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"... debemos buscar que la verdad se abra paso y los hechos queden históricamente registrados tal cual realmente han sido; como a nadie escapa, los episodios vividos son ya parte imborrable de nuestra historia, sirvamos pués, a que a las generaciones futuras lleguen nítidos e imperecederos..."
Presidente Gonzalo
Los prisioneros políticos y prisioneros de guerra de la Luminosa
Trinchera de Combate de Yanamayo con plena, absoluta y conciente
sujeción a la Jefatura del Presidente Gonzalo, reafirmándonos en el
pensamiento Gonzalo nuestra arma ideológica estratégica, específica y
principal, las dos armas estratégicas y decisivas para la IV etapa del
Partido Comunista del Perú, vanguardia organizado del proletariado
peruano, asumimos firme posición por la lucha actual por Solución
Política a los problemas derivados de la guerra interna, centrando en
democratización de la Sociedad Peruana, y la brega por una auténtica
Comisión de la verdad, son necesidad del pueblo, la nación y la
sociedad peruana en su conjunto, cuestiones indesligables que requieren
de una solución global e integral, y son el camino por el que se puede
lograr paz, democracia y desarrollo, en el país.
Asumimos decidida y firme posición porque la verdad se abra paso, los
hechos hablen y queden históricamente registrados tal cual realmente
han sido, y por tanto que el análisis del proceso desenvuelto de guerra
interna en nuestro país en los últimos veinte años, el esclarecimiento
de los diversos hechos ocurridos en ese proceso, el establecimiento de
las lecciones históricas que se deriven, no pueden surgir de falsas
Comisiones, avaladoras del genocidio, unilaterales y burocráticas,
conformadas exclusivamente por funcionarios estatales y personalidades
largamente comprometidas, directa o indirectamente, con la guerra
contrarrevolucionaria, que detrás de sus proclamadas "defensa de la
democracia" y "limpiar la imagen de las fuerzas armadas" actúen
encubriendo o avalando la impunidad del genocidio, y por otro lado
negando participación a las organizaciones levantadas en armas,
principalmente al Partido Comunista del Perú, que son una de las partes
en el conflicto, así como a quienes son directamente afectadas por la
guerra interna, prisioneros y familiares de desaparecidos, victimados,
torturados, etc.
En el presente documento exponemos fundamentos y razones por los que
sólo una Auténtica Comisión de la Verdad con representantes de las dos
partes en conflicto, prisioneros y familiares de desaparecidos,
victimados, torturados, expatriados, etc., puede garantizar que sus
objetivos de esclarecer los hechos y responsabilidades, establecer las
lecciones y plantear las medidas necesarias para resolver las secuelas
de la guerra interna y generar las condiciones para una futura
reconciliación nacional, pueden ser logrados.
1.- La lucha por la Solución Política
a los problemas derivados de la guerra interna. Esta es una
primera y necesaria cuestión a tratar.
El año 1993 el doctor Abimael Guzmán Reinoso, Presidente Gonzalo, y
Elena Iparraguirre Revoredo, camarada Mírian, plantearon la gran
iniciativa política de luchar por un Acuerdo de Paz cuya aplicación
llevase a concluir la guerra que por más de trece años vivía el país, y
la fundamentaron en importantes documentos entregados a los
representantes del Estado peruano.
En las dos cartas dirigidas al entonces Presidente de la República
Ingeniero Fujimori, de 15 de setiembre y 6 de octubre de 1993
respectivamente, se expone concentradamente la situación del país, las
razones por las que se preparó e inició la Guerra Popular, la acción de
los diferentes gobiernos desenvolviendo guerra contrasubversiva y
aplicando línea y política genocida, y la fundamentación de la decisión
histórica de luchar por un Acuerdo de Paz, así como la petición para
celebrar conversaciones con tal propósito.
En junio de 1993, iniciada la histórica Ronda de Conversaciones, el
Doctor Abimael Guzmán Reinoso, Presidente Gonzalo, y Elena
Iparraguirre Revoredo, camarada Míriam, partiendo de la convicción de
que la paz había devenido en necesidad del pueblo, la nación y la
sociedad peruana en su conjunto, plantearon que aunque el gobierno de
Fujimori, en representación del Estado peruano, y el Partido Comunista
del Perú representado por el Presidente Gonzalo y Camarada Míriam, por
otro lado, eran como las dos orillas del río, se tenía un problema
común y cada uno desde su posición concurría para lograr una meta: un
Acuerdo de Paz.
La reafirmación en la necesidad de Solución Política, a través de un
Acuerdo de Paz, y la propuesta de pasos y medidas que se requerían
para ella, fueron representados y expuestos al gobierno de Fujimori en
"Lineamientos para documento de Base", de 6 de julio de 1993, que al
margen del tiempo transcurrido y evidente cambio de circunstancias,
mantiene en buena parte y demuestra gran previsión. Allí se plantea:
que la suscripción de un Acuerdo de Paz, debía significar en su
aplicación el cese de la Guerra Popular, así como la guerra
contrarrevolucionaria, pero, además, libertad de prisioneros y
mejoramiento de las condiciones de prisión; cese de la represión y la
persecución por parte del Estado peruano en contra de los militantes,
combatientes, simpatizantes del Partido Comunista del Perú y contra el
pueblo; corte de juicios, anulación de requisitorias; cese de la
campaña en contra del Partido Comunista del Perú, y en cambio una
campaña en pro de la necesidad de paz, democracia y desarrollo;
favorecer la reincorporación en la vida social cotidiana de quienes
participaban en la Guerra Popular así como la de peruanos que pudiesen
retornar del extranjero; el respeto de los restos mortales de los
héroes del pueblo caídos en los años de guerra, la devolución de los
mismos o informar de su ubicación, igualmente de los desaparecidos, y
el derecho de los familiares y amigos a visitarlos y rendirles
homenaje; la necesidad de ir ajustando la legislación al más estricto
respeto de los derechos fundamentales, tanto de la persona como los
económicos y sociales, y atender las demandas del pueblo por democracia
y desarrollo, fundamentalmente sus demandas básicas; Plan Especial de
Desarrollo para las zonas afectadas por la guerra que beneficiasen
principalmente al campesinado, a las masas pobres de las barriadas y a
los trabajadores, prestando atención sustantiva a los inválidos,
huérfanos y viudas de guerra; ley de amnistía general que sirviese a
la reconciliación nacional, sin vencedores ni vencidos, sin
represalias, venganzas, persecuciones ni restricciones personales
contra nadie.
En el curso de la Ronda de Conversaciones se reiteró que correspondía
primero establecer la solución política, el Acuerdo de Paz, y luego,
derivado de él, la "Ley de Punto Final" propuesta por el gobierno, y
otras disposiciones legales.
Contra el Acuerdo de Paz se levantaron quienes directamente se han
beneficiado de la guerra contrasubversiva, los cabecillas, cabezas
negras y secuaces directos, los afectados en sus intereses y apetitos
de lacayos cuyos servicios eran rechazados, los revisionistas y
oprtunistas que salieron vociferando "traición", "capitulación",
"cobardía". La oposición hizo un siniestro e infame ataque y una
campaña negra contra el Acuerdo de Paz para conjurar que el Acuerdo de
Paz para conjurar que el gobierno lograra éxitos con la terminación de
la guerra, buscando ella misma usufructuar al máximo sus resultados a
costa de nuestra sangre y la del pueblo.
La camarilla genocida vendepatria de Fujimori-Montesinos-Hermosa Ríos
traficó y manipuló con el Acuerdo de Paz en su beneficio, y Montesinos
pretendió erigirse como defensor de la vida y los "derechos humanos".
Rechazando la solución política optaron por la solución militar, la
"pacificación", esto es acabar a sangre y fuego con la Guerra Popular,
propugnaron el "exterminio" de los revolucionarios, usando lo que
proseguía de acción armada como justificación con el propósito de
perpetuarse como vencedores, y aumentar gastos de guerra para llenar
sus arcas corruptas de los tres: Fujimori, Montesinos y Hermosa Ríos,
genocidas. Fujimori no quiso solución política, optó por solución
militar, continuó aplicando la línea y política genocida del Estado
peruano. El responde de muertos y heridos, de destrucción de pueblos,
de leyes restrictivas, de aislamiento absoluto y perpetuo de
prisioneros, de juicios por tribunales militares y jueces sin rostro,
etc., que desde el 93 se pudo evitar; prefirió realizar el "operativo
aries", los bombardeos en el Huallaga , Ayacucho,etc., con todas sus
consecuencias en vidas y destrucción.
La ronda de conversaciones no pudo avanzar más por acción en contra de
una parte en nuestras propias filas, por la campaña negra desenvuelta
por la oposición y el sistemático rechazo por parte de la camarilla
genocida vendepatria.
El 11 de noviembre del 2000, el doctor Abimael Guzmán Reinoso,
Presidente Gonzalo , y Elena Iparraguirre Revoredo, camarada Míriam,
plantearon cinco puntos: Solución Política a los problemas derivados de
la guerra interna, Verdadera Amnistía General en función de una futura
Reconciliación Nacional, Democratización de la sociedad Peruana,
Producción Nacional y trabajo para el pueblo y Cierre del Penal
Militar de la Base Naval del Callao; el 30 de noviembre del 2000 tras
el hundimiento de la dictadura genocida vendepatria y establecerse el
gobierno transitorio de Paniagua, señalaron que se abría una
posibilidad de Democratización de la sociedad peruana. En carta del
doctor Abimael Guzmán Reinoso, Presidente Gonzalo, y Elena
Iparraguirre Revoredo, camarada Míriam, de 19 de diciembre del 2000, y
en cartas conjuntas de ambos junto con Oscar Ramírez durán, camarada
Feliciano, y el compañero Peter Cárdenas Schultz, de 30 de noviembre
del 2000 y de 18 de marzo de 2001, todas dirigidas al Presidente
Paniagua, se insistió y reiteró la necesidad de Solución Política y
especificó cinco peticiones: I. Nulidad de Juicios por tribunales
militares y jueces sin rostro, Derogatoria de cadena perpetua y
restitución de beneficios penitenciarios. Derecho de defensa y debido
proceso; Normas iguales para todos los penales sin exceptuar éste, de
la Base Naval del Callao; III. Solución Política a los problemas
derivados de la guerra interna; IV. Autentica Comisión de la Verdad
integrada también por representantes de las dos partes en conflicto y
familiares; V. Solidaridad con la lucha de los prisioneros políticos y
prisioneros de guerra; además se expresa que se espera "comience el
tratamiento de los problemas referidos ya en demasía postergados,
agravando de suyo , la sumamente compleja y difícil situación de
nuestra patria". A pesar de todo, el gobierno transitorio de Paniagua
evitó pronunciarse sobre los planteamientos hechos, se opuso a la
difusión de las cartas de los prisioneros y finalmente se impuso en su
seno la oposición a la solución Política, aunque para presentar una
imagen "democrática" y verse obligada a resolver las exigencias de los
prisioneros políticos y prisioneros de guerra en lucha conjunta, diese
medidas parciales y levantarse algunas medidas restrictivas, así como
algunos de sus funcionarios tuviesen que admitir ambiguamente que
nuestros reclamos y denuncias tenían justificación, como en el caso del
Penal Militar de la Base Naval como prisión para civiles, en que
reconocen que "desde el punto de vista legal su situación es bastante
cuestionable", "irregular y anormal" diseñada "con odio y venganza
política... para destruir a los dirigentes del Partido comunista del
Perú, pero sin llegar a reconocer explícitamente que es totalmente
ilegal, violatoria de la propia Constitución del Estado, violatoria de
los derechos fundamentales, sin que siquiera exista ley que lo permita
y autorice.
En síntesis, frente a la clara y consecuente posición del Partido
Comunista del Perú, planteada desde el año 1993, de solución política a
través de un Acuerdo de Paz, primero, y luego el año 2000, de Solución
Política a los problemas derivados de la guerra interna, así como
propuestas específicas sobre pasos a dar y medidas a tomar, en el
Estado peruano ha primado la tendencia de oponerse sistemáticamente a
ellas, dar prioridad a la solución política, persistiendo en aplicar la
línea y política genocida que llevan adelante desde fines del año 1982.
2.-Por Autentica Comisión de la Verdad
y no una falsa comisión, avaladora del genocidio, unilateral y
burocrática.
Esta es una segunda cuestión a tratar, y para eso el punto de partida
no puede ser otro que el reconocimiento expreso, oficial y público que
lo que vivió el país desde 1980 ha sido y es una guerra interna. Esa
situación ha sido incluido aceptada por autoridades del Estado peruano
y organismos internacionales, hasta comentada en forma inconsecuente
por algunos de los integrantes de la "Comisión de la Verdad" conformada
por Paniagua, pero finalmente desconocida por quienes están
comprometidos, como un Vargas Llosa, en defender a todo trance, cueste
lo que cueste, la cuestionada y discutible imagen de "democracia" en el
país, y en limpiar de toda responsabilidad al Estado peruano y a sus
instituciones como las fuerzas armadas y policiales, negando hechos que
contra sus deseos y esperanzas les restrega y golpea contundentemente
el rostro, así como martillea constantemente en la memoria de los que
dudan.
La guerra por parte del Estado peruano se ha desenvuelto como una
guerra de carácter contrarrevolucionario, como guerra contrasubversiva,
de baja intensidad; el Estado peruano ha aplicado una línea y política
genocida desde fines del año 82 y aún lo sigue haciendo. Los
instrumentos para aplicar esta línea y política genocida han sido
principalmente las fuerzas armadas como columna vertebral del Estado
peruano y además las fuerzas policiales, y otros organismos e
instituciones estatales, que en su conjunto han servido a la ejecución
y plasmación de esa línea y política genocida tales como el Poder
Ejecutivo como cabeza del Estado peruano y ejecutor directo, como el
Poder Legislativo aprobando leyes para reprimir a los militantes,
combatientes y masas del Partido Comunista del Perú, el Poder Judicial,
Ministerio Público, INPE, Salud, etc., que han ejecutado políticas
específicas en sus respectivos sectores. Esa guerra
contrarrevolucionaria se ha desenvuelto para combatir a la Guerra
Popular dirigida por el Partido Comunista del Perú, con la magistral
Jefatura del Presidente Gonzalo.
En la carta de 6 de octubre de 1993 dirigida por el Doctor Abimael
Guzmán Reinoso, Presidente Gonzalo, y Elena Iparraguirre Revoredo,
camarada Mírian, al entonces Presidente de la República Fujimori, sobre
el desarrollo de la Guerra Popular se señala: "desde comienzos de los
años sesenta trabajamos por preparar el inicio de la lucha armada en
una sociedad como la peruana, semifeudal, semicolonial y de capitalismo
burocrático con un sistema estatal de seudo democracia burguesa y
caducos partidos políticos, parasitarios; una sociedad cuya opresión y
explotación desde siglos atrás sume al pueblo en el hambre, la miseria,
la ignorancia y el atraso que constriñe sus fuerzas productivas
impidiendo el desarrollo y la democracia que las masas demandan y
necesitan. Nuestra acción se desenvolvió deslindando con la llamada
izquierda y especialmente combatiendo al revisionismo, cuyos partidos
no son sino socios menores de los otros y sostén del viejo sistema.
La Guerra Popular que iniciamos en mayo del 80 insurgió y se desarrolló
en esa década contra ese orden imperante, enfrentando primero al
gobierno de Belaúnde basado en la alianza de Acción Popular y el
Partido Popular Cristiano y, posteriormente al de Alan García
sustentado en el APRA. El primero, después de llamarnos "abigeos",
desató una sangrienta represión del pueblo; mientras el segundo, luego
de decir que no combatiría la "barbarie con la barbarie", siguió igual
camino genocida hundiendo además el país en la peor crisis económica de
su historia.
El desarrollo de la Guerra Popular alcanzó el año 90 el equilibrio
estratégico, y en julio del 92 a su punto más alto, enfrentando al
gobierno de Fujimori que desenvolvía un largo plan de liberalismo y
prolongado gobierno de concentración absoluta del Poder para
evolucionar el capitalismo burocrático dentro del sistema imperialista
y sus actuales orientaciones y exigencias, con las fuerzas armadas
como apoyo, cada vez más sustentadas en esa columna vertebral del
Estado, particularmente desde el golpe del 5 de abril de 1992, golpe
que era una necesidad del Estado peruano como el Doctor Abimael Guzmán
Reinoso, Presidente Gonzalo, previera y planteara en noviembre de 1991.
Especificando todo ese proceso él mismo nos señala que desde el 17 de
mayo de 1980 el Partido Comunista del Perú inició y desarrolló "la
Guerra Popular sustentada en las masas, principalmente campesinas, con
autosostenimiento, autodecisión e independencia, guiándonos siempre por
el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo, sirviendo al pueblo
de todo corazón y con desinterés absoluto. Hemos desarrollado una
guerra campesina dirigida por el Partido, combatiendo las tres
montañas como nadie antes ni partido alguno lo hizo; hemos llevado
adelante el más amplio y profundo abrimiento de la feudalidad, hemos
combatido y desenmascarado frontalmente, en la práctica y con la
guerra, al capitalismo burocrático, mostrándolo cabal y completamente
como el sustento de la gran burguesía que dirige el Estado peruano,
dictadura organizada de la violencia reaccionaria, que sólo evoluciona,
pero no destruye la base feudal de la sociedad, así como ata cada vez
más al dominio imperialista; y combatiendo al imperialismo,
principalmente yanqui, hemos devenido en peligro o para su seguridad y
en uno de sus enemigos fundamentales en el mundo, vociferando su odio
contra nosotros mientras tramaba, apoyaba y apoya nuestra destrucción,
con la cual sigue soñando pues somos y seremos para él, un pésimo
ejemplo contagioso, no sólo en América Latina sino en el mundo. La
Guerra Popular ha sido, es y será ejemplo imborrable de lucha contra
las tres montañas que aplastan y aplastarán al pueblo hasta que sean
barridos cabal y completamente. La Guerra Popular ha generado un
ejército de nuevo tipo, el Ejército Guerrillero Popular, y sentado las
bases del Nuevo Estado, el Nuevo Poder de las cuatro clases, sustentado
en la alianza obrero-campesina bajo la dirección proletaria del Partido
Comunista del Perú, los Comités Populares y Bases de apoyo de la
República Popular de Nueva Democracia; así, el pueblo por primera vez
ha tenido su propio Ejército y su propio Estado"
"El pueblo podría preguntar qué se ha logrado en tantos años de combate, y tienen derecho a saberlo. En síntesis, la Guerra Popular, la guerra de masas dirigida por el Partido tiene cinco logros: Primero, es el más grandioso movimiento popular revolucionario de la historia peruana; segundo. Ha establecido el maoísmo como nueva, tercera y superior etapa del marxismo-leninismo-maoísmo y concretado al pensamiento Gonzalo como nuestra arma ideológica estratégica, específica y principal; tercero, ha elevado al prestigio del Partido Comunista del Perú, la vanguardia organizada del proletariado peruano, al punto más alto de toda su larga historia, y extendido su influencia y repercusión en el mundo como no la tuvo jamás; cuarto, ha acumulado la más ingente experiencia revolucionaria actual, principalmente positiva; y quinto ha hecho un gran aporte a la Revolución Proletaria Mundial llegando a reconocérsela como "antorcha de la Revolución Proletaria Mundial" y al Partido como "vanguardia de choque de la Revolución Proletaria Mundial"... Esta es la Guerra Popular iniciada el 80, hito imperecedero e imborrable de la historia peruana, cumbre de la revolución y base y futuro de su continuación y desarrollo inexorable... Esta es la gloriosa Guerra Popular del pueblo peruano dirigida por el Partido Comunista del Perú marxista-leninista-maoísta, pensamiento Gonzalo, gesta de las masas inigualada hasta hoy y que sólo el futuro superará"
La Guerra Popular es una guerra revolucionaria que tenía por
objetivo concretar y culminar la Revolución Democrática de nuevo tipo,
por tanto es un hecho social y político; ha sido una guerra dirigida
por la política de un Partido Comunista, con una Jefatura, la del
Presidente Gonzalo, el más grande comunista y
marxista-leninista-maoísta viviente sobre la faz de la tierra,
Jefatura estratégica y decisiva que representa pensamiento, camino,
línea y rumbo justos y correctos. En todo el proceso de la guerra ha
sido el Partido Comunista del Perú en que en sendos documentos de
difusión pública como "No votar sino generalizar la guerra de
guerrillas para conquistar el Poder para el pueblo" (febrero 85),
"Desarrollar la guerra popular sirviendo a la revolución mundial"
(agosto 86), "Documentos fundamentales del I Congreso del Partido
Comunista del Perú" (febrero 1988), "¡Elecciones , no! ¡Guerra Popular,
sí!" (mayo de 1990), la entrevista hecha por El Diario al Presidente
Gonzalo (julio de 1988), "Que el Equilibrio Estratégico remezca más el
país" (noviembre de 1991), "Dos Colinas" (diciembre de 1991), así
abundante documentación partidaria ha planteado clara, sólida y
públicamente su ideología, su línea política, sus planes militares,
los balances del proceso de la Guerra Popular, las acciones
desenvueltas, las lecciones principalmente positivas, y asumido su
responsabilidad en errores cometidos, casos aislados que nunca fueron
lo principal, luego de analizar las circunstancias en que ellos se
produjeron; y ha denunciado detalladamente la vil y siniestra
aplicación de la línea y política genocida del Estado peruano ejecutado
por las fuerzas armadas policiales. Pero además, y lo que destacamos,
el Presidente Gonzalo en el III Pleno del Comité Central estableció la
Gran Orientación de ajustarnos más estrictamente a las normas
internacionales de la guerra, a las Convenciones de Ginebra,
especialmente al artículo III común, sobre todo que las acciones
bélicas no deben dirigirse contra las masas civiles, preservándolas lo
más posible de los daños derivados, así como cambios en la tercera
forma, la de aniquilamiento selectivo, llegando a suprimirla porque ya
no correspondía.
El Estado peruano y sus Fuerzas Armadas y Policiales por el contrario
nunca han obrado igual, hasta hoy, por el contrario los gobiernos de
Belaunde, García Pérez y Fujimori se han esmerado en ocultar los
crímenes, e imputarnos sus propias acciones y siniestros métodos usando
su maraña legal y una sistemática campaña de desinformación para lograr
opinión pública favorable. Pero sueñan quienes creen que así pueden
engañar a la gente todo el tiempo.
El Partido Comunista del Perú, jamás ha aplicado el genocidio, ni la
política de desapariciones, torturas, fosas comunes, etc., ni menos ha
sido calificado de genocida por ningún organismo internacional como sí
lo ha hecho el Estado peruano y así ha sido calificado. El Partido
Comunista del Perú, no teme que se esclarezcan los hechos de la guerra
interna, no teme al pasado, y esa es la posición y actitud que los
prisioneros asumimos decididamente.
Por eso rechazamos y condenamos con indignación que a nuestra acción
armada se la tipifique como "violencia terrorista" y a nuestro Partido
como "organización terrorista". Ese calificativo no es sino la
demagógica y reaccionaria posición del imperialismo yanqui, que
enarbolan y repiten quienes están en contra de la revolución armada
buscando cubrirla con un manto de desprestigio. Ha sido el imperialismo
yanqui, y particularmente Reagan, quien ha tildado de esa forma a todo
movimiento revolucionario. Así se pretende desprestigiar y aislar para
aplastar, es lo que sueñan. Conviene reflexionar sobre esta imputación
lo que escribiera Lenin: la revolución no es un complot contra un
personaje odiado, no es un acto de venganza, no es una salida provocada
por la desesperación, no es un simple acto de amedrentamiento. Han
pasado los tiempos en que por falta de un pueblo revolucionario hacían
la revolución terrorista revolucionarios individuales. La bomba ha
dejado de ser el arma del petardista individual y ha pasado a ser
elemento necesario del armamento del pueblo. Así, Lenin, nos enseña que
los tiempos han cambiado, la bomba ha pasado a ser arma de combate de
la clase, del pueblo, y ya no es una conjura, una acción individual
aislada, sino la acción de un Partido, con un plan, un sistema, con un
ejército. Así las cosas ¿dónde está el imputado terrorismo? Infamia
pura. El Partido Comunista del Perú y la Guerra Popular por el
dirigida nunca han sido ni serán "terroristas". El Partido Comunista
del Perú, reiteramos, es una organización política, un Partido de nuevo
tipo, con una Jefatura: la del Presidente Gonzalo; con una ideología:
el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo; con un programa: el
programa de los Comunistas, establecido por nuestro fundador Carlos
Marx, que comprende en nuestro caso llevar adelante las revoluciones
democrática, socialista y culturales, hasta la meta el Comunismo. La
Guerra Popular ha sido una guerra justa, dirigida por la política del
Partido, desenvuelta a través del Ejército Guerrillero Popular, como
guerra de guerrillas cuya médula fue crear Bases de Apoyo; ha tenido
cuatro formas de lucha: combates guerrilleros, sabotajes,
aniquilamiento selectivo y agitación y propaganda armada, las que a su
vez se plasmaron en más de dieciocho procedimientos y cada acción ha
tenido un definido objetivo político, son pues acciones de guerra. Lo
de "terroristas genocidas" es un burdo remedo y plagio que quieren
aplicar al Partido Comunista del Perú, cuando más bien esos
calificativos les viene como anillo al dedo al estado peruano y sus
Fuerzas Armadas y Policiales. Esos calificativos apuntan contra el
principal derecho de transformar la vieja sociedad, barriendo la
explotación y opresión, construyendo un mundo mejor y una más plena
humanidad. De igual forma rechazamos y condenamos que sin antes haber
investigado ni haber "esclarecido plenamente", como señala en su
parte considerativa el Decreto Supremo de Paniagua, que conformó la
"Comisión de la Verdad", se responsabilice al Partido Comunista del
Perú, y organizaciones que se levantaron en rebelión armada de "los
miles de peruanos victimados". Finalmente, rechazamos la elucubración
de que la guerra popular puso al campesinado "entre dos fuegos", porque
es precisamente el campesinado la parte inmensamente mayoritaria que
ha conformado el Ejército Guerrillero Popular; o la imputación infame
de relación con el narcotráfico, lo que no tiene ningún fundamento y
que a ellos sí les cae perfectamente y está completamente probado.
El genocidio, en contra de lo que pretenden imputar, ha sido por el
contrario la política persistente y sistemática del Estado peruano.
Como lo precisa el Presidente Gonzalo, de manera contundente: "... el
genocidio es clara y concretamente una política aprobada y ordenada por
el gobierno del Estado peruano, a propuesta de sus fuerzas Armadas y
aplicada por las propias Fuerzas Armadas auxiliadas por las policiales
siniestra y bárbaramente desde el año 83, intensificada cruenta y
crudelisimamente el año 84 y sistemáticamente aplicada hasta hoy...
Pero, ¿ para qué se aplicó el genocidio? , para contener la Guerra
Popular que iniciada el 80 logró establecer a fines del 82, el Nuevo
Poder plasmado en Comités Populares; para aplastar la guerra de
guerrilllas, para apartar a las masas de la guerra revolucionaria,
para destruir el Nuevo Poder y conjurar su desenvolvimiento, para
impedir el desarrollo de la guerra popular..."
Justamente contra el desarrollo de la guerra popular se levantó la
guerra contrarrevolucionaria que llevó adelante el Estado peruano,
siguiendo las teorías establecidas por el imperialismo yanqui, en base
a experiencias extraídas de Vietnam y del combate contra la lucha
armada en América Latina, en especial de Centroamérica, la experiencia
antiterrorista de Israel, Argentina, y la "asesoría de Alemania
Federal, Taiwán, España, etc. Las operaciones de la guerra
contrarrevolucionaria o "lucha antisubversiva" como la llamaron, han
estado bajo dirección del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas que
actúan según lo dispuesto por el Consejo de Defensa Nacional que está
encabezado por el Presidente de la República; así, Belaunde, García
Pérez y Fujimori tienen directa e ineludible responsabilidad en todo lo
ejecutado, además es su responsabilidad política que los hace los
primeros y principales responsables de la guerra contrarrevolucionaria.
Desde fines de 1982, al fracasar la acción de las Fuerzas Policiales
contra la Guerra Popular, por haber sido humillantemente derrotadas y
obligadas a abandonar el campo, se impuso en el Estado peruano la
necesidad de encomendar a las Fuerzas Armadas (Ejército, Marina de
guerra y Fuerza Aérea) el "restablecimiento del orden público" y
pasaron con planificada distribución de planes genocidas, a poner en
Estado de Emergencia y bajo control político-militar, a amplias zonas
del país, que llegaron a efectuar a la mayoría de departamentos,
algunos inclusive con toque de queda, como en Lima y Calllao. Como
consecuencia de ello , más de medio país fue sometido a mandato
castrense absoluto e irrefrenado control político-militar, cuyos
Generales Jefes Político-militares y altos mandos, los que actuaron
como nuevos amos, dueños de vidas y haciendas, revivos gamonales
engalonados de horca y cuchillo, a quienes nadie podía pedir cuentas ni
explicaciones, amparados en legislaciones de emergencia y protegidos
por el fuero Militar que absolvió sus crímenes.
La Fuerza Armada puso en marcha su plan de utilizar masas contra masas,
infiltró el campesinado con agentes, espías y soplones, formó mesnadas
con las acciones combinadas con Fuerzas Policiales y Armadas desataron
el terror blanco en el campo, la cacería de revolucionarios, y la
siniestra política de robar todo, quemar todo y matar a todos,
violaciones, torturas, arrasamiento de comunidades y pueblos;
impusieron nucleamientos, rondas y "comités de defensa", obligándolas
a participar en acciones militares, masa presionada, verdadera carne de
cañón, siempre puesta como vanguardia en sus ataques, usándolos como
parapetos protectores.
Al fracasar la política reaccionaria de enfrentar masas contra masas,
de robar todo, matar a todos, quemar todo, las fuerzas armadas
policiales recurrieron al más negro, protervo y criminal genocidio,
una de las más grandes infamias de la historia republicana del Perú que
se ha aplicado de manera sistemática y planificada.
La línea y política genocida aplicada por las fuerzas Armadas y
Policiales del Estado peruano se materializó en las innumerables
matanzas genocidas perpetradas desde el año 83, principalmente en los
departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, extendiéndose
luego a todo el país. La enumeración, detalles y cronología de las
matanzas genocidas es muy grande y exceden largamente los cálculos que
sobre el costo en vidas hacen los voceros del Estado y organismos de
derechos humanos. Podemos hacer un recuento somero para refrescar la
memoria a quienes hoy encubren y avalan el vil genocidio contra el
pueblo, y a los plumíferos y ganapanes que pretenden atribuir la
responsabilidad de las más de veinticinco mil muertos solamente al
Partido Comunista del Perú.
El año 83, en el departamento de Ayacucho comenzó el aniquilamiento
del campesinado y la destrucción de comunidades y pequeños poblados:
Huambo, Iquicha, Huaychao, Uchuraqay incluidos los periodistas
asesinados, Espite, Oqopeja.
En Paccha, Vinchos, la mayoría del pueblo fue asesinada y el resto que
quedó fue llevada a Lima. En la ciudad de Ayacucho, en los dos meses
anteriores a las elecciones municipales de noviembre del 83 fueron
arrojados más de 800 cadáveres monstruosamente asesinados, rematados
después de bestial tortura, en las calles y alrededores de la ciudad.
En Sivia, La Mar, en noviembre 83, como represalia a emboscada
sufrida por el Ejército, apresaron a sesenta personas y asesinaron
indiscriminadamente a veinte de ellas. En Hoscos. Huamanga, el
destacamento policial del lugar asesinó a más de cincuenta personas
participantes en una fiesta matrimonial, luego de torturarlos.
Los cuarteles del ejército "Los Cabitos" en Ayacucho, Totos, Cangallo,
Pichari, y en Huanta a cargo de la Marina, se convirtieron en campos
de concentración y grandes centros de torturas masiva y siniestra,
donde se enterró clandestinamente, incluso vivos a cientos de
torturados, En Chinche, caserío de la provincia Alcides Carrión, Pasco,
en octubre del 83 fueron aniquilados cuarenta y cinco Campesinos. En
Parabamba, Tayacaja, Huancavelica, el 13 de noviembre del 83, desde
tres helicópteros ametrallaron a la población matando a cincuenta
personas, en represalia por una emboscada que la guerrilla hizo a una
patrulla del Ejército. En Ayacucho, a fines de junio del 84 asesinaron
a ciento cincuenta personas en la zona de San Francisco. El 5 de julio
del 84 en Chiara, Ayacucho, asesinaron a treinta campesinos; el 8 de
julio en Rosario, selva ayacuchana, matan a cuarenta campesinos, en
Pomabamba el 12 de julio asesinan a treinta, el 15 de julio en Apacheta
aniquilan a diecisiete personas, el 16 de julio encuentran veinticinco
cadáveres torturados en la carretera a Huamanguilla. El 3 de agosto
encuentran treinta y siete cadáveres de torturados en Puramanta. El 18
de agosto 84 encuentran diecisiete cadáveres de niños y adolescentes
torturados en Cocahuichun, Vía de Los Libertadores, y ocho cadáveres,
dos de niños, en Leonpata. El 27 de agosto encuentran diecinueve
asesinados en Sajraruni y veintiún cadáveres en San Francisco, El 1°
de setiembre en Churubamba y Misquibamba veintitrés campesinos
asesinados. En Huancavelica, entre el 15 y 23 de octubre, el Ejército
asesina a setenta y cinco campesinos en Milpo y quince en
Pillo-Pachamarca. El 19 de noviembre en Putis y Chullay, Ayacucho,
aniquilan a cincuenta campesinos. En Cusco, en Lucmahuayko,
Vilcabamba, soldados y mesnadas asesinan a veintidós campesinos, y
entre el día 23 y 26 de noviembre a otros veinte. En Huancavelica el 6
de diciembre, fuerzas policiales matan a trentiocho campesinos en
Cuñiacobamba. En diciembre de 84 hallan dieciséis cadáveres en
Ayahuarcuna , Ayacucho.
Dentro de esta siniestra ola genocida del año 84, se resaltan algunas
acciones en Ayacucho, entre junio y julio. En Vinchos aniquilaron a
cuarenta comisarios de comités Populares. En Rimllapata fusilan a dos
niños junto con su madre que era comisario de seguridad. En Mayopampa
a un comisario lo arrojaron a una casa ardiendo. Esos viles asesinatos
muestran el ensañamiento y ferocidad de las fuerzas armadas genocidas
fusilando hasta a niños, por el simple hecho de ser hijos de miembros
del Nuevo poder, que generó la guerra popular dirigida por el Partido
Comunista del Peru. En Balcón, Ayacucho, los marinos asesinan a
dieciocho campesinos entre ellos 6 niños. En Pichari la guardia civil
bajo a veinte pasajero de un camión y los aniquiló; la fuerza base del
ejército guerrillero popular los enterró y sin embargo se les imputó
la matanza. En Azángaro, Luricocha, Ayacucho, la marina aniquiló a
cincuenta campesinos.
El arrasamiento se extendió, un botón de muestra es el operativo en
Incaraqay en el que luego de robar todo incendiarón quinientas
viviendas; el exterminio llegó hasta desaparecer pueblos, como lo
ocurrido el 15 de julio del 84 cuando el ejercito aniquiló a toda la
población de quinuas y desapareció el pueblo totalmente, borrándolo del
mapa. El 22 de agosto 84 en Sivia, la Marina en represalia por
emboscada fusiló a cincuenta jóvenes. El 10 de noviembre la marina y
guardia Republicana mataron a cuarenta campesinos en Quimbiri, luego de
torturarlos salvajemente.
Otra estremecedora prueba del genocidio perpetrado por las fuerzas
Armadas del estado Peruano aplicando su línea y política genocida es el
hallazgo de fosas, espectáculo macabro y espeluznante que merece la
conciencia nacional, con inapagable grito herido de hombres, mujeres
y niños destruidos, quebrantados vidas del pueblo convertidas en clamor
de histórica justicia de clase, constante denuncia incallable de la
barbarie con que el reaccionario Estado se defiende utilizando sus
Fuerzas Armadas bajo la dirección del gobierno de turno.
Las fosas halladas y las que aún siguen descubriéndose son también
innumerables y están consignadas detalladamente en las denuncias y
desenmascaramientos que como en todo lo anterior ha hecho el Partido
Comunista del Perú en diversos documentos desde 1983. Denuncias que
como muchas otras no han merecido atención alguna de las autoridades o
los grandes diarios y la prensa por afán de ocultar la real dimensión
del genocidio. Se han encontrado fosas con decenas de victimados por
las Fuerzas Armadas como las halladas el 23 de agosto de 1984: 7 fosas
con 89 cadáveres en Pucayacu, cuyo responsable directo el genocida
capitán de corbeta Alvaro Artaza Adrianzén fue ascendido y enviado a
España para protegerlo, por el gobierno aprista de Alan García; fosa
con 30 muertos en Huanta, carretera a Mayoc, 22 de agosto; fosa con 30
muertos en Ayahuarcuna, 23 de agosto; fosa con 50 muertos en Iribamba,
13 de agosto del 84; fosa con cadáveres en Vado chico, Huanta y luego
otras 4 fosas en este mismo lugar con 41 muertos, el 25 de agosto del
84. En Huamanguilla el 19 de noviembre 3 fosas con 45 cadáveres; el
10 de marzo del 85, 2 fosas con 30 cadáveres cerca de Huanta; el 23 de
febrero en Canaire asesinan a 50 campesinos. Estas y muchas otras
muestras del genocidio perpetrado por el gobierno de Belaúnde fue
proseguido por Alan García y Fujimori, aplicando la misma línea y
política genocida para combatir la guerra Popular y al partido
Comunista del Perú. Así lo demuestran los genocidios de Aqomarca,
Llocllapampa donde en 8 fosas se descubrió 69 cadáveres bárbaramente
aniquilados, calcinados, imposibles de identificar, su responsable
directo, el genocida Teniente Telmo Hurtado fue ascendido, siguieron
los genocidios de Huambalpa el 4 de setiembre 85, con 60 campesinos
asesinados. Pucayacu, arrasamiento de los pueblos de Aqomarca, Umaru,
Incaraqay, Pantin tankiwa, Cochapata , Mayopampa, Manllasaq. El 2 y 3
de setiembre genocidios de Umaru y Bellavista con 66 muertos, entre
ellos 11 niños; el 4 de octubre en Lima, ya con el nuevo gobierno
Aprista de Alan García, 30 prisioneros de guerra del partido Comunista
del Perú fueron asesinados en el Penal de lurigancho; luego el 19 de
junio de l986 fuerón aniquilados 300 prisioneros de guerra, en los
penales de el Frontón, Lurigancho y el callao. Esta política genocida
contra los prisioneros de guerra se repitió el año 92 en el gobierno de
Fujimori, cuando se aniquiló a 50 prisioneros, crímenes que continúan
impunes y en el colmo del cinismo y la desvergüenza se enjuicia y
procesa a los propios prisioneros de guerra como responsables de la
matanza.
La dictadura genocida vendepatria de Fujimori-Montesinos-Hermoza Ríos,
prosiguió la nefasta línea y política genocida incrementándola más en
cada una de sus formas, lo que ha sido ocultado por el control absoluto
que ejerció en todos los poderes del Estado; las denuncias que hoy
salen a luz y con las cuales se trafica y las acusaciones que se les
hacen por las matanzas genocidas de Barrios Altos y la Cantuta como si
fueran las únicas, son producto de la agudización de contradicciones
en el seno de la gran burguesía por el control del Estado, atizadas en
la contienda electoral y que buscan atenuar y encubrir la
responsabilidad en todo el proceso de aplicación de esa línea y
política genocida del Estado peruano, desde fines de 1982.
Parte del genocidio es la política de Desaparecidos que se inició
desde el ingreso de las Fuerzas Armadas. Suman miles de desaparecidos
de 7 a 10 mil, y muchos más que no han sido denunciados por falta de
documentación y limitaciones, además de las persecuciones y amenazas
contra los familiares, que yacen en fosas aún desconocidas o
cementerios clandestinos, de los múltiples campos de concentración que
implementó la Fuerza Armada peruana. La política de desaparecidos ha
sido aplicada para borrar toda huella de torturas, mutilaciones y
demás perversidades contra las masas detenidas, contra los combatientes
y militantes del Partido Comunista del Perú, que caían en las manos de
las fuerzas Armadas y Policiales y que finalmente fueron rematadas y
asesinadas clandestinamente, ocultándose sus restos o calcinándolos y
desintegrándolos con armas químicas prohibidas como bombas de fósforo
blanco. Nunca respondieron a las denuncias hechas, siempre negaron
haber detenido a los desaparecidos y amenazaron y mataron a los
testigos.
Finalmente reparamos en la acción de las Fuerzas Armadas, Fuerzas
Policiales, aplicando sus llamadas "operaciones encubiertas", usando
grupos secretos como los llamados "Rodrigo Franco", "Colina", "GATO",
"Escorpión", o los grupos operativos de la DINCOTE, responsables de
genocidios como los de la Cantuta, Barrios Altos, asesinato de
Abogados, estudiantes, etc.; cuyas actividades estuvieron directamente
ligadas a decisiones de las más altas autoridades de los gobiernos de
turno.
Está plenamente demostrado que el genocidio lo aplicó el Estado peruano
como parte de una línea y política genocida, de manera sistemática y
planificada, no fue obra de "algunos agentes del Estado", como
encubridoramente plantea el Decreto Supremo que crea la Comisión de la
Verdad, para eximir al Estado de su responsabilidad y a los sucesivos
gobiernos de Belaúnde, García Pérez y Fujimori principalmente.
Situación admitida por instituciones diversas como en el caso de la
defensoría del Pueblo que reconoce en su Resolución Defensoría N° 57 de
15 de noviembre del 2000, que los desaparecidos "respondieron a las
estrategias diseñadas por las instancias de mando" de las Fuerzas
Armadas, o de personalidades como el Doctor Francisco Soberón que
admite que las prácticas genocidas "no son casos aislados... son
prácticas sistemáticas, generalizadas, extendidas... responsabilidad
del Estado... como lo han dicho organismos internacionales de Derechos
Humanos... cuando hay un patrón de esta naturaleza no es dable hablar
de excesos... En los tres gobiernos han habido estas prácticas."
La aplicación de la línea y política genocida contra los prisioneros
políticos y prisioneros de guerra ha sido cruenta, bárbara y
siniestramente planificada y ejecutada por las Fuerzas Armadas, Fuerzas
Policiales, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, Ministerio
de Justicia y el INPE, desde el mismo inicio de la guerra interna,
considerando a los prisioneros la parte más débil de la guerra los han
sometido con ensañamiento y venganza a un sistemático y sofisticado
plan de reducción, aislamiento y aniquilamiento, negándoles los más
elementales derechos fundamentales, destruyendo sus vínculos
familiares, sociales, laborales, académicos, negando su derecho a la
salud y atención médica especializada, a trabajar, educación,
información, promoviendo más bien la nefasta política de enfrentar
presos contra presos, presionar y chantajear para lograr
arrepentimiento, y finalmente ejecutar el exterminio de prisioneros
siendo hitos del genocidio los del 4 de octubre de 1985 en Lurigancho,
del 19 de junio de 1986 en El Frontón, Lurigancho y El Callao, y 6, 7,
8 y 9 de mayo de 1992 en Canto Grande, con un total de casi 400
prisioneros asesinados.
Súmese a todo lo anterior que existen como consecuencia de la guerra
contrarrevolucionaria miles de requisitoriados, expatriados y
desplazados que reclaman se solucione globalmente su problema.
Subsisten cerca de 3000 prisioneros políticos y prisioneros de guerra
en diversas cárceles del país, cuya situación también debe resolverse
mediante una solución política a los problemas derivados de la guerra
interna, como lo ha demandado el Partido Comunista del Perú.
Sobre la política del estado peruano y
sus Comisiones de la Verdad.
El Partido Comunista del Perú, ha asumido su responsabilidad
públicamente en el desarrollo de la Guerra Popular y denunciado
puntualmente la acción del Estado peruano y su línea y política
genocida, e incluso ello ha sido plasmado útilmente en "La Guerra
Popular en el Perú", parte del I Tomo de la historia del Partido
Comunista del Perú, entregado por el Doctor Abimael Guzmán Reinoso,
Presidente Gonzalo, a las autoridades para que autoricen su difusión,
y retenida indebidamente por éstas. Toda esta documentación debe ser
conocida públicamente y no ocultada o desaparecida.
El Estado peruano en cambio no ha hecho ningún balance público de su
acción, nunca ha asumido responsabilidad y más bien ha encubierto y
avalado el genocidio, lo ha exaltado y premiado tras la cubierta de
"Patriotismo", "defensa de la democracia", "defensa del orden
constitucional", desatando con todos los medios a su alcance una
campaña de propaganda para eximirse de responsabilidad y atribuir sus
propios actos a la parte contraria. Pero además están las "Comisiones
Investigadoras", o denominadas "Comisiones de la Verdad", que en las
experiencias de América y el Mundo han sido establecidas para
investigar y establecer responsabilidad sobre hechos ocurridos en
procesos de violencia política o guerra interna, y en la experiencia
del país han sido conformadas para encubrir y justificar brutales
genocidios ejecutados por miembros de las Fuerzas Armadas y Fuerzas
Policiales. Recordemos la de Vargas Llosa (1983) para supuestamente
investigar lo ocurrido en Uchuraqay, con la matanza de periodistas; la
Comisión Ames para investigar el genocidio en los penales de El
Frontón, Lurigancho y El Callao (1986), y la Comisión Melgar para
investigar el genocidio de Cayara (1988). En todos estos casos tales
comisiones conformadas por elementos adictos a los regímenes de
Belaúnde, García Pérez y Fujimori, , se dedicaron en encubrir los
hechos, dominados por su objetivo principal de "limpiar la imagen del
gobierno y de las Fuerzas Armadas" en forma tan desvergonzada y
escandalosa que fueron condenadas a nivel nacional e internacional.
Para cumplir su nefasto papel tomaron casi exclusivamente las versiones
"oficiales", las declaraciones jefes militares de fuerzas
antisubversivas que se negaban a responder sobre las cuestiones de
fondo, tras "seguridad del Estado" o "subordinación al comando",
mientras los ejecutores directos por lo general eran ocultados y
protegidos. En todos los casos se ignoró y rechazó las declaraciones de
familiares, testimonios de testigos presenciales, a los que más bien se
persiguió o se fue asesinando sistemáticamente. Pero lo principal es
que se negó el desarrollo de la Guerra Popular en el país,
presentándola más bien como "violencia terrorista", repicando al
imperialismo yanqui, y exaltando y santificando la línea y política
genocida, el enfrentar masas contra masas, realizar matanzas genocidas,
fosas comunes, política de desaparecidos, etc. Una acción próxima fue
la de la llamada "Comisión de Paz" que montó una patraña monstruosa
previa para justificar el genocidio que se haría luego el 86 contra
los prisioneros en El Frontón, Lurigancho y El Callao, y otra la que
concluyó con la "amnistía" decretada por Fujimori, Montesinos y
Hermoza Ríos en año 95, beneficiando a los ejecutores e instrumentos de
su política.
Dentro de una coyuntura política en la que abría una posibilidad de
Democratización de la Sociedad Peruana, la exigencia de esclarecimiento
del proceso de guerra interna que se incrementaba nacional e
internacionalmente y ligado a ello las disposiciones de la Corte
Interamericana de Derechos humanos, que en varios fallos establecía la
directa responsabilidad del Estado peruano en genocidios, la aceptación
de tratar y hasta de conformar una Comisión de la Verdad representa un
hecho positivo, aunque es evidente el riesgo de sólo proseguir las
experiencias anteriores de Vargas Llosa, Ames, Melgar, etc.
El 4 de julio del 2001 mediante Decreto Supremo 065-2001 El Gobierno
Transitorio de Paniagua estableció una "Comisión de la Verdad"
planteando sus fundamentos, objetivos y funciones. Lo primero es que el
proyecto presentado por el denominado "Grupo de Trabajo Institucional"
no fue debatido públicamente. Lo segundo en los fundamentos se comienza
con declaraciones sobre deberes del Estado, sin reconocer mínimamente
el incumplimiento y violación sistemática de todo su ordenamiento
legal, empezando por la Constitución, por parte de los gobiernos de
Belaúnde, García Pérez y Fujimori. Lo tercero, es que en su parte
considerativa plantea "que en mayo de 1980 organizaciones terroristas
desencadenaron la violencia contra la humanidad y miles de peruanos
resultaron víctimas de la violación de sus derechos más elementales
tanto tanto por obra de dichas organizaciones terroristas como por la
de algunos agentes del Estado con un trágico saldo de crímenes y
desaparecidos y otros hechos graves que no fueron esclarecidos". Así,
con ese fundamento se niegan la guerra interna desarrollada en el país
desde los años 80, se exime al Estado peruano por haber desenvuelto
una guerra contrarrevolucionaria y aplicado una línea y política
genocida en contra de la Guerra Popular iniciada y dirigida por el
Partido Comunista del Perú, se reduce todo a una acción de "algunos
agentes del estado", desconociendo fue una política de Estado, aplicada
por Belaúnde, García Pérez y Fujimori. Lo cuarto, sin siquiera haber
iniciado las investigaciones, sin antes haber "esclarecido
plenamente", como señala en su parte considerativa, actuando con
subjetivismo e ideas preconcebidas imputan de "terrorismo" y hasta
responsabilizan a las organizaciones que se levantaron en rebelión
armada de los "miles de peruanos víctimas de la violación de sus
derechos fundamentales". Lo quinto, en el Decreto Supremo se habla de
"hechos que no fueron esclarecidos" y no se asume ni un mínimo de
responsabilidad por justamente haberlos ocultado, negado, avalado el
genocidio. Lo sexto, en su artículo 3° eluden el genocidio en cuanto a
hechos a investigar. Plantean establecer responsabilidades por lo que
llaman "ejecuciones extrajudiciales", que no es sino un eufemismo legal
para encubrirlo. Lo séptimo, hablan de "reparaciones e indemnizaciones"
a las víctimas como actos "humanitarios", de buena voluntad, éticos,
cuando lo real es que el Estado está obligado a resarcir por las
responsabilidades derivadas de sus propios actos..Lo octavo, plantean
"reinstitucionalizar la democracia" cuando lo que necesita el pueblo es
la Democratización de la Sociedad Peruana, empezando con la derogatoria
de toda la legislación "antiterrorista" y antilaboral, la restitución y
respeto a sus derechos fundamentales negados y conculcados, la
solución a los problemas y necesidades de campesinos, obreros y masas
en general principalmente las afectadas por la guerra. Lo noveno,
hablan de "dar voz a los sin voz" cuando lo que se debe aceptar no es
una representación burocrática a través de organismos designados por el
Estado, sino el derecho de las masas a hablar directamente, sin
intermediarios de ningún tipo. Lo décimo, la experiencia internacional
aconseja y demanda la participación y representación de los miembros
protagónicos y donde eso no ocurrió, como en Chile y Argentina, sólo
llegaron a soluciones parciales, entrampadas por la subsistencia de
problemas, que tras largos años sigue dándose y hasta hoy no se
resuelven y una reconciliación nacional que no han logrado. Lo
undécimo, en el artículo 4° del mencionado Decreto Supremo se dice "La
Comisión de la Verdad estará conformada por siete personas de
nacionalidad peruana de reconocida trayectoria ética, prestigio y
legitimidad en la sociedad e identificados con la defensa de la
democracia e institucionalidad constitucional". Así la Comisión de la
Verdad es unilateral, ya que sus conformantes son exclusivamente
personalidades y funcionarios del Estado, comprometidos en la defensa
del Estado peruano y su política, y cuyas divergencias fueron y son
sólo sobre cómo combatir la Guerra Popular. Lo duodécimo, en el
artículo 6° tras el manejo burocrático de la Comisión se restringe el
tratamiento público de los hechos y se abre el camino para silenciar
las opiniones que sean consideradas inconvenientes.
La designación de miembros de la comisión de la Verdad por el Gobierno
Transitorio confirmó el rumbo que pretenden seguir, reeditando el
nefasto camino de las comisiones encubridoras y avaladoras de la línea
y política genocida del Estado peruano, ese es el papel en el que se
reafirman los funcionarios del Estado peruano y personalidades
comprometidas directa o indirectamente con la guerra
contrarrevolucionaria, una de ellas cómplice directa de la camarilla
genocida vendepatria de Fujimori-Montesinos-Hermosa Ríos, otros que
medraron de la guerra como "expertos" y asesores, otro que entre sus
méritos tiene el de haber sometido la Universidad de Huamanga a los
planes de "pacificación", ser fiel representante del Gobierno
Transitorio en Ayacucho, y jamás de las masas populares de Ayacucho.
Tales miembros no tienen el nivel ni las luces para esclarecer hechos
ni menos para servir a la reconciliación nacional.
Últimamente el Presidente Toledo ha dado su respaldo a la Comisión
conformada por Paniagua, sin embargo ha puntualizado el carácter
vinculante de sus conclusiones, ha planteado se la amplié en
integrantes y además se cambie su denominación por la de "Comisión de
la Verdad y Reconciliación Nacional". Aunque tales ajustes son
derivados de sus propias divergencias, y son formalmente positivas,
pues se reconoce indirectamente la estrechez y unilateralidad de la
conformada por Paniagua, así como se asume cumplir las obligaciones
derivadas de sus conclusiones, y destaca el objetivo principal y final
a lograr , pero no ha hecho sino reiterar el contenido del Decreto
Supremo 065-2001. Más aún, frente a los hechos ocurridos en la Selva
Central, Satipo y río Ene, que comprueban se sigue aplicando las
campañas de cerco y aniquilamiento, como el denominado "Plan
Tormenta" y por tanto la línea y política genocida del Estado peruano
de arrasamientos y matanzas genocidas, los llamamientos y exasperadas
declaraciones de "exterminio", "destruir totalmente al terrorismo",
"no permitir que ni un solo metro de suelo peruano esté en poder de los
terroristas", y las consecuentes decisiones de que el Ejército amplíe
sus operativos, sólo muestran la reiterada oposición a la Solución
Política a los problemas derivados de la guerra, uno de cuyos pasos es
precisamente resolver la situación de quienes prosiguen aún la acción
armada, y sobre la cual el Presidente Gonzalo y el Partido Comunista
del Perú, han planteado claramente debe terminar como parte de un
tratamiento y negociación global e integral del conjunto de situaciones
pendientes. Persistir en la solución militar, represiva, sólo
acrecentará inútilmente el costo social, como lo prueban las vidas de
los agentes policiales muertos y las de las masas que evidentemente con
desprecio se oculta.
Se cometerá un grave error histórico si se persiste en imponer usando
todos sus medios, la "verdad" del Estado peruano, ocultando los hechos
y avalando los genocidios, pues en ese caso, aunque el tiempo pase, la
verdad se abrirá paso por más que se le enfrenten numerosas
"comisiones de la verdad", pero habrá oportunidades que se habrán
perdido.
3.-Luchar por Auténtica Comisión de la
Verdad. Defender históricamente la Guerra Popular. No a la impunidad
del genocidio
Luchamos por una Auténtica comisión de la verdad y en contra de que
se reedite una "Comisión de la Verdad" falsa, avaladora del genocidio,
unilateral y burocrática.
Por ello luchamos, porque estén representadas las dos partes en
conflicto y no sólo la del Estado, porque se concrete la representación
de las organizaciones levantadas en armas, principalmente el Partido
Comunista del Perú, representado por el Doctor Abimael Guzmán Reinoso,
Presidente Gonzalo, y Elena Iparraguirre Revoredo, camarada Míriam,
así como representantes de prisioneros y familiares desaparecidos,
victimados, torturados, etc. sólo de esa forma , y tratados
públicamente, los hechos serán esclarecidos y el genocidio no quedará
impune, así como se podrá crear las condiciones necesarias para la
futura reconciliación nacional, y no sólo entre quienes han combatido
la Guerra Popular, lo que debe ser su objetivo final.
Asumimos firme posición por defender históricamente la Guerra
Popular, el más grande movimiento social revolucionario de la historia
peruana, defender la Jefatura del Presidente Gonzalo, continuador de
Marx, Lenin y el Presidente Mao Tsetung, defender su ideología el
marxismo-leninismo-maoismo, pensamiento Gonzalo, principalmente al
pensamiento Gonzalo nuestra arma ideológica estratégica, específica y
principal, y defender al Partido Comunista del Perú, vanguardia
organizada del proletariado peruano.
Nuestra brega es por condenar y desenmascarar la línea y política
genocida del Estado peruano, y contra su prosecución; no a la impunidad
del genocidio.
Por todo ello reafirmamos nuestra disposición y voluntad de luchar
desde dentro y fuera de la comisión de la Verdad, principalmente desde
fuera, convencidos de que las luchas de las masas que, aún en el
repliegue comienzan a movilizarse y empiezan a agitar nuevos vientos,
son el factor decisivo para que la verdad finalmente se imponga, para
que se pueda lograr la Solución Política a los problemas derivados de
la guerra, centrando en Democratización de la Sociedad Peruana, de
manera global e integral, considerando como parte de ella la situación
de quienes aún se mantienen en armas. Sabemos que esa brega no es
fácil, será dura y requerirá un proceso, pero en la medida en que
persista los logros serán mayores.
Con el espíritu de servir de todo corazón al pueblo y desinterés
absoluto, como nos enseñan y forjan con su propio ejemplo el
Presidente Gonzalo y la camarada Míriam, asumimos con entera
responsabilidad ante el proletariado internacional, el pueblo peruano y
los pueblos del mundo el servir a que la verdad se abra paso y los
hechos hablen.
Rendimos emocionado homenaje a quienes con desprendimiento ejemplar
entregaron sus vidas la libertad de su pueblo, a todos los que
enfrentando la prisión, las torturas y aún la muerte han abierto un
brillante camino para la transformación del viejo orden y la
construcción de la nueva sociedad.
Saludamos con optimismo a los familiares que dan ejemplo de organizarse
unificadamente para defender y ejercitar sus derechos, y a los hombres
y mujeres, organizaciones e instituciones que convergen con la
necesidad de Solución Política a los problemas derivados de la guerra
interna y una reconciliación Nacional, sin odios, rencores ni
venganzas.
Agosto de 2001
Comité de Prisioneros Políticos y Prisioneros de Guerra de la Luminosa Trinchera de Combate de Yanamayo.