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V. I. Lenin
OTRA VEZ LA TENDENCIA DE OSVOBOZHDENIE, OTRA VEZ EL NEOISKRISMO
Los números 71-72 de Osvobozhdenie y 102-103 de Iskra nos aportan un nuevo material extraordinariamente rico, relativo a la cuestión a que dedicamos el capítulo 8 de nuestro folleto. No teniendo posibilidad alguna de utilizar aquí todo este rico material, nos detendremos solamente en lo más esencial. Primeramente, sobre la cuestión de saber qué género de "realismo" de la socialdemocracia es elogiado por Osvobozhdenie y por qué debe elogiarlo; en segundo lugar, en la correlación de los conceptos: revolución y dictadura.
Los artículos "La escisión en la socialdemocracia rusa" y "El triunfo del buen sentido" (Osvobozhdenie, núm. 72) representan un juicio sobre la socialdemocracia, extraordinariamente valioso para los proletarios conscientes, hecho por los lepresentantes de la burguesía liberal. Nunca se recomendará demasiado el conocimiento de estos artículos a cada socialdemócrata, conocerlos en su totalidad y meditar sobre cada una de sus frases. Reproduciremos, antes que nada, las principales tesis de ambos artículos:
"Al observador de fuera -- dice Osvobozhdenie -- le es bastante dificil captar el sentido político real de la discrepancia que ha dividido al Partido Socialdemócrata en dos fracciones. Calificar la fracción de la 'mayoría' como la más radical y rectilinea a diferencia de la 'minoría', que admite, en beneficio de la causa, algunos compromisos, no es totalmente exacto, y, en todo caso, no es una característica concluyente. Por lo menos, los dogmas tradicionales de la ortodoxia marxista son observados, puede ser que con más celo aún por la fracción de la minoría que por la fracción de Lenin. Nos parece que es más exacta la siguiente característica. El fundamental estado de espíritu político de la 'mayoría' es un revolucionismo abstracto, un espíritu de revuelta, un afán de provocar por todos los medios una insurrección de la masa popular y, en su nombre, tomar el Poder inmediatamente; esto, en cierto grado, aproxima los 'leninistas' a los socialrevolucionarios y reemplaza en su conciencia la idea de la lucha de clases por la idea de una revolución popular rusa; desechando en la práctica muchas de las esvrecheces de la doctrina socialdemócrata, los 'leninistas', de otra parte, están profundamente penetrados por la estrechez de un revolucionismo que renuncia a todo otro trabajo práctico que no sea la preparación de la insurrección inmediata, y desconocen en principio todas las formas de la agitación legal y semilegal y toda clase de compromisos prácticos y útiles con otras tendencias de oposición. Por el contrario, la minoría, fuertemente aferrada a los dogmas del marxismo, conserva a la vez los elementos realistas de la concepción marxista del mundo. La idea fundamental de esta fracción es la contraposición de los intereses del 'proletariado' a los intereses de la burguesía. Pero, de otra parte, la lucha del proletariado se concibe -- naturalmente, dentro de ciertos límites dictados por los dogmas inmutables de la socialdemocracia -- con una lucidez realista, con una conciencia clara de todas las condiciones concretas y de las tareas de esta lucha. Ambas fracciones aplican su punto de vista fundamental de un modo no del todo consecuente, pues ellas están ligadas en su obra creadora ideológica y política por las fórmulas severas del catecismo socialdemócrata, que impiden a los 'leninistas' convertirse en amotinados rectilineos, por lo menos a la manera de algunos socialrevolucionarios, y a los 'iskristas' convertirse en los dirigentes practicos del movimiento político real de la clase obrera".
Y, resumiendo más adelante el contenido de las principales resoluciones, el escritor de Osvobozhdenie aclara sus "pensamientos" generales con algunas observaciones concretas respecto a ellas. En comparación con el III Congreso, dice él, "la Conferencia de la minoría observa una actitud completamente diferente respecto a la insurrección armada". "En relación con la actitud hacia la insurrección armada" aparece la diferencia de las resoluciones sobre el gobierno provisional. "La misma divergencia se manifiesta en la actitud respecto a los sindicatos obreros. Los 'leninistas' en sus resoluciones, no han dicho una sola palabra sobre este importantisimo punto de partida de la educación política y de la organización de la clase obrera. Por el contrario, la minoría ha elaborado una resolución muy seria". En cuanto a la actitud ante los liberales, ambas fracciones están según dicho escritor, de acuerdo, pero el III Congreso "repite casi palabra por palabra la resolución de Plejánov sobre las relaciones con los liberales adoptada en el II Congreso, y rechaza la resolución de Starovier, más favorable a los liberales, adoptada en el mismo Congreso". Siendo en general análogas las resoluciones del Congreso y de la Conferencia acerca del movimiento campesino, la "'mayoría' subraya con más fuerza la idea de la confiscación revolucionaria de las tierras de los terratenientes, etc., mientras que la 'minoría' quiere hacer de la reivindicación de reformas democráticas de Estado y administrativas la base de su agitación".
Finalmente, Osvobozhdenie cita una resolución menchevique, publicada en el núm. 100 de Iskra, cuyo punto principal dice: "Puesto que actualmente el trabajo ilegal por sí solo no asegura a la masa una participación suficiente en la vida del Partido, y lleva, en parte, a oponer la masa como tal al Partido como organización ilegal, este último necesita tomar en sus manos la conducción de la lucha sindical de los obreros en el terreno legal, coordinando estrechamente esta lucha con las tareas socialdemócratas". Respecto a esta resolución, Osvobozhdenie exlama: "Nosotros saludamos calurosamente esta resolución como el triunfo del buen sentido, como un momento de lucidez de una parte del Partido Socialdemócrata en materia de táctica".
Ahora el lector tiene ante si todas las apreciaciones esenciales de Osvobozhdenie. Sería un grandísimo error, naturalmente, considerar acertadas estas apreciaciones en el sentido de su concordancia con la verdad objetiva. Todo socialdemócrata descubrirá fácilmente errores en ellas a cada paso. Sería una ingenuidad olvidar que todas estas apreciaciones están penetradas profundamente por los intereses y por el punto de vista de la burguesía liberal, y que son en extremo parciales y tendenciosas en este sentido. Ellas reflejan las ideas de la socialdemocracia igual que un espejo cóncavo o convexo refleja los objetos. Pero sería un error mayor todavía olvidar que estos juicios deformados a gusto de la burguesía reflejan, en fin de cuentas, los intereses reales de la burguesía, la cual, como clase, comprende sin ninguna duda qué tendencias de la socialdemocracia le son convenientes, próximas, queridas, simpáticas, y cuáles le son dañosas, ajenas, extrañas, antipáticas. Un filósofo burgués o un publicista burgués no comprenderá jamás de un modo acertado a la socialdemocracia, ni a la menchevique ni a la bolchevique. Pero si éste es un publicista algo inteligente no le engañará su instinto de clase y siempre captará en el fondo con justeza la significación que para la burguesía tenga tal o cual tendencia dentro de la socialdemocracia, aunque la deforme al exponerla. El instinto de clase de nuestro enemigo, su apreciación de clase, siempre merecen por esto la atención más seria de todo proletario consciente.
¿Qué es lo que nos dice, por boca de los elementos de Osvobozhdenie, el instinto de clase de la burguesía de Rusia?
Expresa de una manera absolutamente precisa la satisfacción que le produce la tendencia del neoiskrismo, alabándolo por su realismo, por su lucidez, por el triunfo del buen sentido, por la seriedad de las resoluciones, por su clara visión táctica, por su practicismo, etc., y expresa su descontento por la tendencia del III Congreso, censurándolo por la estrechez, el revolucionarismo, el espíritu de revuelta, la negación de los compromisos prácticos y útiles, etc. El instinto de clase de la burguesía le sugiere a la burguesía precisamente lo que ha sido demostrado reiteradamente en nuestra literatura con los datos más exactos, a saber: que los neoiskristas representan el ala oportunista en la actual socialdemocracia rusa, y sus adversarios, el ala revolucionaria. Los liberales no pueden dejar de tener simpatías por las tendencias de la primera de dichas alas, no pueden dejar de censurar las tendencias de la segunda. Los liberales, como ideólogos de la burguesía, comprenden perfectamente que a la burguesía le conviene "el practicismo, la lucidez, la seriedad" de la clase obrera, es decir, la limitación de hecho del campo de su actividad a los marcos del capitalismo, de las reformas, de la lucha sindical, etc. Para la burguesía, es peligrosa y temible "la estrechez revolucionaria" del proletariado y su aspiración de conseguir, en nombre de sus tareas de clase, un papel dirigente en la revolución popular rusa.
De que éste es, efectivamente, el sentido de la palabra "realismo" en la interpretación de Osvobozhdenie se puede ver, entre otras cosas, en el empleo que de ella han hecho con anterioridad Osvobozhdenie y el señor Struve. La misma Iskra no ha podido dejar de reconocer una tal significación del "realismo" de Osvobozhdenie. Recordad, por ejemplo, el artículo titulado "¡Ya es hora!", publicado en el suplemento al núm. 73-74 de Iskra. El autor del artículo (representante consecuente de las concepciones de la "charca" en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) ha expresado francamente su opinión de que "Akímov ha jugado en el Congreso más bien el papel de espectro del oportunismo que el papel de su verdadero representante". Y la redacción de Iskra se ha visto obligada inmediatamente a rectificar al autor del artículo "¡Ya es hora!", declarando en una nota:
"No cabe estar de acuerdo con esta opinión. Los puntos de vista programáticos del camarada Akímov llevan claramente marcado el sello del oportunismo, cosa que reconoce también el critico de Osvobozhdenie en uno de sus últimos números, señalando que el camarada Akímov pertenece a la tendencia 'realista' -- leed, revisionista --".
Así, pues, la Iskra misma sabe perfectamente que el "realismo" de Osvobozhdenie es justamente oportunismo, y no otra cosa. Si ahora, al atacar el "realismo liberal" (núm. 102 de Iskra ), Iskra calla cómo los liberales la alabaron por su realismo, este silencio se explica por el hecho de que tales alabanzas son más amargas que cualquier censura. Tales alabanzas (que no son casuales y que no han sido expresadas por primera vez por Osvobozhdenie ) demuestran, de hecho, el parentesco del realismo liberal y de estas tendencias del "realismo" socialdemócrata (leed, oportunismo) que se transparentan en cada resolución de los neoiskristas debido a la falsedad de toda su posición táctica.
En efecto, la burguesía de Rusia ha manifestado ya plenamente su inconsecuencia y su egoísmo en la revolución "de todo el pueblo", lo ha manifestado tanto por las reflexiones del señor Struve, como por todo el tono y por el contenido de gran número de periódicos liberales, por el carácter de las intervenciones políticas de gran número de miembros de los zemstvos, de gran número de intelectuales, en general, de todo género de partidarios de los señores Trubetskói, Petrunkévich, Rodíchev y Cía. Desde luego, la burguesía no siempre comprende con plena claridad, pero en general se da cuenta perfectamente por intuición de clase de que, de una parte, el proletariado y el "pueblo" son útiles para su revolución, como carne de cañón, como ariete contra el absolutismo, pero que, de otra parte, el proletariado y los campesinos revolucionarios son terriblemente peligrosos para ella en el caso de que éstos consigan la "victoria decisiva sobre el zarismo" y lleven hasta el fin la revolución democrática. Por eso, la burguesía trata por todos los medios de que el proletariado se conforme con desempeñar un papel "modesto" en la revolución, que sea más moderado, más práctico, más realista, que su actividad esté basada en el principio: "que la burguesía no vuelva la espalda".
Los burgueses inteligentes saben perfectamente que ellos no podrán matar el movimiento obrero. Por eso, no intervienen en modo alguno contra el movimiento obrero, contra la lucha de clase del proletariado; no, ellos incluso hacen toda clase de reverencias ante la libertad de huelga, ante la lucha de clases civilizada, comprendiendo el movimiento obrero y la lucha de clases a la manera de Brentano o de Hirsch-Duncker. Dicho de otra manera, ellos están totalmente dispuestos a "conceder" a los obreros la libertad de huelga y de asociación (de hecho ya casi conquistada por los mismos obreros), con tal de que los obreros renuncien al "espíritu de revuelta", al "revolucionismo estrecho", a la hostilidad hacia los "compromisos prácticos y útiles", a la pretensión y al deseo de imprimir "a la revolución popular rusa" el sello de su lucha de clase, el sello de la consecuencia proletaria, de la decisión proletaria, del "jacobinismo plebeyo". Los burgueses inteligentes de toda Rusia tratan por eso con todas sus fuerzas, por mil medios y caminos -- libros[a], conferencias, discursos, charlas, etc., etc. --, de inculcar a los obreros las ideas de la moderación (burguesa), del practicismo (liberal), del realismo (oportunista), de la lucha de clases (a la manera de Brentano), de los sindicatos (a la manera de Hirsch-Duncker) [1], etc. Las dos últimas consignas son particularmente cómodas para los burgueses del partido "constitucional-demócrata" o de Osvobozhdenie, ya que en apariencia coinciden con las consignas marxistas; ya que, silenciando algunas cosas y con una pequeña tergiversación de las mismas, es muy fácil confundirlas con las consignas socialdemócratas y a veces incluso presentarlas como socialdemócratas. Así, por ejemplo, el periódico legal liberal Rassviet [El Alba ](sobre el cual trataremos de hablar con los lectores de Proletari algo más detalladamente) dice a menudo cosas tan "atrevidas" sobre la lucha de clases, sobre la posibilidad de que la burguesía engañe al proletariado, sobre el movimiento obrero, sobre la iniciativa del proletariado, etc., etc., que el lector poco atento y el obrero poco desarrollado aceptarán fácilmente su "socialdemocratismo" como moneda valedera. Pero, de hecho, esto es una falsificación burguesa del socialdemocratismo, una deformación y una tergiversación oportunista del concepto de la lucha de clases.
En la base de esta gigantesca falsificación burguesa (gigantesca por la amplitud de su acción sobre las masas) reside la tendencia de reducir el movimiento obrero a un movimiento eminentemente sindical, a mantenerlo lo más alejado posible de una política independiente (es decir, revolucionaria, orientada hacia la dictadura democrática), a "eclipsar en la conciencia de los obreros la idea de la revolución popular rusa con la idea de la lucha de clases".
Como ve el lector, hemos dado vuelta de pies arriba a la formulación de Osvobozhdenie. Excelente formulación, que expresa perfectamente dos puntos de vista sobre el papel del proletariado en la revolución democrática, el punto de vista burgués y el punto de vista socialdemócrata. La burguesía quiere reducir al proletariado al solo movimiento sindical y, de esta manera, "velar en su conciencia la idea de la revolución popular rusa con la idea de la lucha de clases" (a la manera de Brentano ), exactamente igual que los autores bernsteinianos del "Credo", los cuales eclipsaban en la conciencia de los obreros la idea de la lucha política con la idea del movimiento "puramente obrero". La socialdemocracia quiere, por el contrario, desarrollar la lucha de clase del proletariado hasta hacerle asumir en la revolución popular rusa un papel dirigente, es decir, llevar esta revolución hasta la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos.
Nuestra revolución es una revolución de todo el pueblo, dice la burguesía al proletariado. Por eso, tú, como clase especial, debes limitarte a tu lucha de clase; debes, en nombre del "buen sentido", dirigir tu atención principal a los sindicatos y a su legalización; debes considerar precisamente estos sindicatos "como la base de partida más importante para tu educación política y para tu organización"; debes elaborar, en los momentos revolucionarios, principalmente, resoluciones "serias" parecidas a la de los neoiskristas; debes tratar con solicitud las resoluciones "más favorables a los liberales"; debes preferir aquellos dirigentes que tienen la tendencia a convertirse en "dirigentes prácticos del movimiento político real de la clase obrera"; debes "conservar los elementos realistas de la concepción marxista del mundo" (si, por desgracia, ya te has contagiado de las "fórmulas severas" de este catecismo "no científico").
Nuestra revolución es una revolución de todo el pueblo, dice la socialdemocracia al proletariado. Por eso, tú debes, como la clase más avanzada y como la única clase revolucionaria hasta el fin, aspirar no sólo a participar de la manera más enérgica, sino a desempeñar en ella un papel dirigente. Por eso, tú no debes encerrarte en el marco de la lucha de clases estrechamente concebido, sobre todo en el sentido del movimiento sindical, sino, por el contrario, aspirar a ampliar el marco y el contenido de tu lucha de clase, hasta abarcar en este marco no sólo todas las tareas de la actual revolución democrática popular rusa, sino también las tareas de la futura revolución socialista. Por eso, sin desconocer el movimiento sindical, sin renunciar a utilizar el más pequeño resquicio de legalidad, tú debes, en la época de la revolución, llevar a primer plano las tareas de la insurrección armada, de la formación de un ejército revolucionario y de un gobierno revolucionario, como únicos caminos hacia la victoria completa del pueblo sobre el zarismo, hacia la conquista de la república democrática y de la verdadera libertad política.
Sería superfluo decir qué actitud equívoca, inconsecuente, y, naturalmente, simpática a la burguesía, han adoptado en esta cuestión las resoluciones neoiskristas, gracias a su "línea" errónea.
Pasemos a los artículos de Martínov en los números 102 y 103 de Iskra. De suyo se entiende que no contestaremos a los intentos de Martínov de demostrar la falsedad de nuestra interpretación de una serie de citas de Engels y Marx y la justeza de la suya. Estas tentativas son tan poco serias, los subterfugios de Martínov son tan evidentes, la cuestión es tan clara, que no sería interesante detenerse en ellos una vez más Cualquier lector que piense, discernirá fácilmente los ardides ingenuos de Martínov en su retirada en toda la línea, sobre todo cuando sean publicadas las traducciones completas de los folletos Los bakuninistas en acción de Engels y Llamamiento del Consejo de la Liga de los Comunistas -- marzo de 1850 -- de Marx [2], preparados por un grupo de colaboradores de Proletari. Bastará una sola cita del artículo de Martínov para hacer evidente al lector su retirada.
Iskra "reconoce -- dice Martínov en el núm. 103 -- la formación de un gobierno provisional, como uno de los caminos posibles y convenientes para el desarrollo de la revolución, y niega la conveniencia de la participación de los socialdemócratas en un gobierno provisional burgués, precisamente en interés de la plena conquista ulterior de la máquina del Estado para la revolución socialista". Dicho en otras palabras: Iskra ha reconocido ahora la absurdidad de todos los temores que le inspiraban la responsabilidad del gobierno revolucionario por el Tesoro y los Bancos, el peligro y la imposibilidad de tomar en sus manos las "cárceles", etc. Pero Iskra continúa embrollando las cosas, como antes, al confundir la dictadura democrática y la dictadura socialista. Confusión inevitable para cubrir la retirada.
Pero entre los confusionistas de la nueva Iskra, Martínov se destaca como confusionista de primera clase, como un confusionista de talento, si se puede permitir la expresión. Embrollando la cuestión en sus esfuerzos por "profundizarla", llega casi siempre a "forjarse" nuevas formulaciones, que revelan maravillosamente toda la falsedad de la posición ocupada por él. Recordad cómo en la época del economismo, él "profundizaba" a Plejánov y creaba con inspiración la fórmula "lucha económica contra los patronos y el gobierno". Sería difícil encontrar en toda la literatura de los economistas una expresión más feliz de toda la falsedad de esta tendencia. Y lo mismo es hoy. Martínov sirve con tesón a la nueva Iskra y casi siempre que toma la palabra nos da un nuevo y excelente material para apreciar la falsa posición neoiskrista. En el núm. 102 dice que Lenin "ha sustituido de una manera imperceptible los conceptos revolución y dictadura" (pág. 3, col. 2).
A esta acusación se reducen, en esencia, todas las acusaciones de los neoiskristas contra nosotros. ¡Cuán agradecido le estamos a Martínov por esta acusación! ¡Qué servicio inapreciable nos presta en la causa de la lucha contra el neoiskrismo, formulando la acusación de esa manera! Decididamente, vamos a tener que pedir a la redacción de Iskra que lance más a menudo a Martínov contra nosotros, encargándole "ahondar" los ataques a Proletari y formularlos "desde el punto de vista de los puros principios". Pues cuanto más se esfuerza Martínov por fundamentar sus argumentos en los principios, peor lo hace y más palpablemente demuestra las fallas del neoiskrismo, con más éxito realiza sobre sí mismo y sobre sus amigos la útil operación pedagógica de reductio ad absurdum (de la reducción al absurdo de los principios de la nueva Iskra ).
Vperiod y Proletari "sustituyen" el concepto de revolución por el de dictadura. A Iskra no le gusta esta "sustitución". ¡Precisamente es eso, honorabilísimo camarada Martínov! Usted ha dicho, sin habérselo propuesto, una gran verdad. Usted ha confirmado con una nueva formulación nuestra afirmación de que Iskra va a la cola de la revolución, se desvía hacia una formulación de las tareas de la revolución a lo Osvobozhdenie, mientras que Vperiod y Proletari dan consignas que llevan adelante la revolución democrática.
¿Usted no comprende esto, camarada Martínov? En vista de la importancia de la cuestión, nos esforzaremos en darle una explicación detallada.
El carácter burgués de la revolución democrática se refleja, entre otras cosas, en el hecho de que toda una serie de clases sociales, grupos y capas, que se mantienen por completo sobre la base del reconocimiento de la propiedad privada y de la economía mercantil, incapaces de salir de estos marcos, llegan, por la fuerza de las cosas, a reconocer que la autocracia y todo el régimen feudal en general son inservibles, y se ad hieren a la reclamación de la libertad. Cabe señalar que el carácter burgués de esta libertad, exigida por la "sociedad", defendida por un torrente de palabras (¡solamente de palabras!) de los terratenientes y capitalistas, aparece cada vez más claro. Juntamente con esto, resulta cada vez más evidente la diferencia radical entre la lucha obrera por la libertad y la lucha burguesa, la diferencia entre el democratismo proletario y el democratismo liberal. La clase obrera y sus representantes conscientes van hacia adelante e impulsan hacia adelante esta lucha, no sólo sin temor a llevarla hasta el fin, sino tratando de ir mucho más allá de los límites más extremos de la revolución democrática. La burguesía es inconsecuente y egoísta, no aceptando las consignas de libertad más que de un modo incompleto e hipócrita. Todo intento de determinar con una línea especial, con "puntos" elaborados especialmente (como los puntos de la resolución de Starovier o de la de los conferencistas), los límites tras de los cuales comienza esta hipocresía de los amigos burgueses de la libertad, o, si se quiere, esta traición a la libertad por sus amigos burgueses, está infaliblemente condenado al fracaso, pues la burguesía, colocada entre dos fuegos (la autocracia y el proletariado), es capaz, por mil caminos y medios, de cambiar su posición y sus consignas, adaptándose un poco a la derecha y otro poco a la izquierda, traficando y recurriendo a malas tretas permanentemente. La tarea del democratismo proletario consiste, no en inventar estos "puntos" muertos, sino en una crítica incansable de la situación política en vía de desarrollo, en desenmascarar las inconsecuencias y las traiciones de la burguesía, siempre nuevas e imposibles de prever de antemano.
Recordad la historia de las manifestaciones políticas del señor Struve en la literatura ilegal, la historia de la guerra de la socialdemocracia contra él, y veréis con toda evidencia cómo la socialdemocracia, campeón del democratísmo proletario, cumplía estas tareas. El señor Struve comenzó por formular una consigna, puramente a lo Shípov: "derechos y zemstvos investidos de poder" (ved mi artículo en Sariá [La Aurora ]: "Los perseguidores de los zemstvos y los Aníbales del liberalismo" [[b]]). La socialdemocracia lo desenmascaraba y lo empujaba hacia un programa netamente constituciona lista. Cuando estos "empujones" surtieron efecto, gracias a la .marcha particularmente rápida de los acontecimientos revolucionarios, la lucha se orientó hacia la siguiente cuestión del democratismo: no sólo una Constitución en general, sino sin faita sufragio universal igual, directo y secreto. Cuando "ocupamos" al "adversario" esta nueva posición (la aprobación del sufragio universal por la Unión de Emancipación), seguimos presionando, demostrando la hipocresía y la falsedad del sistema de dos cámaras, que el reconocimiento del sufragio universal por los elementos de Osvobozhdenie era incompleto, señalando en su monarquismo el carácter mercantilista de su democratismo, o, dicho en otras palabras, el comercio con pérdidas ejercido con los intereses de la gran revolución rusa por los elementos de Osvobozhdenie, estos héroes de la bolsa de oro.
En fin, la salvaje terquedad de la autocracia, los progresos gigantescos de la guerra civil, la situación sin salida a que habían llevado a Rusia los monárquicos, empezaron a accionar hasta sobre los cerebros más rutinarios. La revolución se convertía en un hecho. Para reconocer la revolución no hacía falta ya ser un revolucionario. El gobierno autocrático se descomponía de hecho y sigue descomponiéndose a la vista de todos. Como ha señalado con razón un liberal (el señor Gredeskul) en la prensa legal, se ha creado de hecho un estado de insubordinación frente al gobierno existente. A pesar de toda su aparente fortaleza, la autocracia ha resultado ser impotente, los acontecimientos de la revolución en desarrollo han empezado simplemente a apartar a un lado este organismo parasitario que se descompone en vida. Obligados a basar su actividad (o, más exactamente, sus trapicheos políticos) sobre determinadas relaciones que se están estableciendo de hecho, los burgueses liberales han empezado a llegar a la necesidad de reconocer la revolución. Hacen esto, no porque sean revolucionarios, sino a pesar de que no son revolucionarios. Lo hacen por necesidad y contra su voluntad, viendo con cólera los éxitos de la revolución, acusando de revolucionsrismo a la autocracia, que no quiere transacciones, sino la lucha a vida o muerte. Negociantes por naturaleza, odian la lucha y la revolución, pero las circunstancias les obligan a colocarse en el terreno de la revolución, puesto que no hay otro terreno bajo sus pies.
Nosotros asistimos a un espectáculo altamente edificante y altamente cómico. Las prostitutas del liberalismo burgués intentan cubrirse con la toga del revolucionarismo. ¡Los elementos de Osvobozhdenie -- risum teneatis, amicil[c] -- ¡los elementos de Osvobozhdenie empiezan a hablar en nombre de la revolución! ¡¡¡ Los elementos de Osvobozhdenie empiezan a asegurar que ellos "no temen la revolución" (el señor Struve, en el número 72 de Osvobozhdenie )!!! ¡¡¡Los elementos de Osvobozhdenie expresan la pretensión de "ponerse a la cabeza de la revolución"!!!
Este es un fenómeno extraordinariamente significativo, que caracteriza no sólo el progreso del liberalismo burgués, sino, aún más, el progreso de los éxitos reales del movimiento revolucionario, que obliga a que lo reconozcan. Hasta la burguesía comienza a sentir que es más conveniente colocarse en el terreno de la revolución -- hasta tal punto se tambalea la autocracia --. Pero, de otra parte, este fenómeno, que testimonia el ascenso de todo el movimiento a una fase nueva, superior, plantea ante nosotros tareas también nuevas, también de orden superior. El reconocimiento de la revolución por la burguesía no puede ser sincero, independientemente de la honestidad personal de este o del otro ideólogo de la burguesía. La burguesía no puede dejar de aportar también a esta fase superior del movimiento su egoísmo y su inconsecuencia, su mercantilismo y sus mezquinas estratagemas reaccionarias. Nosotros debemos ahora formular de otra manera las tareas concretas inmediatas de la revolución en nombre de nuestro programa y para el desarrollo de nuestro programa. Lo que ayer era bastante, hoy es insuficiente. Es posible que ayer fuera bastante, como consigna democrática de vanguardia, exigir el reconocimiento de la revolución. Ahora, esto es poco. La revolución ha obligado hasta al señor Struve a reconocerla. Ahora, de la clase de vanguardia se exige determinar exactamente el contenido mismo de las tareas inmediatas e imperiosas de esta revolución. Los señores Struve, al reconocer la revolución, enseñan una vez más la punta de sus orejas de burro, entonando de nuevo la vieja cantinela de la posibilidad de un desenlace padfico, de que Nicolás llame al Poder a los señores de Osvobozhdenie, etc., etc. Los señores de Osvobozhdenie reconocen la revolución con el fin de escamotearla, de traicionarla con menos riesgo. Nos incumbe ahora indicar al proletariado y al pueblo entero la insuficiencia de la consigna "revolución", mostrar la necesidad de una definición clara y sin equívocos, consecuente y decidida del contenido mismo de la revolución. Y esta definición constituye la única consigria capaz de expresar justamente la "victoria decisiva" de la revolución, la consigna: dictadura revolucionaria democrática del proletariado y de los campesinos [3].
El abuso de las palabras es el fenómeno más corriente en política. Por ejemplo, en más de una ocasión se llamaron "socialistas" los partidarios del liberalismo burgués inglés ("ahora todos somos socialistas" -- "We all are socialists now" --, dijo Harcourt), los partidarios de Bismarck y los amigos del Papa León XIII. La palabra "revolución" también sirve perfectamente para que se abuse de ella y en determinada fase del desarrollo del movimiento ese abuso es inevitable. Cuando el señor Struve se puso a hablar en nombre de la revolución nos acudió a la memoria Thiers. Pocos días antes de la revolución de febrero, aquel enano monstruoso, intérprete ideal de la venalidad política de la burguesía, barruntaba la cercanía de la tempestad popular. Y declaró desde la tribuna parlamentaria que él ¡pertenecía al partido de la revolución! (Véase La guerra civil en Francie, de Marx [4]) La significación política del paso de Osvobozhdenie al partido de la revolución es absolutamente idéntica a este "paso" de Thiers. Cuando los Thiers rusos se ponen a hablar de su pertenencia al partido de la revolución eso quiere decir que la consigna de revolución se ha hecho insuficiente, que no dice nada, que no fija ninguna tarea, pues la revolución es un hecho y acuden a su lado los elementos más heterogéneos.
En efecto, ¿qué es la revolución desde el punto de vista del marxismo? La ruptura violenta de la superestructura política anticuada, cuyo antagonismo con las nuevas relaciones de producción ha provocado en determinado momento su hundimiento. El antagonismo entre la autocracia y todo el régimen de la Rusia capitalista, y todas las demandas de su desarrollo democrático-burgués, provoca ahora un hundimiento tanto más fuerte cuanto más tiempo se vaya manteniendo artificiosamente ese antagonismo. La superestructura se desgarra por todas sus costuras, cede a la presión, se debilita. El pueblo se ve en la precisión de crear él mismo, por medio de los representantes de las más distintas clases y grupos, una nueva superestructura. En un momento determinado del desarrollo, la inutilidad de la vieja superestructura se hace evidente para todos. Todos reconocen la revolución. La tarea consiste ahora en determinar qué dases precisamente y cómo precisamente deben construir la nueva superestructura. ¡Sin esa definición, la consigna de revolución en el momento presente es una consigna vacía y sin sentido, pues la debilidad de la autocracia hace "revolucionarios" incluso a los príncipes y a Moskovskie Védomost [5]! Sin esa definición no se puede ni hablar de las tareas democráticas avanzadas de la clase de vanguardia. Y esa definición es concretamente la consigna de dictadura democrática del proletariado y de los campesinos. Esta consigna define, tanto a las clases en las cuales pueden y deben apoyarse los nuevos "constructores" de la nueva superestructura como su carácter (dictadura "democrática" a diferencia de la socialista) y el método de construir (dictadura, esto es, aplastamiento por la violencia de la resistencia violenta, armamento de las clases revolucionarias del pueblo), Quien no reconozca ahora esta consigna de dictadura democrática revolucionaria, la consigna de ejército revolucionario, de gobierno revolucionario, de comités campesinos revolucionarios, no comprende en absoluto las tareas de la revolución, no sabe determinar sus nuevas y supremas tareas planteadas por el momento actual, o bien engaña al pueblo, traiciona la revolución, abusa de la consigna de "revolución".
El primer caso es el del camarada Martínov y sus amigos. El segundo caso es el del señor Struve y todo el partido "demócrata constitucionalista" de los zemstvos.
¡El camarada Martínov ha sido tan sagaz e ingenioso que ha lanzado la acusación de que "se sustituyen" los conceptos revolución y dictadura precisamente cuando el desarrollo de la revolución exige que se definan sus tareas con la consigna de dictadura! En realidad, el camarada Martínov ha tenido otra vez la desgracia de quedarse a la cola, de atascarse en el penúltimo peldaño, de situarse al nivel de la tendencia de Osvobozhdenie, pues el reconocimiento (de palabra) de la "revolución" y la negativa a reconocer la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos (es decir, la revolución en la práctica) concuerdan ahora precisamente con la posición política de Osvobozhdenie, esto es, con los intereses de la burguesía monárquica liberal. La burguesía liberal dicf ahora, por boca del señor Struve, que está por la revolución. El proletariado consciente exige, por boca de los socialdemócratas revolucionarios, la dictadura del proletariado y de los campesinos. Y aquí tercia en la polémica el sabihondo de la nueva Iskra gritando: ¡no oséis "sustituir" los conceptos revolución y dictadura! Pues bien, ¿acaso no es verdad que la falsedad de la posición de los neoiskristas les condena a arrastrarse constantemente a la cola de la tendencia de Osvobozhdenie?
Hemos demostrado que los elementos de Osvobozhdenie suben uno a uno (no sin la ínfluencia de los empujones estimulantes de la socialdemocracia) los escalones que conducen hacia el reconocimiento del democratismo. Al principio, la cuestión objeto de nuestra discusión con ellos era: ¿táctica a lo Shípov (derechos y zemstvos investidos de Poder) o constitucionalismo? Después: ¿sufragio restringido o sufragio universal? Después: ¿reconocimiento de la revolución o componenda mercantil con la autocracia? Por fin, ahora: ¿reconocimiento de la revolución sin dictadura del proletariado y de los campesinos o reconocimiento de la reivindicación de la dictadura de estas clases en la revolución democrática? Es posible y probable que también los elementos de Osvobozhdenie (estos de ahora o sus sucesores en el ala izquierda de la burguesía democrática, es igual) asciendan un escalón más, es decir, admitan también con el tiempo (tal vez cuando el camarada Martínov suba otro escalón) la consigna de la dictadura. Y esto será incluso inevitable si la revolución rusa marcha adelante con éxito y llega hasta la victoria decisiva. ¿Cuál será entonces la posición de la socialdemocracia? La victoria completa de la revolución actual será el fin de la revolución democrática y el comienzo de la lucha decisiva por la revolución socialista. La satisfacción de las reivindicaciones de los campesinos de nuestros días, el aplastamiento completo de la reacción, la conquista de la república democrática marcarán el fin completo del revolucionismo de la burguesía e incluso de la pequeña burguesía, saá el comienzo de la verdadera lucha del proletariado por el socialismo. Cuanto más completa sea la revolución democrática, tanto más rápida y ampliamente, más neta y resueltamente se desplegará esta nueva lucha. La consigna de dictadura "democrática" expresa precisamente el carácter histórico limitado de la actual revolución y la necesidad de una nueva lucha sobre la base de un nuevo orden de cosas, por la liberación total de la clase obrera de todo yugo y de toda explotación. Dicho de otra manera, cuando la burguesía democrática o la pequeña burguesía ascienda un escalón más, cuando sea un hecho no sólo la revolución, sino la victoria completa de la revolución, entonces "sustituiremos" (quizá en medio de los gritos de horror de los futuros nuevos Martínov) la consigna de la dictadura democrática por la consigna de la dictadura socialista del proletariado, es decir, de la revolución socialista completa.
Mehring [6] relata en las notas dedicadas a la edición -- publicada por él -- de los artículos de Marx insertados en la Nueva Gaceta del Rin en 1848, que la literatura burguesa hacía a dicho periódico el reproche de que la Nueva Gaceta del Rin exigía, al parecer, "la instauración inmediata de la dictadura como único medio de realización de la democracia" (Marx, Nachlass, t. III, pág. 53). Desde el vulgar punto de vista burgués, el concepto dictadura y el concepto democracia se excluyen el uno al otro. No comprendiendo la teoría de la lucha de clases, acostumbrado a ver en la arena política únicamente los pequeños enredos de los diversos círculos y circulillos de la burguesía, el burgués entiende por dictadura la anulación de todas las libertades y garantías democráticas, entiende por dictadura toda arbitrariedad, todo abuso de poder en interés personal del dictador. En el fondo, precisamente este vulgar punto de vista burgués se trasluce también en nuestro Martínov, que, como conclusión de su "nueva campaña" en la nueva Iskra, explica el apasionamiento de Vperiod y de Proletari por la consigna de la dictadura diciendo que Lenin "desea apasionadamente probar suerte" (Iskra, núm. 103, pág. 3, col. 2). Para aclarar a Martínov el concepto de dictadura de clase, a diferencia de la dictadura de un individuo, y la diferencia entre las tareas de la dictadura democrática y la dictadura socialista, no será inútil el que nos detengamos a examinar las ideas de la Nueva Gaceta del Rin.
"Toda estructura provisional del Estado -- escribía la Nueva Gaceta del Rin el 14 de septiembre de 1848 -- después de la revolución, exige una dictadura, y una dictadura enérgica. Nosotros hemos reprochado desde el principio a Kamphausen (Presidente del Consejo de Ministros después del 18 de marzo de 1848) el no haber obrado dictatorialmente, el no haber destruido y eliminado en seguida los restos de las viejas instituciones. Y mientras el señor Kamphausen se entregaba a sus ilusiones constitucionales, el partido vencido (es decir, el partido de la reacción) consolidaba sus posiciones en la burocracia y en el ejército y hasta comenzaba a atreverse en distintos lugares a la lucha abierta" [7].
En estas palabras -- dice con razón Mehring -- esta re sumida en unas cuantas tesis la idea expuesta detalladamente, en largos artículos de la Nueva Gaceta del Rin, sobre el ministerio Kamphausen. ¿Y qué nos dicen estas palabras de Marx? Nos dicen que el gobierno provisional revolucionario debe actuar dictatorialmente (tesis que Iskra no ha podido comprender de ninguna manera en su temor a la consigna de la dictadura); que es una tarea de esta dictadura la destrucción de los restos de las viejas instituciones (que es precisamente lo que se indica con claridad en las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia sobre la lucha frente a la contrarrevolución, y que se omite en las resoluciones de la Conferencia, como hemos señalado más arriba). Por último, en tercer lugar, de estas palabras se desprende que Marx fustigaba a los demócratas burgueses por sus "ilusiones constitucionales" en una época de revolución y de franca guerra civil. El sentido de estas palabras es particularmente claro en el artículo de la Nueva Gaceta del Rin del 6 de junio de 1848. "La Asamblea Constituyente Popular -- escribía Marx -- debe ser, ante todo, una asamblea activa, revolucionariamente activa. Pero la Asamblea de Francfort se entrega a ejercicios escolares sobre el parlamentarismo y deja hacer al gobierno. Admitamos que este sabio concilio llegue, tras de madura reflexión, a elaborar el mejor orden del día y la mejor de las constituciones. ¿Para qué servirá el mejor orden del día y la mejor de las constituciones si, mientras tanto, los gobiernos alemanes han colocado ya las bayonetas a la orden del día?" [8]
He aquí el sentido de la consigna de la dictadura. De ello se desprende cuál sería la actitud de Marx ante unas resoluciones que a la "decisión de organizar la Asamblea Constituyente" le llaman victoria decisiva o que invitan ¡"a continuar siendo el partido de extrema oposición revolucionaria"!
Los grandes problemas en la vida de los pueblos se resuelven solamente por la fuerza. Las propias clases reaccionarias son generalmente las primeras en recurrir a la violencia, a la guerra civil, "colocan las bayonetas a la orden del día", como lo ha hecho la autocracia rusa y continúa haciéndolo, sistemática y constantemente por todas partes, a partir del g de enero. Y una vez creada esta situación, una vez que las bayonetas encabezan realmente el orden del día político, una vez que la insurrección se ha revelado como imprescindible e inaplazable, las ilusiones constitucionales y los ejercicios escolares sobre el parlamentarismo no sirven más que para encubrir la traición de la burguesía a la revolución, para encubrir el hecho de que la burguesía "da la espalda" a la revolución. La clase verdaderamente revolucionaria debe en este caso lanzar la consigna de la dictadura.
Respecto a las tareas de la dictadura, Marx escríbía ya en la Nueva Gaceta del Rin : "La Asamblea Nacional debía haber actuado dictatorialmente contra las intentonas reaccionarias de los gobiernos caducos, y hubiera adquirido tal fuerza en la opinión popular que, contra ella, todas las bayonetas se habrían roto. . . Y esta Asamblea fatiga al pueblo alemán con discursos aburridos, en lugar de atraerlo o de ser atraída por él" [9]. La Asamblea Nacional debía, según la opinión de Marx, "haber eliminado del orden real existente en Alemania cuanto se opusiera al principio de la soberanía del pueblo"; después "consolidar la base revolucionaria sobre la cual se hallaba y asegurar, contra todos los ataques, la soberanía del pueblo conquistada por la revolución" [10].
Así, pues, las tareas que Marx asignaba en 1848 al gobierno revolucionario o a la dictadura se reducían ante todo, por su contenido, a la revolución democrática : defensa frente a la contrarrevolución, y eliminación efectiva de todo aquello que estuviera en pugna con la soberanía del pueblo. Esto no es otra cosa que la dictadura revolucionario-democrática.
Veamos ahora qué clases podían y debían, a juicio de Marx, realizar esta tarea (aplicar en la práctica hasta el fin el principio de la soberanía del pueblo y rechazar los ataques de la contrarrevolución). Marx habla del "pueblo". Pero nosotros sabemos que él luchó siempre sin piedad contra la ilusión pequeñoburguesa de la unidad del "pueblo", de la ausencia de lucha de clases en el seno del pueblo. Al emplear la palabra "pueblo", Marx no ocultaba bajo esta palabra la diferencia de clases, sino que unificaba determinados elementos capaces de llevar la revolución hasta su término.
Después del triunfo del proletariado de Berlín, el 18 de marzo -- escribía la Nueva Gaceta del Rin --, los resultados de la revolución son de dos clases: "Por una parte, el armamento del pueblo, el derecho de asociación, la soberanía del pueblo, conquistada de hecho; por otra parte, el manteni miento de la monarquía y el ministerio Kamphausen-Hansemann, es decir, un gobierno de representantes de la gran burguesía. De esta manera, la revolución ha tenido dos resultados distintos que debían, inevitablemente, producir la ruptura. El pueblo ha vencido; ha conquistado libertades de carácter decididamente democrático, pero el Poder inmediato no ha pasado a sus manos, sino a manos de la gran burguesía. En una palabra, la revolución no ha sido llevada hasta el fin. El pueblo ha permitido a los representantes de la gran burguesía crear un ministerio, y estos representantes de la gran burguesía han demostrado inmediatamente sus aspiraciones, proponiendo una alianza a la vieja nobleza prusiana y a la burocracia. Arnim, Kanitz y Schwerin han entrado en el ministerio.
La gran burguesía, antirrevolucionaria desde el comienzo mismo, ha concertado urza alianza defensiva y ofensiva con la reacción por miedo al pueblo, es decir, a los obreros y a la burguesía democrática " (Subrayado por nosotros) [11].
Así que no sólo la "decisión de organizar la Asamblea Constituyente" no basta aún para el triunfo decisivo de la revolución, sino que ¡la propia convocatoria es insuficiente! Incluso después del triunfo parcial en la lucha armada (triunfo de los obreros berlineses sobre las tropas, el 18 de marzo de 1848), es posible una revolución "inacabada", "no llevada hasta el fin". ¿De qué depende, pues, el llevar la revolución hasta el fin? Depende de las manos a las que pase el Poder inmediato: de que pase a los Petrunkévich y a los Rodíchev, es decir, a los Kamphausen y Hansemann o a manos del pueblo, es decir, de los obreros y de la burguesía democrática. En el primero de los casos, la burguesía tendrá el Poder y el proletariado la "libertad de crítica", libertad para "continuar siendo el partido de extrema oposición revolucionaria". La burguesía, inmediatamente después del triunfo, concertará una alianza con la reacción (esto también ocurriría inevitablemente en Rusia si los obreros petersburgueses, por ejemplo, consiguieran un triunfo, aunque sólo fuese parcial, en combate de calle contra las tropas y dejaran formar gobierno a los señores Petrunkévich y Cía.). En el segundo de los casos, sería posible la dictadura revolucionario-democrática, es decir, el triunfo completo de la revolución.
Queda por determinar con mayor exactitud qué es, precisamente, lo que entendía Marx por "burguesía democrática" (demokratische Bürgerschaft ), a la cual, junto con los obreros, él llamaba pueblo, en contraposición a la gran burguesía.
El siguiente pasaje de un artículo de la Nueva Gaceta del Rin, publicado el 29 de julio de 1848, da una respuesta clara: ". . . La revolución alemana de 1848 no es sino una parodia de la revolución francesa de 1789.
El 4 de agosto de 1789, tres semanas después de la toma de la Bastilla, el pueblo francés, en un solo día, venció todas las cargas tributarias feudales.
El 11 de julio de 1848, cuatro meses después de las barricadas de marzo, las cargas tributarias feudales vencieron al pueblo alemán. Teste Gierke cum Hansemanno [d].
La burguesía francesa de 1789 no abandonó ni un minuto a sus aliados, los campesinos. Ella sabía que su dominación se basaba en la liquidación del feudalismo en el campo, en la creación de una clase de campesinos propietarios libres (grundbesitzenden ).
La burguesía alemana de 1848 traiciona sin ningún escrúpulo a los campesinos, sus aliados más naturales, que representan la carne de su carne y sin los cuales es impotente contra la nobleza.
El mantenimiento de los derechos feudales, sancionado bajo la apariencia (ilusoria) del rescate: he aquí el resultado de la revolución alemana de 1848. La montaña ha parido un ratón" [12].
Es éste un pasaje muy aleccionador, que nos ofrece cuatro tesis importantes: 1) La revolución alemana no acabada se diferencia de la francesa, llevada a su fin, en que la burguesía traicionó, no sólo al democratismo en general, sino a los campesinos en particular. 2) La base de la realización completa de la revolución democrática es la creación de una clase de campesinos libres. 3) La creación de una clase tal es la destrucción de las cargas tributarias feudales, la liquidación del feudalismo, pero no es todavía, de ninguna manera, la revolución socialista. 4) Los campesinos son los aliados "más naturales" de la burguesía, precisamente de la burguesía democrática, sin los cuales esta última es "impotente" frente a la reacción.
Todas estas tesis, modificadas de acuerdo con las particularidades nacionales concretas, poniendo en lugar de feudalismo, régimen de servidumbre, pueden ser también aplicadas, en su totalidad, a la Rusia de 1905. No cabe duda de que, deduciendo las enseñanzas de la experiencia de Alemania, explicada por Marx, no podemos llegar a otra consigna, para el triunfo decisivo de la revolución, que a la siguiente: dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Es indudable que el proletariado y los campesinos son las principales partes integrantes de ese "pueblo" que Marx contraponía en 1848 a la reacción que resistía y a la burguesía que traicionaba. Es indudable que también en Rusia la burguesía liberal y los señores de Osvobozhdenie traicionan y traicionarán a los campesinos, o sea, saldrán del paso con una pseudo-reforma y se colocarán al lado de los terratenientes en la lucha decisiva entre éstos y los campesinos. Unicamente el proletariado es capaz de apoyar a los campesinos, hasta el final, en esta lucha. Es indudable, por último, que también en Rusia el éxito de la lucha campesina, es decir, el paso de todas las tierras a poder de los campesinos, significará una revolución democrática completa, siendo la base social de la revolución llevada hasta el fin, pero no equivaldrá de ninguna manera a una revolución socialista ni a la "socialización" de que hablan los ideólogos de la pequeña burguesía, los socialrevolucionarios. El éxito de la insurrección campesina, la victoria de la revolución democrática, no hará sino desbrozar el camino para una lucha decidida y verdadera por el socialismo, sobre la base de la república democrática. Los campesinos, como clase poseedora de tierras, desempeñarán en esta lucha el mismo papel de traición, de inconsecuencia, que ahora desempeña la burguesía en la lucha por la democracia. Olvidar esto es olvidar el socialismo, engañarse a sí mismo y a los demás respecto a los verdaderos intereses y tareas del proletariado.
Para no dejar ninguna laguna en la exposición de las ideas de Marx en 1848, es necesario destacar una diferencia esencial entre la socialdemocracia alemana de entonces (o Partido Comunista del proletariado, hablando con el lenguaje de entonces) y la actual socialdemocracia rusa. Concedamos la palabra a Mehring:
"La Nueva Gaceta del Rin apareció en la arena política como 'órgano de la democracia'. No es posible dejar de ver el hilo que engarza todos sus artículos. Pero, de modo directo, defendía más los intereses de la revolución burguesa frente al absolutismo y el feudalismo que los intereses del proletariado frente a los de la burguesía. Pocos materiales encontraréis en sus columnas sobre el movimiento espedfico obrero durante la revolución, aunque no se debe olvidar que, al mismo tiempo, se publicaba dos veces por semana, bajo la redacción de Moll y Schapper, el órgano especial de la Unión Obrera de Colonia [13]. De todos modos el escaso interés que la Nueva Gaceta del Rin dedicaba al movimiento obrero alemán de entonces, salta a la vista del lector contemporáneo, a pesar de que su militante más capaz, Stephan Born, había sido discípulo de Marx y de Engels en París y Bruselas y, en 1848, corresponsal de su periódico en Berlín. Born cuenta en sus 'Memorias' que Marx y Engels nunca le dijeron una sola palabra de desaprobación por su agitación obrera. Pero las declaraciones posteriores de Engels permiten suponer que ellos estaban descontentos, por lo menos con los métodos de esta agitación. Este descontento era fundado, por cuanto Born se veía obligado a hacer muchas concesiones a la conciencia de clase del proletariado, conciencia incipiente aún en la mayor parte de Alemania, concesiones que no resistían a la crítica desde el punto de vista del 'Manifiesto Comunista'. Su descontento no era fundado, por cuanto, a pesar de todo, Born supo mantener la agitación, dirigida por él, a un nivel relativamente alto. . . Sin duda alguna, Marx y Engels tenían razón histórica y políticamente, cuando veían el interés fundamental de la clase obrera, ante todo, en la mayor impulsión posible de la revolución burguesa. . . Sin embargo, una prueba notable de cómo el instinto elemental del movimiento obrero sabe corregir las concepciones de los pensadores más geniales, es el hecho de que éstos se pronunciaran, en abril de 1849, por una organización específicamente obrera y decidieran participar en el Congreso obrero, preparado principalmente por el proletariado del este del Elba (Prusia Oriental)".
De modo que ¡sólo en abril de 1849, casi un año después de la aparición del periódico revolucionario (la Nueva Gaceta del Rin empezó a salir el 1. de junio de 1848), Marx y Engels se pronunciaron por una organización obrera independiente! ¡Hasta entonces, dirigían simplemente un "órgano de la democracia" no ligado por ningún lazo orgánico a un partido obrero independiente! Este hecho monstruoso y hasta increíble desde nuestro punto de vista actual, nos demuestra claramente qué diferencia tan enorme hay entre la socialdemocracia alemana de entonces y el actual Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Este hecho nos muestra cuánto más débiles eran los rasgos proletarios del movimiento, su corriente proletaria, en la revolución democrática alemana (debido al atraso de Alemania en 1848, tanto en el sentido económico como en el político, a su fraccionamiento estatal). Esto no se debe olvidar al apreciar las numerosas declaraciones de Marx, de esta y otra época un poco posterior, sobre la necesidad de la organización independiente del Partido del proletariado. Marx, al cabo de casi un año, únicamente de la experiencia de la revolución democrática, prácticamente sacó esta conclusión: hasta tal punto era entonces filisteo, pequeñoburgués todo el ambiente en Alemania. Para nosotros, esta conclusión es ya una adquisición vieja y sólida de la experiencia de medio siglo de la socialdemocracia internacional, adquisición con la cual hemos comenzado la organización del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Entre nosotros, por ejemplo, no puede darse el caso de que los periódicos revolucionarios del proletariado estén al margen del Partido socialdemócrata del proletariado o de que actúen ni un solo minuto como simples "órganos de la democracia".
Pero el contraste, que no hacia más que insinuarse, entre Marx y Stephan Born, existe en nuestro país, tanto más desarrollado, cuanto más potente es la corriente proletaria en el torrente democrático de nuestra revolución. Refiriéndose al probable descontento de Marx y Engels por la agitación de Stephan Born, Mehring se expresa de una forma demasiado suave y evasiva. He aquí lo que escribia Engels sobre Born en 1885 (prólogo a Enthüllungen uber den Kommunistenprocess zu Köln [Revelaciones sobre el proceso de los comunistas de Colonia ], Zurich, 1885):
Los miembros de la Liga de los Comunistas [14] estaban en todas partes a la cabeza del movimiento democrático más extremo, demostrando con esto que la Liga era una excelente escuela de actividad revolucionaria. "El tipógrafo Stephan Born, militante activo de la Liga en Bruselas y París, fundó en Berlín una 'Hermandad Obrera' (Arbeiterverbrüderung ), que adquirió considerable extensión y se mantuvo hasta 1850. Born, joven de talento, se apresuró, sin embargo demasiado, a actuar como político. Con tal de reunir gente a su alrededor, 'fraternizaba' con un montón de elementos de los más dispares (Kreti und Plethi ). No era, ni mucho menos, una de esas personas capaccs de introducir la unidad en tendencias contradictorias, la luz en el caos. Por este motivo, en las publicaciones oficiales de su hermandad se confundían y embrollaban habitualmente los puntos de vista del 'Manifiesto Comunista', con reminiscencias y aspiraciones corporativas, con fragmentos de las ideas de Luis Blanc y de Proudhon, con la defensa del proteccionismo, etc.; en una palabra, esta gente queria contentar a todo el mundo (Allen alles sein ). Se ocupaban particularmente de organizar huelgas, sindicatos, cooperativas de producción, olvidando que la tarea consistía ante todo en conquistar, por medio de la victoria política, primeramente el terreno, sobre el cual se podrian realizar, sólida y firmemente, cosas como éstas (subrayado por nosotros). Y cuando el triunfo de la reacción obligó a los lideres de esta hermandad a sentir la necesidad de participar directamente en la lucha revolucionaria, naturalmente, la masa atrasada que estaba agrupada a su alrededor los abandonó. Born tomó parte en la insurrección de Dresde, en mayo de 1849, y se salvó por una feliz casualidad. La hermandad obrera se mantuvo al margen del gran movimiento político del proletariado como una asociación aislada, que, en su mayor parte, existía sólo sobre el papel, representando una fuerza tan secundaria, que la reacción sólo consideró necesario suprimirla en 1850 y sus secciones filiales no fueron disueltas hasta muchos años después. Born, que debia haberse llamado Buttermilch[e], no consiguió ser un hombre político y terminó siendo un pequeño profesor suizo que, en vez de traducir a Marx al idioma corporativo, traduce en un lenguaje alemán dulzón al bonachón de Renán" [15].
¡He aquí cómo apreciaba Engels las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática!
Nuestros neoiskristas tienden también hacia el "economismo" con tal celo y tan fuera de razón que merecen las alabanzas de la burguesía monárquica por su "lucidez". Ellos también reúnen a su alrededor los elementos más dispares, adulando a los "economistas", seduciendo demagógicamente a la masa atrasada con las consignas de "iniciativa", "democratismo", "autonomía", etc., etc. Sus asociaciones obreras existen también, muy a menudo, solamente en las páginas de la nueva Iskra a lo Jlestakov. Sus consignas y resoluciones ponen de manifiesto la misma incomprensión de las tareas del "gran movimiento político del proletariado".
Escrito en junio-julio de 1905
NOTAS DE LENIN:
[a] Cf. -- Prokopóvich, La cuestión obrera en Rusia.
[b] Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
[c] ¡Contened la risa, amigos!
[d] "Testigos: el señor Gierke y el señor Hansemann". Hansemann era el ministro del partido de la gran burguesía (en ruso, Trubetskói o Ródichev, etc.). Gierke, ministro de Agricultura del gabinete Hansemann, elaboró un proyecto, un proyecto "audaz", de una pretendida "abolición sin indemnización de las cargas tributarias feudales" y, de [ cont. en pág. 150. -- DJR ]hecho, abolición de las pequeñas y sin importancia, pero conservación de las cargas tributarias más esenciales o rescate mediante pago. El señor Gierke es algo así como en Rusia los Kablukov, Manuílov, Guertzenstein y otros burgueses liberales por el estilo, amigos del mujik, que quieren una "ampliación de la propiedad territorial campesina", pero no lesionar a los terratenientes.
[e]Al traducir a Engels yo cometí un error en este punto en la primera edición, tomando la palabra "Buttermilch" no como un nombre propio, sino como un apodo. Este error ha proporcionado, naturalmente, gran satisíacción a los mencheviques. Koltzov ha escrito que yo "profundizaba a Engels" (publicado en la recopilación titulada Dos años ), Plejánov, incluso ahora, recuerda este error en Tovarisch [46] ; en una palabra, se ha encontrado un excelente pretexto para ahogar la [ cont. en pág. 156. -- DJR ]cuestión de las dos tendencias en el movimiento obrero del 48 en Alemania: la tendencia de Born (afín a nuestros economistas) y la tendencia marxista. Aprovechar los errores del adversario, aunque sólo sea en lo del nombre de Born, es más que natural. Pero ahogar con enmiendas a la traducción la esencia de la cuestión de las dos tácticas es tanto como rehuir el fondo de la discusión. (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)
NOTAS DE LOS EDITORES:
[1] Los sindicatos de Hirsch y Duncker fueron fundados en 1868 en Alemania por estos dos burgueses liberales que, lo mismo que el economista burgués Brentano, predicaban la "armonía de los intereses de clase", des viaban a los obreros de la lucha de clase revolucionaria contra la burguesía y limitaban las tareas del movimiento sindical al marco de las cajas de ayuda mutua y de las organizaciones culturales y de ilustración.
[2] El artículo de Engels "Los bakuninistas en acción. Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873" fue traducido al ruso bajo la redacción de V. I. Lenin, y publicado por el C.C. del P.O.S.D.R. en folleto aparte, que apareció en Ginebra en 1905. En 1906 el folleto fue reeditado en Petersburgo. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
El "Llamamiento del Comité Central a la Liga de los Comunistas" de marzo de 18so fue publicado en ruso en 1906 como suplemento al folleto de C. Marx Revelaciones sobre d proceso de los comunistas de Colonia, por la editorial Molot de Petersburgo. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VII.)
[3] Todo el texto siguiente hasta las palabras "Hemos demostrado que los elementos de Osvobozhdenie. . . " (véase las págs. 140-142 de la presente edición) fue omitido en la primera edición del presente libro. Este texto se publicó por primera vez en el periódico Pravda núm. 112, del 22 de abril de 1940.
[4] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVII.
[5] Moskovskie Védomosti (Las Noticias de Moscú ), periódico que se publicó desde 1756; a partir de la década del 60 del siglo pasado interpretaba los puntos de vista de los sectores monárquicos más reaccionarios de los terratenientes y el clero; desde 1905 he uno de los principales órganos de la ultra reacción extrema; fue suspendido poco después de la Revolución de Octubre de 1917.
[6] Franz Mehring (1846-1919), líder destacado del ala izquierda de la socialdemocracia alemana, historiador y publicista, fue uno de los organizadores de la unión revolucionaria "Espartaco"; más tarde ingresó en las filas del Partido Comunista de Alemania.
[7] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. V.
[13] El órgano de la Unión Obrera de Colonia se titulaba al principio Zeitung des Arbeiter-Vereins zu Köln (Gaceta de la Unión Obrera de Colonia ), con el subtítulo de "Freiheit, Bruderlichkeit, Arbeit" ("Libertad, Fraternidad, Trabajo"); se publicaba redactado por I. Moll y K. Schapper, miembros de la Liga de los Comunistas. De abril a octubre de 1848 aparecieron 40 números. Más tarde se puso el subtítulo como nombre del periódico, publicándose con ese nombre otros 23 números de octubre de 1848 a junio de 1849.
[14] Liga de los Comunistas, primera organización internacional del proletariado revolucionario, fundada en el verano de 1847 en Londres, en el Congreso de delegados de las organizaciones proletarias revolucionarias. Los organizadores y dirigentes de la Liga de los Comunistas fueron C. Marx y F. Engels, que escribieron por encargo de esta organización el "Manifiesto del Partido Comunista". La Liga de los Comunistas existió hasta 1812. Los líderes más destacados de la Liga de los Comunistas desempeñaron posteriormente el papel dirigente en la I Internacional. Véase el artículo de F. Engels "Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI).
[15] Tovarisch (El Camarada ), diario que apareció en Petersburgo de marzo de 1906 a enero de 1908; formalmente no era órgano de ningún partido, pero de hecho era el órgano de los demócratas constitucionalistas de izquierda. En el periódico también colaboraron los mencheviques. [pág. 155]
[16] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.