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¡Proletarios de todos los países, uníos!
El inagotable seno del pueblo los nutrió con sobrio alimento y los puso a andar; la lucha de clases fue modelando su mente; y el Partido, como la primera y más alta forma social, elevó su conciencia política armándola con el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento guía, potenció su combatividad organizándolos en Ejército Guerrillero Popular y fundiéndolos con las masas del campesinado pobre aceró su cuerpo y espíritu en la fragua inextinguible de la guerra popular. Devenidos en prisioneros de guerra nunca hincaron la rodilla y persistiendo en combatir, movilizar y producir en ardorosas bregas transformaron las sórdidas mazmorras del caduco y podrido Estado peruano en luminosas trincheras de combate.
Los golpes contundentes, certeros e implacables de la guerra popular y su avance incontenible removieron las entrañas de hiena de la reacción, repercutiendo todo como azotes incesantes y exigencias perentorias en las turbias y agitadas pesadillas del gobierno aprista, hoy ya fascista y corporativo, más aún en las desenfrenadas ambiciones del demagogo aprendiz de "führer" que lo encabeza; así, la reacción, el gobierno y el ahora genocida García Pérez soñaron sangrientos y negros planes de un golpe devastador, decisivo que llevará al aplastamiento de la guerra popular. La rebelión de los prisioneros de guerra es el desenmascaramiento y la condenación públicos y ante el mundo de estos siniestros planes de matanza masiva, en defensa de la revolución y de sus propias vidas; y el monstruoso e infame genocidio que por mandato gubernamental y con carta blanca perpetraron las fuerzas armadas y aparatos represivos, con ciego odio al pueblo y perversa furia homicida se estrelló contra la indoblegable, férrea resistencia feroz de los camaradas, combatientes e hijos de las masas que enarbolaron ideología, valor y heroicidad desplegadas audazmente en encendido desafío bélico; y si la bestia reaccionaria bebió sangre hasta el hartazgo para imponer la paz de los muertos, las vidas miserable y arteramente cegadas transformándose en imperecederas, plasman la trilogía monumental de las luminosas trincheras de combate del Frontón, Lurigancho y Callao, hito histórico que proclamará más la grandeza del Día de la Heroicidad.
El pretendido golpe devastador y decisivo acabó cayendo sobre la cabeza de quienes lo engendraron y hundiendo al gobierno aprista, fascista y corporativo y a quien funge de presidente, violando las normas de su estado, en una grave crisis política y gran desprestigio de los cuales aún no pueden salir; así la rebelión de los prisioneros de guerra a costa de su propia vida conquistó para el Partido y la revolución un grandioso triunfo moral, político y militar, más aún sirvieron notablemente al éxito de rematar el gran salto con sello de oro y asentaron cimientos para el nuevo plan de desarrollar bases, cuya primera campaña ha sido el más grande remecimiento del estado peruano hasta hoy y la mayor repercusión de la guerra popular, dentro y fuera del país. Así, los prisioneros de guerra, como el personaje de la historia, siguen ganando batallas más allá de la muerte, pues, viven y combaten en nosotros conquistando nuevas victorias; su recia e imborrable presencia la sentimos palpitante y luminosa enseñándonos hoy, mañana y siempre a dar la vida por el Partido y la revolución.
¡Gloria al Día de la Heroicidad!
Perú, junio 1987
PRESIDENTE GONZALO