año 2002 que se citó al inicio de esta tarea.
Notas:
[1] COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS: INFORME SOBRE
TERRORISMO Y DD HH. CIDH, OCTUBRE 2002
[2] Ya reconocido como tal conflicto por la gubernamental Comisión de
la Verdad y Reconciliación en su Informe Final, sin embargo de
vinculatoriedad dudosa.
[3] Principalmente casos de María Elena Loayza y Castillo Petruzzi.
[4] INFORME de la CIDH sobre Derechos Humanos en el Perú, año 2000,
entre otros
[5] En la ciudad de Huanta Ayala era corresponsal de la Republica,
diario que se publica en Lima. Se entero que los marinos habian
preguntado por el y se fué a la sede del comando politico militar en el
estadio de dicha localidad, la segunda en importancia del departamento
de Ayacucho. No volvio a salir de dicho comando politico militar. El
motivo de la desaparicion forzada fué evitar que el periodista
remitiera informacion sobre una masacre realizada por las fuerzas del
estado contra personas de religion protestante.
[6] "No me digan si los mato de frente o de perfil" fue una de las más
sinceras expresiones de un militar retirado, el general Cisneros
Vizquerra, quien postulaba la guerra de arrasamiento contra la
población porque si entre los aniquilados hubiera algún "senderista",
el costo de vidas inocentes estaría justificado.
[7] Nota 5 en Elizabeth Salmón, ENCUENTROS Y DESENCUENTROS El Perú y
el Derecho Internacional Humanitario, edición del Comité Internacional
de la Cruz Roja CICR Perú.
[8] Nota N° 13 en INFORME FINAL CVR, Tomo I, La Dimensión Jurídica de
los Hechos; FISCAL Vs. DUSLO TADIC, N° IT 94 AR72, Sala de Apelaciones,
decisión de 2 de octubre de 1995.
[9] Eugenio Raúl Zaffaroni, DERECHO PENAL, Parte General, Volumen I,
pp.89 y 21.
[10] Raldbruch, Gutavo; Introducción a la Filosofía del Derecho, Fondo
de Cultura Económica: Sobre el punto dice que SISTEMA es un conjunto
de normas con centro en una idea, Cuando esta idea es el Derecho justo
(Stamhler) existe principio de legalidad, igualdad ante la ley, debido
proceso, juez natural, juicio justo y pena justa y humana, todo ello
previsto con anterioridad al hecho. De ese modo no hay creación
judicial del derecho. Las normas son comunes para todos.
[11] Peña Cabrera, Arrepentimiento Terrorista y Traición a la Patria,
editorial Grijley
[12] AI 05/TC-2001
[13] Instituto de Defensa Legal, Lima, 1993 pág.45. citada por la CIDH
en: "2° Informe Sobre La Situación De Los Derechos Humanos En El Perú"
de fecha 2 de junio de 2000, punto 80
[14] EL PROCESO PENAL: Víctor Cubas Villanueva. Palestra editores
[15] SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DE ESPAÑA . Referencia N°
0064-97
[16] DERECHOS FUNDAMENTALES Y PROCESO JUSTO. Reynaldo Bustamante
Alarcón. ARA Editores
[17] Arturo Hoyos, citado por Bustamante en ibid..
[18] DERECHO PROCESAL PENAL. Florencio Mixán Mass. Ankor editores