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Soy optimista. La ideología, la propia experiencia y principalmente la lucha, pienso, nos hace así y más cuanto mayor posibilidad hemos tenido de aprenderlo del pueblo. El derrotero y perspectiva de la humanidad da base al optimismo, baste recordar que en cada período histórico subsiguiente una nueva clase más avanzada asume la conducción y objetivos superiores, evidentemente plasmados a través de intensa lucha de clases, en cuyos momentos decisivos la crítica de las armas enarbola la palabra por exigencia inexorable del desarrollo. Mal grado insoslayables reveses, derrotas y hasta retrocesos, e inevitable extremado esfuerzo como cruento alumbramiento que demanda la conquista de lo nuevo a las masas que asumen hacer su destino con sus propias manos, pues jamás viene del cielo. Miles de años avalan incontrastablemente lo dicho.
Leí un libro, "Los próximos diez mil años" de J. Berry. Describe el gigantesco avance científico y salto tecnológico que se impulsa desde F. Bacon disparándose en el presente siglo. Mas en apariencia roza lo fabuloso al narrar la factibilidad de habilitar la Luna, trasformar la atmósfera de Venus y poblarlo, utilizar los asteroides como medios de transporte, e (¿inconcebible!?) desmontar Júpiter para conjurar sus perturbaciones en el sistema solar por su gigantismo, y trasladarlo a otros puntos rearmándolo para usos más benéficos. Y no es ficción, ni ciencia-ficción, sino las extraordinarias posibilidades abiertas por el largo trajín científico más desde el s. XVII y especialmente en éste. Y si tales asombros podrían hacerse allá, ya no tan lejos, es de imaginar cuánto podría hacerse aquí, en este entrañable tercer planeta donde seis mil millones de seres humanos moran aunque no viven, pues la inmensa mayoría a lo sumo sobrevive por siniestra cuan férrea imposición del orden imperante. Obvio, el problema no es la ciencia. Biogenética, cibernética, robótica, electrónica, materiales nuevos, comunicaciones, informática, etc. y otras ramas científicas o tecnológicas que pronto ocuparán coloridas páginas pueden aportar inmensamente a las necesidades de toda la humanidad. Pero no lo hacen porque están aherrojadas, son parte de las fuerzas productivas (de las cuales los hombres son las principales e igualmente esclavizadas), están sometidas a la propiedad privada que esteriliza, niega su potencial cómo similarmente con la desocupación ahoga la fuerza viva que produce condenando al hambre a quienes solo tienen brazos y mentes para ganar el pan y abrirse camino en la vida. No es, pues, como afirma Berry, cuestión de esperar de la ciencia la liberación del hombre; es éste quien liberará a aquélla, Y es claro que esteriliza a la ciencia y le impide servir a la humanidad; mas la ciencia, alto producto de los hombres; tampoco puede ser impedida de desarrollar.
Por otro lado, la comprensión de la sociedad ha llegado a científica y comprobada. Miles de años se dijo todo pasado fue mejor: primero edad de oro luego de plata, después de cobre y lamentaron vivir en decaída edad de hierro; evidente dominio de invocadas divinidades y hombres-dioses, y casi nula comprensión del mundo social. Mas según las sociedades se desarrollaron y el conocimiento de pueblos e historia se acrecentaba el pasado no fue ya lo brillante, el futuro devino la perspectiva en que los hombres esperaban construir un mundo mejor con sus manos. El género humano había tomado conciencia de la necesidad de asumir la conducción de su destino y no esperar fluyera de los dioses, el progreso comenzó a cuajar como rumbo; pero el conocimiento social era escaso y superficial preponderando la especulación. En el largo discurrir de siglos reiteradas veces las utopías campearon; así las de comienzos de la época moderna expresaron agudas críticas al presente oscuro y esbozos de buenos deseos en sociedades imaginarias. Y si bien la burguesía avanzó con su "contrato social" y "el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe", obviamente le escapó la esencia del problema; y su orden sometido a la demoledora acusación de los socialistas utópicos, quienes no obstante sus ' geniales atisbos hubieron de deslizarse en el camino de las utopías sin que ello mengüe sus méritos
En síntesis, cupo a la clase obrera con Marx y Engels sentar las "piedras millares" de la comprensión científica, transformadora de la sociedad tomando la lucha de clases como "hilo conductor de la historia", desentrañando la base del sistema capitalista y su marcha inexorable hacia la dictadura del proletariado que en larga transición construiría la nueva sociedad. Y lo establecido el XIX lo comprobó el siglo XX: sesentiséis años abrieron en los hechos la más grande transformación revolucionaria jamás vista, elevó a los explotados al poder iniciando su liberación y benefició tan inmensas masas como nunca antes la historia registrara. Sesentiséis años de socialismo, de construcción bajo poder rojo en la URSS de Lenin y Stalin y del Presidente Mao en China demuestran que la nueva sociedad, la de los oprimidos primero y la subsiguiente, la comunista de toda la humanidad, es realidad posible; los pueblos del mundo testificaron su construcción, y como ' fue construida se volverá a construir. Sí, es cierto, la arrogancia triunfalista pregona la caducidad del marxismo y el fracaso del socialismo. Mas qué ideología puede sustituirla y, lo principal, cuál que no sea el marxismo ha demostrado transformar la sociedad en función de los explotados y el futuro de la humanidad. Y por qué pedir al proletariado hacer en menos de siete decenios lo que a la burguesía llevó trescientos años. Sueña el imperialismo y quienes lo siguen que el orden imperante es un siempre y el futuro una evolución de lo mismo; mas la vigésima centuria, el último siglo del segundo milenio lo registra sin posibilidad de borrón y cuenta nueva, y lo sabemos: de las entrañas del imperialismo la partera de la historia hizo nacer la nueva sociedad. Y lo volverá a hacer cuantas veces sea necesario, pues lo viejo no puede prevalecer sobre lo nuevo.
Asimismo los tiempos muestran que si una gran ola acabó, otra se desenvuelve. Hechos actuales crecientes: la globalización que madura más y más la socialización de la producción; la primera crisis económica mundial de la globalización aún sin concluir; la desocupación lanzando millones al hambre y la miseria; luchas populares, de obreros en Corea, Alemania, Francia o Rusia, campesinos en Bolivia y Brasil, de trabajadores en Asia y América Latina contra la crisis que hunde a las masas, agresión imperialista creciente y desenfrenada que irá engendrando resistencia, cuyo punto álgido hoy es Yugoslavia. Aunque simples botones de muestra nos llevan a pensar que el viejo topo sigue hozando, no obstante comprender que su limitación esencial es la falta de dirección proletaria.
Lo dicho, a nuestro juicio, son razones que abonan el optimismo y ayudan a ver con mayor confianza el futuro; sin embargo, no basta tener la razón sino medios para imponerla.
1999
Presidente Gonzalo